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Carta De San Ignacio De Loyola


Enviado por   •  15 de Mayo de 2014  •  2.090 Palabras (9 Páginas)  •  1.109 Visitas

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Carta de San Ignacio de Loyola a Pedro Canisio

El siguiente texto histórico pertenece a una de las cartas contenidas dentro de la correspondencia mantenida entre San Ignacio de Loyola y Pedro Canisio. Dicha carta es escrita en agosto de 1554 por Ignacio de Loyola, en un momento en el que el Concilio de Trento se ha suspendido desde su última reunión en 1552 y en donde la Reforma Luterana sigue fracturando la unidad religiosa de Europa, creando y fortaleciendo diversas iglesias cristianas a lo largo del territorio europeo, como la iglesia calvinista, luterana o anglicana. Este movimiento reformador era considerado por fervientes católicos, como San Ignacio de Loyola, como una herejía llevada a cabo por herejes protestantes, para desprestigiar y hacer sucumbir a la verdadera y única Iglesia sobre la Tierra. En el texto comentaremos las pautas y soluciones que Ignacio de Loyola propone, fruto de su intolerancia a los herejes, para erradicar la herejía y devolver el poder espiritual a la Iglesia Católica y la unidad de la fe a Europa.

La carta está dirigida a San Pedro Canisio, holandés de origen, quien nació cuando Lutero rompía con la mismísima Roma y al mismo tiempo, Ignacio de Loyola, era herido en la defensa de Pamplona. Tras este incidente, Iñigo (como se llamaba antes de cambiarse a Ignacio, por ser un nombre más latino) comenzó el camino de acercamiento a Dios, dejando atrás su vida de caballero para convertirse en peregrino con el deseo de servir a Dios. El 27 de septiembre de 1540, el Pontífice Pablo III promulgaba la bula fundacional de la Compañía de Jesús que, con el nombre de jesuitas, concedería a la Iglesia un “ejercito” en la expansión del catolicismo y su lucha contra el protestantismo. Es fácil pensar que la Compañía de Jesús fue, junto a otras, una de las órdenes religiosas con más calado de la época y que sin ella, la reforma del Concilio de Trento hubiera sido ineficaz. La compañía fue concebida como una empresa colectiva, que no podría superar los sesenta miembros en sus inicios. Ignacio fue nombrado cabeza principal de la orden por su humildad y su capacidad de atraer feligreses; y estableció el principio fundamental de la Compañía de Jesús, la defensa y propagación de la fe, aunque también divulgó una serie de instrucciones para el enfrentamiento contra los protestantes, algunas de ellas se pueden observar en el texto, como la pena capital para los herejes o la confiscación de bienes.

Pues bien, San Pedro Canisio será “el primer hijo” de San Ignacio de Loyola en los territorios Alemanes, donde terminará siendo uno de los más fuertes adversarios del luteranismo.

En los siguientes párrafos de la carta de San Ignacio encontramos las principales líneas de pensamiento referente al asunto de las herejías que tenía el creador de la Compañía de Jesús. Destinada al principal representante de los jesuitas en Alemania, San Ignacio comienza haciendo referencia al actual Rey de Romanos y futuro Emperador del Sacro Imperio, Fernando I, hermano de Carlos V. Desde 1531, Fernando ejercía sus labores de Rey de Romanos junto a las de su hermano, entre las que figuraban el trato de los asuntos alemanes, representar a su hermano en las Dietas Imperiales y dirigir los consejos del gobierno imperial.

Respecto al comportamiento de Fernando hacia los protestantes fue hostil al principio, pero al contrario que su hermano, la hostilidad se fue convirtiendo en tolerancia religiosa cuando se fue dando cuenta que al protestantismo era imposible vencerlo con la fuerza. Fernando, debido a ese cambio de mentalidad, fue el principal precursor de la paz religiosa de Augsburgo en 1555. Por tanto, existe una preocupación en San Ignacio de cara a como se comportará el futuro Emperador y cómo reaccionará, siendo un católico, a la lucha contra la herejía. Para San Ignacio, en el primer párrafo del texto, la única solución eficaz para el rey es la guerra abierta contra los herejes, justificada por el simple hecho de no comulgar con la creencia mayoritaria.

En el segundo párrafo y de nuevo haciendo referencia al Rey de Romanos, San Ignacio, dirigiéndose a Pedro Canisio, advierte indirectamente al monarca de que no acepte tener en su Consejo Real miembros de la religión reformista, porque según San Ignacio, es de su gusto llevar la perversidad que contienen a los círculos cercanos de los monarcas. Al mismo tiempo, sigue San Ignacio, de que no debe de rodearse de influenciados por el protestantismo, debe de expulsar de los cargos de gobierno de cualquier lugar a los influenciados por tal religión. Es decir, San Ignacio quiere que el reino Católico este gobernado por católicos para así alejar las manos herejes del poder, un poder que no debe de ser nunca dado a herejes, al revés, debe de serles desprovisto como castigo, al igual que las riquezas, y si este castigo es poco severo y no frena el auge protestante entonces que se castigue con el destierro o llegado el extremo, con la pena capital. San Ignacio quería que el mundo se diese cuenta de la importancia de la religión en cualquier capa de la sociedad y más aun de que solo existía una única y verdadera religión.

Como ya vimos en el Edicto de Nantes, tanto la educación de la población como el control en la publicación de libros, son temas comunes cuando hablamos de enfrentamientos religiosos. En materia educativa, respecto a las universidades, al igual que el Edicto de Nantes, aunque un tanto más severo en este aspecto, San Ignacio aconseja expulsar de cualquier cargo de dirección, de enseñanza o de administración en las universidades (hace referencia a la de Viena) a todos aquellos partidarios de la religión reformada o que se sospeche que puedan ser partidarios. Lo mismo debe de ocurrir en los colegios privados, todo aquel individuo docente que pudiese pervertir a los alumnos con los ideales reformistas debía de ser expulsado y no poder ejercer si no son católicos y muestran pruebas de serlo. Esto vuelve a demostrar la exclusividad católica para los cargos públicos y de gobierno.

Ahora bien, si el Edicto de Nantes establecía una libertad religiosa para el alumnado, San Ignacio de Loyola aboga por la expulsión de los alumnos de creencia protestante.

Respecto

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