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Salmos


Enviado por   •  30 de Julio de 2013  •  Informes  •  5.008 Palabras (21 Páginas)  •  328 Visitas

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0SALMOS, LIBRO DE LOS El título más común de este libro viene del que se halla en la mayoría de los manuscritos de la Septuaginta, psalmoi, que es traducción griega del título hebreo de 57 de los Salmos, mizmor (o sea, himno, canto), por ejemplo, 3, 4, 5, 6, 15. Otros manuscritos de la LXX usan el apelativo psalterion (de donde viene nuestra palabra «salterio»).

En la sinagoga los judíos usan el nombre tehillim («himnos») o tefilot («oraciones»). Ambos nombres sirven como título apropiado, aunque no encajan, según su carácter, con todos los poemas coleccionados en el salterio.

Estructura Del Libro

El salterio consta actualmente de ciento cincuenta salmos, pero debe reconocerse que tal número no refleja precisamente la realidad. Es evidente que el Sal 14, con muy pequeñas variantes, es idéntico al 53; que el 70 es una repetición literal de 40.13–17, y que el 108 se compone de 57.8–11 y 60.7–12. La ordenación numérica en el texto masorético no concuerda con la de la Septuaginta, porque esta une los Sal 9 y 10 en uno e igualmente 114 y 115. Por otra parte, la Septuaginta, también subdivide 116 y 147, cada uno en dos himnos independientes. Esto explica la diferente numeración de algunas versiones. La Vulgata y también versiones modernas de la iglesia católica siguen en este aspecto a la Septuaginta. Hay casos, sin embargo, donde ni la tradición del texto masorético ni la de la Septuaginta parecieran ser correctas; p. ej., el hecho de que en ambas los Sal 42 y 43 aparecen como independientes cuando originalmente deben haber sido uno solo, como lo comprueba el refrán de 42.5 que se repite en 42.11 y 43.5.

Los Salmos se dividen actualmente en cinco libros, probablemente por analogía con el Pentateuco, y cada libro termina con una doxología. El primer libro contiene los Sal 1–41, el segundo 42–72, el tercero 73–89, el cuarto 90–106 y el quinto 107–150. En este último libro todo el Sal 150 representa la doxología final. Esta agrupación no es cronológica y su importancia es más bien secundaria. Observamos, por ejemplo, que en el centro hay un grupo, el de los Sal 42–83, que por el uso constante del nombre divino Elohim puede figurar como el «salterio elohístico». En los primeros libros predominan los salmos de David, pero los hay dispersos también en los restantes libros, por ejemplo, el Sal 110, citado por Jesús como salmo de David.

Algunos salmos forman pares por la semejanza de su contenido, como 3 y 4; 9 y 10. Los Sal 111 y 112 fueron juntados por ser ambos alfabéticos. Por otra parte, se agruparon los compuestos por un mismo autor, como los salmos de los hijos de Coré (42–49), y los de Asaf (73–83). Con Sal 56 comienza un grupo de cinco que se titulan Mictam, término técnico todavía no esclarecido, y como «canciones de subidas» figura el grupo de los Sal 120–134, que los peregrinos cantaban al dirigirse a Jerusalén para asistir a las grandes fiestas culturales. Tanto en el cuarto como en el quinto libro predomina el nombre Jehová; en el primero de estos aparece ciento tres veces y nunca aparece Elohim. El final del salterio lo forman los cinco salmos de «Aleluya». De todo esto resulta que la agrupación de los salmos y su distribución obedece a distintos criterios, pero es indudable que la formación de este himnario se comenzó en los tiempos de David. Según 2 Cr 23.18, durante el reinado de Josías había una colección de los salmos de David.

El siguiente paso para comprender mejor el proceso de la agrupación de los Salmos puede ser este: el primer libro (1–41) se presenta como una colección escrita por David, con excepción de 1 y 2 que son anónimos y forman la introducción. El segundo libro se inicia con ocho salmos de David, y en él son anónimos el 66, 67 y 71, el 50 se le atribuye a ASAF y el 72, según el título, se le atribuye a Salomón. Las palabras finales de este último, «Aquí terminan las oraciones de David, hijo de Isaí», indican que, según la opinión del redactor final, lo precedente es el himnario compuesto y arreglado por David, y los siguientes son suplementos confeccionados por otros autores y en otras épocas.

El tercer libro, que es el primero de estos suplementos (73–89) contiene composiciones de poetas levíticos. Estas son: once salmos de Asaf, contemporáneo de David (y bajo su nombre podemos incluir también a sus descendientes), cuatro de los hijos de Coré, uno de Etán y uno (86) de David.

Si los primeros dos libros pueden llamarse «el salterio de David» y el tercero, es decir el primer suplemento, «el salterio de Asaf» (aunque varios de sus autores hayan vivido después de Asaf), estos podrían ser los libros a que se refiere el cronista (2 Cr 29.30): «Entonces el rey Ezequías y los príncipes dijeron a los levitas que alabasen a Jehová con las palabras de David y Asaf vidente».

Queda un problema difícil de explicar: ¿Por qué David no incluyó en su propio salterio sus dieciocho salmos repartidos ahora en los últimos dos suplementos. Sin embargo, no es posible negar la paternidad davídica de estos salmos sencillamente porque no figuran en el salterio propio de David. Solo se sabe que redactores posteriores lo incluyeron en estos suplementos finales. El segundo de los tres suplementos (90–106) consiste (además del Sal 90) de catorce himnos relativamente cortos, que son los himnos para la mañana y la tarde de una semana, y tres más largos, en su mayoría anónimos, que probablemente datan de la época de Jeremías ( 600 a.C.).

El último suplemento, que quizá se redactó después del cautiverio (107–150), se agrupa alrededor del salmo alfabético 119, el cual contiene veintidós estrofas de ocho versículos cada una, las cuales comienzan con una letra respectiva del alfabeto hebreo, que a su vez tiene veintidós letras. Este salmo va precedido por seis de alabanzas (113–118) para fiestas litúrgicas, los cuales todavía los judíos ortodoxos repiten en la tarde de la Pascua, y seguido por quince canciones de subidas (120–134) destinadas para las peregrinaciones anuales a Jerusalén. Estos tres grupos están enmarcados por los salmos alfabéticos (111 y 112) y los levíticos (135–137), pero el marco se completa primero por los salmos de David (108–110; 138–145) y finalmente por el salmo del regreso (107) y los cinco de Aleluya (146–150). Los Sal 126 y 137, que son del cautiverio, demuestran que este tercer suplemento (el quinto libro del salterio) fue el último en componerse.

SALMOS:

I. Himnos

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