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La Realidad

brenda.l11 de Noviembre de 2012

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La iglesia pecadora necesitada de reforma

Por la -> justificación el hombre, que era pecador, viene a ser justo, cosa que antes no era. Deja por tanto, en sentido verdadero, de ser pecador. Pero esta justicia no es una posesión estática, sino que constantemente está expuesta a las acometidas del mundo y confiada a la libre decisión del hombre (Gál 2, liss; 5, 24ss; 1 Pe 5, 8ss). Además de los pecados personales del que ya ha sido justificado, además de divisiones y partidismos (1 Cor 1, 10; 11, 18), puede haber falsas doctrinas (Gál; Col 2, 8) y prácticas (Col 2, 16-23) que se introducen subrepticiamente en las comunidades. Por consiguiente, todo cristiano, todo miembro de la Iglesia, en su condición de peregrino, es a la vez justo y pecador. Aun en el estado posbaptismal el cristiano debe poner empeño en no hacerse conforme al mundo y en renovarse constantemente (Rom 12, 2). Por cuanto la Iglesia se halla compuesta de hombres pecadores, está constantemente sujeta al imperativo de reformarse conforme a la ley de Cristo.

En cuanto tal, la Iglesia ha recibido la promesa de la santidad; ha de ser «sin mancha ni arruga..., santa e inmaculada» (Ef 5, 27). La santidad de la Iglesia no excluye los pecados de los cristianos y de los dignatarios eclesiásticos; únicamente subraya la indisolubilidad de la unión de la Iglesia con Cristo. Pero tampoco la Iglesia santa es una magnitud abstracta; su existencia se realiza en la espera del retorno de Cristo y de la venida del reino de Dios. La Iglesia experimenta y sufre en el sentido más íntimo la situación de este mundo. Así, pues, su proclamación del evangelio está sujeta a condiciones históricas y a la ley del pecado: también en su carácter institucional la Iglesia santa es a la vez Iglesia pecadora.

El concepto de «Iglesia pecadora» no se halla en el NT; en él se subraya más bien la santidad. Sin embargo, los enunciados sobre la santidad en el NT tienen marcado carácter escatológico y están contrapunteados por una presencia de pecado, afirmada allí pero no sometida a una reflexión explícita. Mateo, sobre todo, describe el entrelazamiento de pecado y santidad: la Iglesia está constantemente amenazada desde el interior (Mt 24, 10ss). Dios deja también margen al mal en la Iglesia: la cizaña puede crecer hasta el tiempo de la recolección, en la red de pesca hay peces buenos y malos (Mt 13, 24 36 47). Juan y Pablo, al subrayar más fuertemente los rasgos ideales de la Iglesia, no excluyen la debilidad, imperfección, desobediencia y tentación del pueblo peregrinante de Dios. El Ap (2-3) por su parte considera a las comunidades como pecadoras y necesitadas de conversión. Así, pues, la Iglesia, bajo un doble aspecto, en cuanto se halla compuesta de hombres pecadores y en cuanto marcha a través del tiempo, está constantemente llamada a modificar su pensar y a convertirse, a renovarse mirando a su origen.

La iglesia al servicio de los hombres de hoy

La Iglesia tiene tanto el derecho como el deber de enseñar su doctrina social de la Iglesia ya que su misión salvadora, aunque es de orden religioso, abarca a todo el hombre, que incluye su dimensión terrena y temporal, como su dimensión espiritual y trascendente.

"Por tanto, la finalidad de esta doctrina de la Iglesia - que aporta su visión propia del hombre y de la humanidad - es siempre la promoción de liberación integral de la persona humana, en su dimensión terrena y trascendente, contribuyendo así a la construcción del Reino último y definitivo, sin confundir sin embargo progreso terrestre y crecimiento del Reino del Cristo" (Puebla, 475; Gaudium et spes 39).

El ámbar, cárabe o succino (del latín succinum) es una piedra preciosa hecha de resina vegetal fosilizada proveniente principalmente de restos de coníferas y algunas angiospermas. ...

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