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Sermon Del Monte


Enviado por   •  10 de Junio de 2013  •  1.460 Palabras (6 Páginas)  •  530 Visitas

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El Sermón del Monte es el discurso más famoso de Jesús. Muchos cristianos y no cristianos han sido profundamente impresionados y motivados por sus enseñanzas. Algunas personas se refieren a él, como la revelación de la ley mayor en un momento en que el pueblo de Dios se encontraba aún bajo la ley menor. El sermón del monte es nuestro código para alcanzar la perfección.

Para muchos, el Sermón del Monte contiene las disciplinas principales del cristianismo y es considerado como tal por muchos pensadores morales y religiosos tales como Gandhi. El erudito del Nuevo Testamento Barnett Hillman Streeter, de Oxford, estableció ya en la década de 1930 que "la enseñanza moral de Buda tiene cuatro parecidos notables con el Sermón de la Montaña".

Jesucristo nos ha dado ocho formas específicas mediante las cuales podemos recibir gozo. Cada una de las declaraciones comienza con un vocablo 'Bienaventurado'. La bienaventuranza se define como algo superior a la felicidad. 'La felicidad viene de afuera y depende de las circunstancias; la bienaventuranza es una fuente interior de gozo en el alma misma, la cual ninguna circunstancia externa puede afectar seriamente.

Sé que muchos de nosotros sobrellevamos cargas muy pesadas. Sé que muchos de nosotros vivimos bajo extremados apremios y tensión. Sé que estamos deseosos de hacer lo bueno y que oramos y nos esforzamos por hacerlo. También sé que ninguno de nosotros ha alcanzado la perfección y que se nos ha amonestado a buscarla; por lo tanto, y sólo con el deseo de animar, me tomo la libertad de tratar un tema que me parece se aplica a todos nosotros; proviene del sermón que Jesús dio a la multitud congregada en el monte: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzaran misericordia” (Mateo 5:7).

Vivimos en un mundo donde reinan la aspereza y el rigor. Vivimos en un mundo lleno de hostilidad, mal genio y maldad. Por la naturaleza humana, muchísimos se inclinan a actuar con absoluto egoísmo sin importarles el daño que causen a los demás.

Una parábola del Maestro me viene a la memoria:

“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacia cada día. Banquete con esplendidez.

“Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquel, lleno de llagas,

“y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico…

“Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.

“Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.

“Entonces el, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.

“Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora este es consolado aquí, y tu atormentado.

“Además de todo esto, una gran sima esta puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá para acá.” (Lucas 10:19-20.)

Es conveniente que tengamos un mayor espíritu de compasión en todas nuestras relaciones personales, que tengamos más misericordia, puesto que la promesa es cierta de que si somos misericordiosos recibiremos misericordia.

Nuestros sentimientos para con los del género humano, en general, deben ser los mismos que Jesús manifestó para con ellos. Él buscó fomentar su bienestar, y nuestro lema siempre debe ser el mismo que Él tuvo: “¡…Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” [Lucas 2:14]. Sin tener en cuenta quiénes sean ni qué sean, debemos procurar fomentar la felicidad y el bienestar de todos los descendientes de Adán.

Si cometemos pequeños errores, el Salvador no actúa como un hombre insensato y vengativo que derriba a otro hombre. Él es lleno de bondad, de longanimidad y de paciencia, y trata a todas las personas con bondad y cortesía. Ésos son los sentimientos que debemos albergar y por los que debemos gobernarnos; ésos son los principios y el espíritu que deben motivar a todos los miembros de su iglesia, y por los que deben gobernar su vida y sus acciones.

Si cuando Jesús estuvo en la tierra pudo sobrellevar con paciencia las burlas, las expresiones desdeñosas y de desaprobación que le infirieron los hombres sin ninguna consideración;

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