UN MÁRTIR EN TRUJILLO

Colegio San Rafael IED

Karol Nicoll Sánchez Marín

Lengua Castellana

30/03/2022

UN MÁRTIR EN TRUJILLO

Entre los años 1988 y 1994, en el municipio de Trujillo, se registraron 342 víctimas de homicidio, tortura y desaparición forzada, víctimas de una fusión narcoparamilitar con el Ejército y la Policía. Esta larga cadena de crímenes tuvo su momento más crítico entre marzo y abril de 1990, cuando los hombres de Diego Montoya alias “Don Diego” y Henry Loaiza alias “El alacrán”, ambos narcotraficantes, desaparecieron a varias personas en el corregimiento de La Sonora, y asesinaron al sacerdote y líder comunitario, Tiberio Fernández, cuando iba camino en el vehículo de la parroquia junto con 3 personas más, entre ellas su sobrina de 18 años, quienes también desaparecieron y asesinaron.  En este texto expondremos el impacto que generó el Padre Tiberio Fernández Mafla en el municipio de Trujillo cuando estaba vivo y después de su asesinato, y como se configuró en tanto héroe.

El padre Tiberio Fernández Mafla fue un sacerdote que desde que llego al municipio de Trujillo inició una inusual actividad a favor de la comunidad de Trujillo, particularmente de los mas pobres. Para esos tiempos no se había tenido conocimiento de un sacerdote tan comprometido y activo por la organización comunitaria y la búsqueda de la justicia social como lo era el padre Tiberio. Su esfuerzo se concretó en la creación de cerca de 20 empresas comunitarias, “comenzó a alentar a los trujillenses para que se unieran en torno a lo que llamó Empresas Comunitarias, unidades de producción dirigidas por campesinos: panaderías, ebanisterías, tiendas, cerrajerías, cultivos de mora, de lulo, de café, entre otros. A finales de 1989, el padre Tiberio había conseguido préstamos para 20 de estos emprendimientos” (Juan Miguel Álvarez, 2010, p.4), todo esto lo hacia con el fin de liberar a los campesinos del régimen de terror que se había impuesto en la región por los dos narcotraficantes alias “Don Diego” y alias “el Alacrán”. Álvarez Juan Miguel (2010) dice que gracias a esto empezó a ser conocido como “el redentor de los campesinos en los tiempos más nefastos de la violencia”, ya que era visto como una persona que mediante hazañas buscaba la libertad de los campesinos de la región.

“El héroe posee la tenacidad necesaria para lograr sus objetivos, con la actitud de no rendirse nunca” (Carmen Diaz, 2917, p.1), el pastor Tiberio nunca desistió de lograr su propósito que era liberar al pueblo de la barbarie de los narcoparamilitares, la policía y el ejército. A pesar de que recibió muchas amenazas por denunciar la desaparición de múltiples campesinos en el corregimiento de La Sonora a la Amnistía Internacional. Los habitantes de Trujillo explicaban que su aspecto cambió, se le veía preocupado, nervioso, porque sabía que lo iban a matar, y aunque lo sabía nunca dejo de perseguir ese anhelo y/o deseo por querer liberar los campesinos y residentes de la región de Trujillo. Sabemos que el arquetipo de héroe es ese héroe valiente, ingenioso, con una habilidad de liderazgo muy desarrollada, y quien siente la necesidad de dejar una huella. Efectivamente, el pastor Tiberio cumple con cada una de las características de un héroe; valiente porque se atrevió a enfrentar a un estado narcoparamilitar; ingenioso porque lo enfrentó creando opciones de emprendimiento como lo fueron las Empresas Comunitarias; lider cuando empezó a revolucionar a las personas por medio de la palabra, y según Alvarez Juan Miguel (2010), Tiberio había logrado detener varias tomas guerrilleras que el Eln pretendía efectuar en Trujillo. “Les dijo: ‘Con armas no se consigue nada y es mejor que se vayan porque aquí queremos la paz’, pero la guerrilla le respondió: ‘Está bien padre, no nos tomamos el pueblo, pero tampoco nos vamos’, y lo que hicieron fue guardar los fusiles y otras armas largas; y por último su necesidad de querer un cambio en la región de Trujillo, su necesidad por ver libres y a salvo a los campesinos.

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