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Vital de la relación entre palabra de Dios y la oración

carlosdmoronInforme3 de Marzo de 2015

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INTRODUCCIÓN Juan 15:7

Ser hijos de Dios implica el saber comunicarnos con nuestro padre y conocer su lenguaje; por ello, la conexión vital entre la palabra de Dios y la oración es una de las más simples y de las primeras lecciones de la vida cristiana que hacen parte indispensable de las bases de nuestro desarrollo; pero siendo algo tan importante y definitivo, la mayoría de las veces se descuida; de allí que nuestras vidas carezcan de todo el poder y la acción creadora que deseamos.

Necesitamos llenar nuestros corazones con el combustible de la palabra de Dios para que haya poder en la oración; antes de la oración, es la misma palabra de Dios que me prepara para ella, revelándome lo que el padre me manda a pedir. En la oración es la misma palabra de Dios que me fortalece, dando a mi fe su garantía a mi causa.

Desarrollo

Después de la oración, es la palabra de Dios que me trae respuesta, en ella el Espíritu me hace escuchar la voz del padre. La oración no es un monologo sino un dialogo. La voz de Dios es el secreto de la seguridad que Él escuchara la mía…’inclina tu oído y oye’, ‘escúchame’, ‘Escucha mi voz’; son palabras que Dios dirige al hombre, tanto como el hombre a Dios. Su escuchar dependerá de nuestro escuchar. La entrada de sus palabras en mí, me llevara a tener una visión mayor y más clara de Él, y mi oración será más fuerte.

Es la conexión entre la palabra de Él y nuestra oración, lo que Jesús señala en Juan 15:7. La profunda importancia de esta verdad se impone más de una vez, Jesús había dicho ‘permaneced en mí y yo en vosotros’. En las Palabras que pronuncia un hombre, se revela así mismo. En sus Promesas hace entrega de sí mismo, se vincula a aquel que recibe sus promesas. En sus Mandatos se pone de manifiesto su voluntad.

‘Las palabras que yo os hablo, espíritu y vida son’ Personas que han hecho estudio de los sordos y los mudos, dicen cuanto depende el poder hablar del poder oír y como la pérdida del poder oír en los niños, es seguida por la pérdida del poder hablar, por lo tanto según oímos, hablamos.

Ofrecer una oración, dar expresión a ciertos deseos y apelar a determinadas promesas es asunto fácil y puede ser aprendido por el hombre con humana sabiduría. Pero suplicar en el Espíritu, decir palabras que alcanzan y tocan a Dios, que afectan y ejercen influencia sobre los poderes del mundo invisible, el orar así, el hablar así depende solamente de que oigamos la voz de Dios. Justamente, en la proporción en que escuchemos la voz de Dios, en esa proporción aprenderemos a hablar con la voz y el lenguaje que Dios oye. Es el oído aprendedor, despertador de nuevo cada mañana, que prepara la lengua del sabio, para hablar debidamente a Dios, como a los hombres. Es del oír esta voz que depende el poder, tanto para obedecer como para creer.

Es solo en la completa presencia de Dios que la desobediencia y la incredulidad llegan a ser imposibles.

Tenemos que tenerlas ‘permaneciendo’ en nosotros. En la proporción como las palabras de Cristo entren en nuestro corazón y lleguen a ser nuestra vida y sobre ella ejerzan influencia, así también nuestras palabras entraran en el corazón de Él y ejercerán influencia sobre Él. Mi oración dependerá de mi vida: proverbios 28:9, lo que las palabras de Dios son para mí y en mí, mis palabras serán para Dios y en Dios. Si yo hago lo que Dios dice, Dios hará lo que yo digo.

Esto lo entendieron muy bien los hombres santos del antiguo testamento, esta conexión entre las palabras de Dios y las nuestras. Si la palabra fuera una promesa, ellos dependían de Dios para cumplir según había dicho: ‘Has como tú has dicho’, ‘Tu Señor lo has dicho’, ‘Según tu promesa’. Si la palabra era un mandato, obrarían según lo que el Señor les decía: ‘Y así Abraham partió de allí,

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