San Ignacio De Loyola

San Ignacio nació en 1491 en Guipúzcua. Era el pequeño de once hermanos.

Ignacio durante toda su vida tuvo modo muy elegante para tratar a todo tipo de personas, lo aprendió en la Corte donde vivió al morir su madre, siendo pequeño.

Entró a la carrera militar, pero con 30 años, fue gravemente herido mientras defendía el Castillo de Pamplona. Le hicieron tres operaciones en la rodilla, sin anestesia. Se quedó cojo para toda la vida.

Durante su recuperación su hermana le llevó dos libros: “La vida de Cristo” y el “Año Cristiano”, o sea la historia del santo de cada día. Y mientras leía las historias de los santos pensaba: ¿Y por qué no tratar de imitarlos?

Una noche se le apareció la Virgen y desde entonces decidió llevar vida de penitente, y vivía de la limosna.

Con 33 años viajó a Tierra Santa. Al volver decidió estudiar en la Universidad de Barcelona donde hablaba a sus compañeros del Señor mediante conversaciones espirituales, y así crearon la Compañía de Jesús. Su misión sería ir a trabajar por el bien de las almas adondequiera que el Papa Paulo III lo ordenase. Enseñaban a los niños y a todos los hombres los mandamientos de Dios.

Con 50 años Ignacio fue elegido primer general de la Compañía de Jesús, y pasó el resto de su vida en Roma. Fundó colegios, universidades y seminarios. Cuidaba de los enfermos. San Ignacio ponía su felicidad en trabajar por Dios y sufrir por su causa.

Durante los quince años que duró el gobierno de San Ignacio, la orden aumentó mucho y se extendió en nueve países europeos, en la India y Brasil. Como en esos quince años el santo había estado enfermo muchas veces, nadie se alarmó cuando enfermó una vez más. Murió de repente el 31 de julio de 1556, con 65 años.

Fue canonizado en 1622, y el Papa Pío XI le proclamó patrón de los ejercicios espirituales y retiros.

Reflexiones del Diario Espiritual de San Ignacio De Loyola:

“Dios me ama más que yo a mí mismo”

“Siguiéndote Jesús, no me puedo perder”

“Jesús, por nada del mundo te dejaría”

“No merezco, Señor, cuanto recibo”

“Jesús, sé mi guía, condúceme”

“Dadme, Señor, vuestro amor y gracia, éstas me bastan”

“¿Qué queréis Señor, de mí?”

...