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La Realidad


Enviado por   •  11 de Noviembre de 2012  •  643 Palabras (3 Páginas)  •  238 Visitas

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La iglesia pecadora necesitada de reforma

Por la -> justificación el hombre, que era pecador, viene a ser justo, cosa que antes no era. Deja por tanto, en sentido verdadero, de ser pecador. Pero esta justicia no es una posesión estática, sino que constantemente está expuesta a las acometidas del mundo y confiada a la libre decisión del hombre (Gál 2, liss; 5, 24ss; 1 Pe 5, 8ss). Además de los pecados personales del que ya ha sido justificado, además de divisiones y partidismos (1 Cor 1, 10; 11, 18), puede haber falsas doctrinas (Gál; Col 2, 8) y prácticas (Col 2, 16-23) que se introducen subrepticiamente en las comunidades. Por consiguiente, todo cristiano, todo miembro de la Iglesia, en su condición de peregrino, es a la vez justo y pecador. Aun en el estado posbaptismal el cristiano debe poner empeño en no hacerse conforme al mundo y en renovarse constantemente (Rom 12, 2). Por cuanto la Iglesia se halla compuesta de hombres pecadores, está constantemente sujeta al imperativo de reformarse conforme a la ley de Cristo.

En cuanto tal, la Iglesia ha recibido la promesa de la santidad; ha de ser «sin mancha ni arruga..., santa e inmaculada» (Ef 5, 27). La santidad de la Iglesia no excluye los pecados de los cristianos y de los dignatarios eclesiásticos; únicamente subraya la indisolubilidad de la unión de la Iglesia con Cristo. Pero tampoco la Iglesia santa es una magnitud abstracta; su existencia se realiza en la espera del retorno de Cristo y de la venida del reino de Dios. La Iglesia experimenta y sufre en el sentido más íntimo la situación de este mundo. Así, pues, su proclamación del evangelio está sujeta a condiciones históricas y a la ley del pecado: también en su carácter institucional la Iglesia santa es a la vez Iglesia pecadora.

El concepto de «Iglesia pecadora» no se halla en el NT; en él se subraya más bien la santidad. Sin embargo, los enunciados sobre la santidad en el NT tienen marcado carácter escatológico y están contrapunteados por una presencia de pecado, afirmada allí pero no sometida a una reflexión explícita. Mateo, sobre todo, describe el entrelazamiento de pecado y santidad: la Iglesia está constantemente amenazada desde el interior (Mt 24, 10ss). Dios deja también margen al mal en la Iglesia: la cizaña puede crecer hasta el tiempo de la recolección, en la red de pesca hay peces buenos y malos (Mt 13, 24 36 47). Juan y Pablo, al subrayar más fuertemente los rasgos ideales de la Iglesia, no excluyen la debilidad, imperfección, desobediencia y tentación del pueblo peregrinante de Dios. El Ap (2-3) por su parte considera a las comunidades como pecadoras y necesitadas de conversión. Así, pues, la Iglesia, bajo un doble aspecto, en cuanto se halla compuesta de hombres pecadores y en cuanto marcha a través del tiempo, está constantemente llamada a modificar su pensar y a convertirse, a renovarse mirando a su origen.

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