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El Sermon Del Monte

diegochalarca25 de Mayo de 2014

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El Sermón del Monte

Contenido:

Presentación

1 - La opción personal por la justicia

2 - Para entender las Bienaventuranzas

3 - Los que eligen ser pobres

4 - Dichosos los que sufren

5 - Los sometidos

6 - Los que tienen hambre y sed de justicia

7 - Los que prestan ayuda

8 - Los que trabajan por la paz

9 - Los que viven perseguidos

10 - La sal de la tierra

11 - El cumplimiento de la Ley

12 - La verdadera piedad

13 - El Padre Nuestro (1È parte)

14 - El Padre Nuestro (2È parte)

15 - No sean como los hipócritas

16 - La mota en el ojo ajeno

17 - La confianza en la oración

18 - Los peligros de la comunidad

19 - Conclusión: Coloquio sobre el Sermón del Monte

El presente texto es trascripción de un ciclo de conferencias tenidas por el autor en España a la HOAC.

1 - LA OPCION PERSONAL POR LA JUSTICIA

Estas son las bienaventuranzas según el evangelio de Mateo, pues Lucas tiene otras distintas, que necesitan una explicación muy diferente. Las Bienaventuranzas son el código del Reinado de Dios. Mateo las presenta así, con una solemnidad extraordinaria, como principio del Sermón del Monte, pero ya Jesús ha hablado antes del Reinado de Dios, y Juan Bautista mismo en el evangelio de Mateo. Ya sabemos que hay que considerar cada evangelio por separado, pues cada evangelista tiene una visión teológica distinta de Jesús. Todos coinciden en lo fundamental, pero presentan a Jesús de manera distinta. Por ejemplo, para Mateo la comunidad cristiana universal, los paganos, entran a formar parte del pueblo de Israel, por lo que en la genealogía de Jesús él escribe: "Jesús, hijo de Abrahán, hijo de David" . ¿Por qué pone HIJO DE ABRAHçN, cuando ninguno de los otros evangelistas comienza así? Porque a Abrahán se le hizo aquella promesa: "En tu nombre -o por tu nombre- se bendecirán todas las naciones de la tierra" . Es decir que, de alguna manera, todos los pueblos de la tierra serían descendientes de Abrahán. Y esta promesa la recoge Mateo interpretando que, en la edad final, cuando llega el Mesías, el nuevo Israel, el Israel definitivo, el Israel mesiánico, ya no son las doce tribus aquellas, sino que será la Humanidad entera, porque toda la Humanidad participará de la bendición que se dio a Abrahán. De manera que los paganos se integrarán también en el nuevo Israel y todas las promesas hechas a Abrahán, y después de él, serán para todos los pueblos del mundo.

Ante "el hecho de Jesús" y ante el hecho de la "comunidad cristiana", según las circunstancias en que se encuentren, los evangelistas lo interpretan de manera distinta. Es decir, dan una visión teológica diferente, y ésta no viene de Jesús, sino de ellos. Ellos ven así la cosa. ¿Por qué la ven así? Pues porque las circunstancias se lo imponen o se lo aconsejan. Mateo se encuentra ante una oposición furibunda de los fariseos. Está viviendo en un ambiente donde hay una hostilidad enorme de los judíos. La comunidad donde escribe Mateo es una comunidad fundamentalmente judía y, entonces, los judíos no cristianos están diciéndoles a los suyos que son unos traidores y que, al admitir a los paganos dentro del judaísmo, han traicionado a éste. Y, ante esa acusación, Mateo tiene que explicar este problema, y por eso dice : "Ya en Abrahán estaba dicho que todas las naciones se bendecirán con su nombre": por lo tanto, todos los hombres tienen derecho a llamarse hijos de Abrahán y descendientes suyos. Y éste es el plan de Dios también: que toda la Humanidad entre dentro de la bendición que se prometió a Abrahán y a su descendiente, que es el Mesías. De manera que la bendición de Abrahán va a ser realidad en el Mesías, y el Mesías va a realizar aquella promesa universal. Por tanto, toda la Humanidad entra dentro. No somos traidores; ustedes son los que han ignorado esa promesa universal. Esto es lo que responde Mateo a los judíos que les atacan. Las circunstancias en que viven fuerzan a Mateo a hacer una síntesis teológica de la obra y de la figura de Jesús, que responda a la polémica que tiene delante. Pero eso es ya la visión teológica de Mateo. Por eso, siempre decimos que cada evangelista hay que considerarlo por separado, teniendo en cuenta la visión teológica que ha dado de la vida de Jesús. Según esto, ahora hablamos de la Bienaventuranzas de Mateo exclusivamente, sin compararlo con los demás.

Juan Bautista ya habla en Mateo del Reinado de Dios: "Enmiéndense, porque el Reinado de Dios está cerca" . Jesús toma de nuevo ese pregón de Juan Bautista y dice exactamente lo mismo. El Reinado de Dios se da como una realidad conocida. De hecho, era la gran expectativa de Israel. Ya se dice en muchos salmos -por ejemplo - que Dios es el rey de Israel. Pero la época en la que se escriben esos salmos y en que predican los profetas es una época de desastre político: Israel está en gran inestabilidad -la Monarquía está para caer o ha caído, y están sometidos a imperios extranjeros-, por lo que poéticamente podían decirle a Dios: "Tú eres nuestro rey", aunque la realidad era que eso no se veía por ninguna parte, pues estaban sometidos a reyes extranjeros. Por eso, hay una esperanza, que va creciendo, de que llegará un momento en que, realmente, Dios sea el Rey de Israel, y así los libere de todo dominio extranjero. ¿Cómo se concebía ese reinado?: Se pensaba que se instauraría por medio del Mesías. El Mesías sería un hombre extraordinario, lleno de fuerza de Dios, que cambiaría inmediatamente la situación y vendría el reino de la prosperidad, de la paz y del dominio sobre los extranjeros. El Mesías era considerado como un segundo Moisés, que había de aplicar la Ley y llevarla a su perfección; y un segundo David, un rey guerrero, que liberaría a Israel del dominio romano y que, además, impondría su yugo sobre todas las naciones.

Este es el concepto común del Reinado de Dios, y esto se esperaba de diversas maneras.

Estaban los saduceos , que eran la clase dirigente, puesto que tenían el poder económico. Este partido estaba integrado por la aristocracia civil -las grandes familias con extensas posesiones de tierra- , y la aristocracia religiosa o sacerdotal. Por tanto, éstos no tenían ningún interés por el Reinado de Dios, ni por el Mesías, ni por nada. Todo cambio les parecía peligroso, porque ponía en peligro su situación de privilegio. Ellos tenían su componenda con los romanos y se arreglaban bien.

Estaban después los fariseos, que eran los observantes devotos de la Ley, los espiritualistas: éstos decían que el Reinado de Dios vendría cuando el pueblo observara perfectamente la Ley. Eran unos espiritualistas inactivos. Odiaban a los romanos, por supuesto, pero la única táctica que ellos proponían para que viniera ese Reinado de Dios, que era la observancia de todos esos mandamientos, no hacía vacilar el poder romano. Por lo tanto, eran unos espiritualistas no comprometidos, pues, de hecho, no movían un dedo para mejorar la tristísima situación social en que se encontraba Palestina, donde había una enorme opresión y muchísima hambre. Los latifundistas habían acaparado la tierra, especialmente en Galilea -la región más rica- , y la gente no tenía para comer y se organizaban bandas para robar , ya que no podían conseguirlo de otra manera. Ante esto, los fariseos decían: "Ya Dios lo arreglará; vamos a ser buenos y a cumplir la Ley, que ya Dios se encargará de solucionarlo". Esta era la actitud farisea: espiritualistas, tremendamente religiosos, pero sin ningún compromiso con la realidad social en que vivían. Y éstos eran los guías espirituales del pueblo. No eran ricos, y muchas veces ejercían un oficio, pero, por su religiosidad extrema, tenían un gran influjo sobre la gente y se ponían a sí mismos como modelo.

Otro partido, otra facción que había en el pueblo eran los zelotes, los nacionalistas fanáticos, que habían salido de los fariseos, pero decían que eso de cruzarse de brazos ante la realidad no podía ser, que había que hacer algo para que se acelerara la llegada de ese Reinado de Dios. Y eso lo concebían como una "guerra santa" contra los invasores, una guerra empezada por la iniciativa humana, pero en la que Dios intervendría milagrosamenate por medio del Mesías y salvaría la nación. Estos pertenecían a la clase oprimida y proponían -además de este tipo de guerra- una revolución social nacional, que mejorase la condición de los pobres, por lo que una de las cosas que hicieron en la guerra fue quemar los archivos de las deudas que la gente tenía, y que estaba en Jerusalén. Proponían también una revolución política para sustituir a toda aquella jerarquía traidora y colaboracionista con los romanos, que pertenecía a la clase adinerada, a los saduceos.

Y, por último, había otro partido o facción, otro sector, que eran los esenios, que no se nombran en los evangelios (los zelotes sí se nombran, pues uno de los Doce era zelota). Estos esenios se retiraban al desierto, porque estaban en ruptura total con todas las instituciones: no iban al Templo, ni aceptaban a los Sumos Sacerdotes ni a la jerarquía. Eran observantes de la Ley y vivían allí retirados en el desierto, donde tenían sus ceremonias y sus ritos, siendo unos célibes y otros casados. Se consideraban "los elegidos", el auténtico Israel que heredaría todas las promesas. En la época de Jesús habían adoptado también el fanatismo de los zelotes: participaban en ese deseo de la guerra

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