ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

La Unidad Del Varón Cristiano


Enviado por   •  3 de Enero de 2013  •  2.928 Palabras (12 Páginas)  •  491 Visitas

Página 1 de 12

LA UNIDAD DEL VARÓN CRISTIANO

Introducción

No podríamos aproximarnos al tema de la unidad del varón cristiano, sin un entendimiento adecuado sobre la importancia que tiene la unidad de la iglesia cristiana y su fundamento según las Escrituras. Así que trataré de abordar el tema de “La Unidad del Varón Cristiano” partiendo de los principios mismos sobre los cuales se fundamenta la unidad de la Iglesia y que se pueden aplicar a cualquier grupo de varones y su importante participación en la integración de una sociedad de varones en la iglesia local como medio de expresión de su unidad en Cristo.

No cabe duda que uno de los pilares de la vida cristiana es la unidad de la iglesia, tanto así, que es parte de la identidad y confesión de nuestra fe como cristianos, la cual se refleja en el uno de los credos más antiguos de la tradición cristiana comúnmente conocido como “Credo de los Apóstoles”, en el cual encontramos la declaración “creo en la comunión de los santos”. Siempre he pensado que esta es una de las partes más difíciles de llevar a la práctica en la vida cristiana. Y a pesar de que pueden existir conflictos y divisiones entre los cristianos, la Palabra nos enseña que en Cristo, queramos o no, somos UNO. Por tanto, lo que afecta positiva o negativamente a uno, también afecta a todos los miembros de esa comunidad.

Y debido a que Dios nos ha hecho ser uno en Cristo, debemos vivir expresando esa unidad en la iglesia local y universal de la mejor manera posible. ¿Cómo debemos expresar los varones cristianos esa unidad? Leer Efesios 4:1-6. Este pasaje nos muestra tres deberes a seguir para vivir y expresar la en unidad cristiana.

I. DEBEMOS RECORDAR NUESTRO LLAMAMIENTO (V. 1)

“Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados…”

A. En los capítulos anteriores Pablo ha discutido a fondo el asunto de nuestro llamamiento (1:18). Ahora el resto de la epístola trata acerca de cómo es en la práctica ese llamamiento comenzando con la vida en la comunidad de la iglesia. Lo que Pablo está tratando de decir con estas palabras es que lo que en la eternidad Dios ha planeado para nosotros tiene un cumplimiento terrenal y práctico. Las doctrinas que ya ha tratado de la predestinación y la elección del creyente para ser hechos conforme a la imagen de Dios, no son un asunto meramente teológico o doctrinal, sino que tienen implicaciones prácticas que le dan un sentido único a la vida del cristiano en la comunidad de la iglesia.

B. Lo que el cristiano ha de ser está determinado por el llamamiento divino. Todos los auténticos cristianos, un día recibimos el llamado del Señor por medio de su Palabra y su Espíritu y en conformidad con ella debemos comportarnos. La clave para entender el por qué Dios nos manda obedecerle es que Dios nos ha salvado y nos ha hecho ser nuevas criaturas, y con base en esa nueva vida y en la nueva identidad que tenemos en Cristo es que él nos manda obedecer sus mandamientos. Es como cuando Dios les dio a los israelitas los 10 mandamientos; primero les recordó cómo él los había salvado. Habló Dios todas estas palabras: «Yo soy Jehová, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre...” (Éxodo 20:1,2.). De la misma manera, Pablo nos recuerda quiénes éramos antes y quiénes somos y de debemos ser en Cristo.

C. Así mismo, el comportamiento de una persona ante los demás se ve afectado por su identidad y vocación. Por ejemplo, los militares tienen un código de conducta que los distingue de los demás ciudadanos. Se caracterizan por la lealtad, la obediencia casi ciega a sus superiores, un valor infranqueable, así como la disciplina estricta que deben exhibir en cada una de sus acciones. No se trata de solo de portar un uniforme y un arma, se trata de una actitud congruente con su vocación. Igualmente, los personajes de la realeza, debido a su identidad y vocación como personas socialmente diferentes, tienen que comportarse de manera que reflejen y hagan honor a su nobleza. No se trata solo de portar una corona y un cetro, se trata de una actitud congruente con su vocación.

D. Y eso es exactamente lo que el Señor nos enseña en este versículo. Por la gracia del Señor tenemos una nueva relación con Dios, hemos sido hechos para alabar la gloria Su gracia (1); tenemos nueva vida y somos una nueva creación (2), somos parte de una nueva comunidad en Cristo (3). Y por tanto, tenemos el alto honor de honrar nuestro llamamiento viviendo en armonía y unidad entre nuestros hermanos. Esta es la razón por la cual el varón cristiano está llamado a vivir en unidad con otros creyentes que al igual que él, han pasado de muerte vida con Cristo. Sin embargo, es importante advertir el peligro de olvidar o demeritar la importancia a la obra de Cristo en nuestras vidas. La predicación y la enseñanza de la sana doctrina de nuestra salvación en nuestras iglesias deben ser ponderadas al máximo, pues esa es la gran comisión que nos fue encomendada por Cristo. De ahí que no podemos hacer otra cosa que recordar para valorar y hacer conciencia una y otra vez que nosotros que en otro tiempo éramos hijos de ira, ahora hemos alcanzado misericordia para responder con gozo al llamamiento de nuestra vocación de unidad en Cristo.

II. DEBEMOS ESFORZARNOS EN MANTENER LA UNIDAD (V. 2,3)

“Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz…”

La enseñanza de este pasaje es clara de entender: Todos somos responsables de cuidar la unidad que ya ha sido establecida por el Espíritu Santo. No se nos dice que debamos crear o inventar la unidad, pues el cuerpo de Cristo es sustentado por su misma cabeza que es el Señor Jesucristo. Sólo él puede crear la comunión verdadera, pero la cultiva mediante las decisiones que nosotros tomamos y los compromisos que asumimos. Para producir la unidad cristiana se necesita solo del poder de Dios, pero para conservarla se necesita de nuestro esfuerzo. Esta responsabilidad no es solo de los líderes de la iglesia o de unos cuantos, sino de todos y cada uno de los que conformamos el cuerpo de Cristo. Dios desea intensamente que experimentemos la unidad y la armonía unos con otros y para ello nos ha dado de su Espíritu, pero sin el empeño de cada uno de los miembros esto no será posible. Jesús pagó el precio más alto por la salvación y unidad de los cristianos y quiere que la protejamos, sobre todo, del daño terrible que causan la división, el conflicto y la falta de armonía. Como varones cristianos, jefes de familia y líderes de la

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (17.4 Kb)  
Leer 11 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com