Por Que No Llega El Avivamiento
ceecygzz2 de Septiembre de 2012
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PORQUE NO LLEGA EL
AVIVAMIENTO?
LEONARD RAVENHILL
INDICE
Prólogo
Prefacio del autor a la tercera edición
Prefacio
1. Por encima de todas las cosas consigue unción
2. La oración se apodera de lo eterno
3. Un llamamiento a la unción en el púlpito: acción en los bancos de la iglesia
4. ¿Dónde está el Dios de Elías?
5. El despertamiento en un cementerio
6. El despertamiento tarda porque
7I. ¿Es la predicación ardiente por las almas un arte perdido
8I. Creyentes incrédulos
9. Se necesitan profetas para el día del desastre
10. Fuego enciende fuego
11. ¿Por qué no se mueven?
12. La iglesia pródiga en un mundo pródigo.
13. Se necesita un profeta para predicar a los predicadores
14. El edificador de un imperio para Dios
15. M arcado para Cristo
16. «¡Dame hijos o me muero!»
17. La hez del mundo
18. La oración es tan vasta como Dios
19. Como va la iglesia así va el mundo
20. Conocido en el infierno
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PROLOGO
Las grandes empresas industriales suelen tener empleados que solamente son necesarios en
caso de ocurrir un desperfecto. Cuando algo va mal en la maquinaria, estos hombres se ponen
en acción para localizar el defecto, lo reparan y la máquina vuelve a funcionar.
Para estos técnicos el trabajo rutinario no es de interés. Son especialistas en descubrir y
reparar desperfectos.
En el Reino de Dios sucede también así. Dios tiene siempre especialistas cuyo principal
objetivo ha sido y es reparar la catástrofe moral; el deterioro en la salud espiritual de las
naciones o de la Iglesia. Hombres como Elias, Jeremías, Malaquías y otros de la misma talla
han aparecido en momentos críticos de la historia para reprender y exhortar en nombre de
Dios y de la Justicia.
Miles de ministros religiosos del tipo común, pastores, maestros, podían trabajar quietamente
casi sin ser notados mientras la vida espiritual de Israel o de la Iglesia era normal. Pero en
cuanto el pueblo de Dios se ha apartado de las sendas de la verdad, inmediatamente han
aparecido los especialistas de Dios casi de la nada. Su instinto, capacitado para la dificultad,
les trajo en ayuda del Señor y de Israel.
Tales hombres han sido drásticos, radicales, a veces casi violentos, y la muchedumbre de
curiosos que les rodeaba pronto les tildaron de fanáticos, extremistas y negativos. Hasta
cierto punto tenían razón. Eran hombres de mente sencilla, serenos, intrépidos, y éstas eran
las cualidades que la ocasión demandaba. Chocaban con al gunos, ofendían a otros con sus
palabras; pero ellos sabían Quién les había llamado y a qué eran enviados. Su ministerio era
de emergencia, y este hecho les hacía diferentes, únicos.
Con tales hombres tiene la Iglesia una gran deuda imposible de pagar. La cosa curiosa es que
no se les paga mientras viven pero la próxima generación adorna sus sepulcros y escribe sus
biografías como para descargarse de un deber que la pasada generación olvidó.
Los que conocen a Leonardo Ravenhill reconocerán en él a uno de estos especialistas
religiosos; a un hombre enviado por Dios, no para llevar a cabo la tarea normal de la Iglesia,
sino para desafiar a los sacerdotes de Baal en la cumbre de su montaña eclesiástica,
reprochar a los descuidados ministros del altar, afrontar a los falsos profetas y advertir al
pueblo por ellos extraviado.
Tales hombres no son compañeros fáciles. El evangelista profesional que abandona
rápidamente la reunión al terminar para correr a un lujoso restaurante con algunos
admiradores a festejar el éxito de su elocuencia y contar divertidos chistes, encontrará una
verdadera pesadilla en un tal servidor de Dios que no puede des ligarse de su sagrado deber
como quien da vuelta a una manivela. El hecho de que insista en mostrarse como un cristiano
y servidor de Dios en todo tiempo le hace diferente.
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Con Leonardo Ravenhill es imposible ser neutral. Sus conocidos se dividen netamente en dos
clases: los que le aman y admiran hasta lo sumo, y los que le aborrecian con acentuado
desprecio. Y lo que ocurre con la persona ocurre con sus libros, y particularmente con el que
tienes en la mano. Sus lectores, o bien tienen que cerrarlo y¡ correr a un lugar de oración, o
se sentirán impulsados a hacerlo pedazos, cerrando su corazón a sus llamamientos y
advertencias.
No todos los libros, ni siquiera todos los libros buenos, vienen como una voz de lo Alto; pero
yo siento que con éste es así. Lo es porque su autor reside en las alturas, y el espíritu del
autor transpira por todas sus páginas.
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POR ENCIMA DE TODAS LAS COSAS
CONSIGUE UNCIoN
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La cenicienta de la iglesia es la oración. Esta criada del Señor es despreciada y desechada
porque no se adorna con las joyas del intelectualismo, ni las brillantes sedas de la filosofía, ni
con la impresionante tiara de la psicología. Lleva los delantales de honesta sinceridad y
humildad. No teme arrodillarse.
El defecto de la oración, humanamente hablando, es que no se apoya en la eficiencia mental.
(Esto no quiere decir que la oración sea la aliada de mentes enfermas, sino que en éstos sólo
se aprecia la eficiencia intelectual.) Pero la oración requiere una sola cosa: espiritualidad.
No se necesita indispensablemente la espiritualidad para predicar, esto es, para dar sermones
con perfección homilética y exactitud de exégesis. Mediante una buena dosis de memoria,
ciencia, ambición personal, desparpajo y una buena biblioteca bien cargada de libros, el
pulpito puede ser conquistado por cualquiera en nuestros días. La predicación de este tipo
puede influenciar a los hombres, la oración influye con Dios.
La predicación afecta al tiempo, la oración a la Eternidad. El pulpito puede ser un escaparate
para exhibir nuestros talentos; la oración significa lo contrario a exhibicionismo.
La tragedia de estos últimos tiempos es que tenemos demasiados predicadores muertos en los
pulpitos dando sermones al pueblo. ¡Qué horror! Una extraña cosa he visto «debajo del sol»:
que aun en círculos fundamentalistas se predica sin unción. ¿Qué es unción? Apenas lo sé.
Pero sé lo que no es (o por lo menos sé cuándo no está sobre mi propia alma). Predicar sin
unción mata en lugar de dar vida. El predicador falto de unción es «sabor de muerte para
muerte». La palabra no se hace viva a menos que la unción divina esté sobre el predicador.
Por lo tanto, predicador, sobre todas las cosas buscadas, busca unción. Hermanos, podríamos
bien apañarnos siendo solamente medio intelectuales (de la intelectualidad moderna) si
fuéramos doblemente espirituales. Predicar es un negocio espiritual. Un sermón nacido de la
mente alcanza simplemente la mente; un sermón nacido en el corazón, alcanza el corazón.
Con la bendición de Dios un predicador espiritual producirá gente espiritual. Pero la unción no
es una paloma que bate sus alas contra los cristales para entrar en el alma del predicador,
sino que tiene que ser perseguida y alcanzada. La unción no puede ser aprendida cual arte,
sino que debe ser ganada y conseguida por oración. La unción es la medalla divina concedida
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al predicador que como soldado ha luchado en oración y obtenido la victoria. La victoria no se
obtiene en el pulpito disparando descargas intelectuales, sino en el retiro de la oración. Es
una batalla ganada o perdida antes de que el predicador pise el pulpito. La unción es cual
dinamita. La unción no viene por las manos del obispo, ni queda disipada cuando el
predicador es puesto en prisión. La unción penetra y derrite, endulza y ablanda. Cuando el
martillo de la lógica y el fuego del humano celo fracasan en abrir los corazones, la unción lo
consigue.
¡Cuánta fiebre de construir iglesias existe actualmente! Sin embargo, sin predicadores ungidos
estas alturas no se verán nunca rodeadas de ansiosos penitentes.
Suponte que tuviésemos
...