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NOVENA EN HONOR DE LA MDRE REINA Y VICTORIOSA TRES VECES ADMIRABLE DE SCHOENSTATT


Enviado por   •  3 de Mayo de 2013  •  5.469 Palabras (22 Páginas)  •  803 Visitas

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NOVENA EN HONOR DE LA MDRE REINA Y VICTORIOSA TRES VECES ADMIRABLE DE SCHOENSTATT

Hna. M. Gunthildis Kley

INTRODUCCIÓN

Tú tienes un problema muy grande y por lo tanto has decidido acudir a nuestra Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt a través de una novena. Tal vez ya te hayas arrodillado alguna vez en el Santuario o Ermita de Schoenstatt, o habrás hecho una peregrinación a este lugar el día 18 de algún mes. Ese día se celebra en Schoenstatt el "Día de Alianza", el día en que renovamos la alianza de amor hecha por la generación fundadora de Schoenstatt con la Madre de Dios. En el día de la Alianza verás escritas en el frente del altar estas palabras:

NADA SIN TI

(Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt)

NADA SIN NOSOTROS.

La primera parte de esta frase nos recuerda que la Madre de Dios es la Mediadora Universal de todas las gracias. Todo obsequio Divino nos llega por manos de María, nuestra Madre.

La última frase, "Nada sin nosotros", nos hace prometerle a la Virgen bendita que estamos dispuestos a poner algo de nuestra parte, puesto que Ella espera nuestra cooperación.

Lo que tú quieres recibir de la Madre de Dios en tu situación actual lo tienes bien claro. Lo que tendrás que hacer durante los días próximos, la novena te lo dirá. Esta novena no es tan sólo una oración que has de decir. La idea de la novena es más bien ayudarte en la aplicación de estos ideales a tu vida diaria. La Virgen María te llevará de la mano, si así se lo pides: Ella expone su propia vida delante de ti para que puedas seguir su ejemplo. Haz la prueba... y ten confianza.

Nuestra Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt contestará tus plegarias.

PLEGARIA PREPARATORIA

(Para decirse cada día de la novena)

Querida Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt; vengo a ti con ilimitada confianza a implorar tu ayuda para obtener de Dios lo que humildemente pido. Tu Hijo divino te entregó a mi como madre. Sus palabras “He ahí a tu Madre” me las dijo a mi también, y a ti te dijo “He ahí a tu hijo”, Jn. 19, 26-27, una unión eterna. ¡Heme aquí pues arrodillado a tus pies! ¡Que consuelo tenerte como Madre! Por lo tanto acudo a ti en mi angustia. Te ruego Madre Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt, pues ninguno de tus hijos que ha acudido a ti ha quedado sin protección o ayuda. Tú misma has llevado a cuestas grandes penas. Como Madre dolorosa permaneciste al pie de la cruz. Ahora que vengo a ti con mi dolor,

¿Despreciarías esta humilde y angustiosa súplica? ¡No, Nunca! Tú eres la salud de los enfermos, el consuelo de los afligidos, el auxilio de los cristianos. Lo que me llena de consuelo especial, sin embargo, es el hecho de que a ti te llaman Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt, un título que quiere decir simplemente que eres maravillosa en todo momento y lugar. Obtén para mi, pues, de tu divino hijo, la respuesta a mi plegaria..., y yo repetiré tu “Magnificat” (LC. 1, 46-55 ) y pregonaré la Misericordia de Nuestro Señor por toda la eternidad. Amén.

PRIMER DÍA

DIOS SALUDA A MARÍA

“El ángel del señor anuncio a María y ella concibió del Espíritu Santo” (Lucas 1, 28-38)

A través de los siglos, las campanas de todas nuestras iglesias y capillas han proclamado en voz alta este misterio. Tres Veces al día nos quiere recordar el principio de nuestra redención. Meditemos por un momento en la Anunciación. ¡Cuanta Luz ha de haber rodeado a la Santísima Virgen María! ¡Qué gran misterio confío el Señor a su Cuidado! ¡La Venida del Mesías se acercaba y aquella humilde doncella llegaría a ser su Madre! ¡Qué profunda emoción debe haber embargado a María cuando oyó lo increíble: que el hijo de Dios quería hacerse uno de Nosotros!

Preguntémonos sin embargo, si acaso este hecho trajo alegría y felicidad tan sólo a la Virgen María. Claro que no, pues bien sabemos, la hora aguardada por tan largo tiempo traía consigo una profecía de mucho sufrimiento. Seguramente que en el momento de la Anunciación, la Virgen Santísima no conocía a detalle todos los acontecimientos que se disponía a aceptar. Por otro lado, Ella estaba familiarizada con las escrituras. Especialmente los pasajes referentes al Mesías quien, a un precio de extremadamente dolorosos sufrimientos, quería redimir a un mundo tan profundamente sumergido en la culpa y el pecado. Entonces, ¿No tendría también su Santísima Madre que prepararse para un mar de sufrimientos? El Ángel del Señor anunció a María” (Lc. 1,28) María saludada por Dios. ¿Dios nunca te ha enviado un ángel que te salude y te traiga un mensaje? Entonces, ¿Quién te trae sus mensajes? Tal Vez sea el cartero quién trae noticias que pueden destruir todos tus sueños y tu felicidad. Noticias de que algunos de tus semejantes te calumnian y manchan tu honor, noticias de que has perdido tu casa y todas tus posesiones o de que tus acreedores te amenazan con una demanda. Tal vez te han llegado noticias del fallecimiento o la gravedad de algún ser querido o esperas con ansia saber con sigue el enfermo. Tal vez los problemas que te hacen la vida pesada no sólo son exteriores sino también interiores.

¡Ah no digas que Dios nunca te manda un mensajero o un mensaje! ¡Calla! Arrodíllate silenciosamente frente al Señor tu Dios como la Virgen María se arrodilló ante el ángel, y reflexiona. Para aquellos que aman a Dios, nada es imposible. ¿Acaso tu cruz, cualquiera que ésta sea, no es un saludo del Padre celestial para ti, su Hijo? ¿No es esto como si un ángel mensajero se parara delante de ti? Tal como sucedió a la Virgen María, Él espera también tu consentimiento. Tu sufrimiento tiene un profundo significado. Desde que Cristo Murió en el Gólgota, Él permite que aquellas personas a quienes Él Ama participen en su muerte, para que así mismo se hagan participes de su gloria. Junto con Cristo debemos sufrir por nuestra propia redención y al de los demás. Inclina tu cabeza, pues, bajo la mano de Dios, y cree ciegamente que es Dios quien te saluda en tu dolor, que es un mensaje del Cielo. Cree firmemente que ahora, más que nunca, no estás abandonado de Dios, y confía implícitamente que Él te escuchará a través de

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