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NUEVA EVANGELIZACION Y NUEVOS METODOS.


Enviado por   •  10 de Septiembre de 2013  •  5.956 Palabras (24 Páginas)  •  480 Visitas

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NUEVA EVANGELIZACION Y NUEVOS METODOS.

CARLOS ARBOLEDA MORA

Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, Colombia.

1. EL HOMBRE SE PLANTEA UNAS PREGUNTAS EN LOS MAS PROFUNDO DE SU SER.

El punto de partida de la reflexión se sitúa en una pregunta existencial: «Qué es el hombre, cuál es el sentido y el fin de nuestra vida, qué está bien y qué es pecado, cuál es el origen y el fin del sufrimiento... y, finalmente, cuál es el misterio último e inefable que envuelve nuestra existencia, de dónde procedemos y hacia dónde nos dirigimos».(Nostra Aetate 1 b).

Es la pregunta fundamental y el esfuerzo por dar una respuesta marca toda la historia. Encontrar lo que es el hombre es el reto del pensamiento. Encontrar la estructura ontológica original del hombre es el debate fundamental de toda ciencia y sabiduría y es la búsqueda que hace todo hombre de buena voluntad. Los deseos irrefrenables de conocer, querer y hacer están manifestando esa búsqueda de lo originario humano y es una constante que no se puede negar. Religiones, sicologías, ideologías y cosmovisiones tratan de llegar a una respuesta. ¿Qué es lo que satisface los deseos de conocer, querer y hacer el hombre? Si el hombre es una continua búsqueda, ¿dónde está la respuesta o el encuentro? Debe haberla pues, de lo contrario, el hombre será una pregunta sin respuesta, una búsqueda sin hallazgo.

Esta es la pregunta que se hacen los hombres y que corresponde a lo que es su vida. San Agustín ha ayudado a comprender la situación. La vida es un continuo movimiento, una movilidad vital según San Agustín, la inquietud, “Inquietum est cor nostrum”: la “inquietud” como constitución ontológica fundamental de la subjetividad humana. Ser carencia y deseo, anhelo y fracaso, es la realidad del ser humano. La existencia es desasosiego, angustia y búsqueda. Para San Agustín es la la búsqueda de la vida feliz, la vita beata. “Cuando te busco a tí, Dios mío, es la vida bienaventurada lo que busco. Que te busque yo para que viva mi alma, pues si mi cuerpo vive de mi alma, mi alma vive de tí”.

El hombre es un buscar que es el mismo buscar, no es buscar cosas sino buscar a Dios. El sentido fundamental de la vida es buscar el sentido que, en términos teológicos, es Dios. Pero cualquier hombre, aún sin fe, está en búsqueda del sentido. Esta búsqueda o cuidado es una estructura originaria humana o totalidad estructural originaria. Esta estructura tiene

tres elementos o modos: la “existenciariedad”, la “facticidad” y la “caída”. Estos elementos constituyen el andamiaje de todo el ser humano. La existenciariedad es la realidad del hombre que está acá como posibilidad y como anticipándose a sus posibilidades. Vivir en función de las posibilidades es, según Agustín, vivir anticipadamente la vida futura.

La facticidad se refiere al hecho de estar en este mundo. Encontrarse con la existencia recibida, colocados o arrojados en el mundo, situados sin haber pedido el permiso, despedidos del ser, desnudos ante la posibilidad de no ser. Arrojados con una autosensación emotiva de que se es creado con la posibilidad de volver a Dios.

La caída es la preocupación por las posibilidades más a la mano del hombre, olvidando la mayor posibilidad, la conquista de su ser propio. Es lo que Agustín llama la delectatio, gozar con lo pequeño, con lo trivial, con lo que está al alcance de la mano, derramarse en las pequeñas cosas y clausurar el horizonte vital.

“No es cierto, pues, que todos quieran ser dichosos, pues los que no quieren gozar de Vos, que sois la única vida dichosa, cierto es que no quieren la vida dichosa. ¿O es que todos lo quieren, mas como la carne apetece contra el espíritu y el espíritu contra la carne, de suerte que no hacen lo que quieren (Gal., 5, 17), caen sobre lo que pueden, y con ello se contentan, porque lo que no pueden, no lo quieren con tanta eficacia cuanta es menester para que puedan? Porque pregunto a todos qué prefieren: gozar de la verdad, o de la falsedad; tan no dudan decir que prefieren gozar de la verdad, como no dudan decir que quieren ser felices. Porque la vida feliz es gozo de la verdad; pues éste es gozo de Vos, que sois la Verdad, ¡oh Dios, luz mía, salud de mi rostro, Dios mío! Esta vida bienaventurada

todos la quieren; esta vida, que es la única bienaventurada, todos la apetecen; el gozo de la verdad todos lo quieren. Muchos he tratado que querían engañar, mas ninguno que quisiera ser engañado.”

La tentación es la tendencia a la dispersión y absorción en el mundo. Esta tentación se manifiesta en tres formas: la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la ambición del siglo. Formas que no deben entenderse en sentido moralizante ascético, sino

como verdaderas posibilidades de perder el camino: quedarse en las cosas y no ir a lo esencial, Dios-

Se pierde el hombre en los objetos y pierde la mayor posibilidad de su existenciariedad. El hombre es absorbido por el mundo circundante de cosas y de hombres. Quiere ser temido, quiere ser amado, quiere ser servido, es decir, está perdido. El hombre ya no piensa sino que actúa como se piensa en el mundo, como se piensa en el periódico, como se piensa en los medios de comunicación.

Pero en medio de la caída resuena la llamada de Dios (Agustín). Es una llamada en la profundidad de la conciencia. Llamada que puede ser el Evento, instante que deslumbra un momento y que ilumina al hombre. O llamada que puede ser luz interior, iluminación súbita, que llama al hombre desde su condición de caído a vivir en una luz más alta.

La Escritura ofrece una respuesta que incluye toda esta estructura y la completa con la efectiva posibilidad de un encuentro con el sentido que se busca. El hombre es criatura en el mundo amada por Dios. Este dato incluye toda la esencia del hombre. Es una criatura, por tanto, finita y mortal, colocada en el medio del mundo (histórica y situada ecológicamente) y amada por Dios (una persona que la ha llamado a la vida). Lanzada en el mundo como un ser donde Dios se manifiesta, en el ahí del hombre se revela Dios. El hombre es el lugar donde Dios se manifiesta.

En el origen del hombre hay una experiencia fundamental de llamado (del creador a la creatura), pero llamado de amor (del amante al amado), lo que hace que haya una dependencia ontológica radical, pero que es dependencia de relación amorosa y no de dominio. Esa creación amorosa está descrita en la Escritura como creación a “imagen y semejanza”. Aunque el Antiguo Testamento no desarrolla mucho estos conceptos, sí son guía de su concepción antropológica:

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