La Oveja Cacho

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“El sonido… o digamos la falta de imagen, ejerce una magia especial en la mente, de ahí que siempre adoré la radio, la sigo adorando, amo la radio porque la radio siempre nos deja muchas cosas a la imaginación, no es la televisión que todo está ahí. La voz sin imagen produce un efecto casi mágico”. – Guillermo Bazzani, actor de radio teatro-

Una taza humeante, maciza y robusta reposa sobre una mesa justo sobre una pila de hojas de papel muy delgado cuyas letras parecen estar impresas por una máquina de escribir. Al fondo se escucha a una mujer haciendo un anuncio de medias veladas para damas con una vocalización clara y una entonación dulce. Entretanto ANTONIO, un hombre delgado y no muy alto, de pelo color cenizas muy bien peinado, levanta la taza humeante y al término del anuncio hecho por la mujer bebe un sorbo de la bebida caliente haciendo tanto ruido como le sea posible, sin embargo el sonido seco y casi anecoico nos ubica en una habitación insonorizada dividida por un grueso vidrio que permite ver hacia la habitación contigua, una sala de control en la cual se encuentra sentado un hombre joven de anteojos gruesos y redondos, se trata de OSVALDO que con camisa semi-abierta y un poco desordenada y con unos audífonos puestos sobre su cabeza cubriendo sus orejas, hace contacto visual con Antonio quien baja lentamente la taza hasta ubicarla a un lado sobre la mesa que ocupa parte del espacio que mágicamente parece hacer las veces de teatro improvisado y pequeño. Hace un fuerte sonido con su garganta buscando aclarar la voz llevando su puño izquierdo hasta su boca, como quien prepara una declamación a viva voz y nuevamente mira a OSVALDO que estirando el dedo índice de su mano derecha le envía una señal a ANTONIO, éste introduce sus manos en los bolsillos y camina en silencio lentamente hacia el vidrio divisorio contra el cual OSVALDO de un golpe pisa con su mano derecha un papel que en lápiz y letra grande dice: “Señor Antonio Hormanza, lo veo al final de la transmisión en mi oficina. Firma CARLOS ALBERTO ORTÍZ”. Se trata de una nota no-oficial del jefe, nada más y nada menos que el dueño y señor de la radio-emisora. ANTONIO mira a OSVALDO nuevamente más allá del vidrio su mano y el papel. Ambos parecen desconocer el motivo del llamado y continúan en silencio. OSVALDO baja lentamente el papel y con este su mirada que se clava en el control-master. ANTONIO, mucho más pausado se da media vuelta y vuelve a la mesa sobre la que había dejado el café, el diminuto escenario improvisado con delgada tarima lo espera vacío; casi al tiempo la mujer que hacía el anuncio, una dama de cuerpo robusto y mediana edad abandona la habitación mientras una música rompe el silencio, el sonido gastado y el ruido de “hiss” permite identificar que la música proviene de un acetato… ¿Y la obra? Bueno, pues se trata de la introducción

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