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Curso ABAP


Enviado por   •  11 de Noviembre de 2012  •  1.529 Palabras (7 Páginas)  •  317 Visitas

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Bajo el análisis del caso “Hamburguesas de la Torre”, pudimos valorar la importancia que tiene el implementar un “plan estratégico comunicación” en cualquier empresa u organización, pues sin duda definirá el rumbo que ésta deberá tomar en el corto, mediano y largo plazo en lo relacionado a la estrategia de imagen y comunicación englobando la misión, visión, objetivos, mercado meta, clientes potenciales y estrategias comerciales.

Por lo tanto, queda claro que un “plan estratégico de comunicación” nos ayudará a tomar decisiones que favorezcan la rentabilidad del negocio a partir de una relación estable y permanente con nuestra razón de ser: nuestros clientes.

Sin duda, implementar dicho plan no será fácil. Randy Pausch y su lección de vida nos deja claro este punto; habla de muros, muros con los usualmente chocamos, muros que pueden entenderse como retos, desafíos y tropiezos en nuestro trayecto. De nosotros dependerá el darnos por vencido, o bien, ver esos muros como una oportunidad para demostrar cuánto queremos algo y hasta donde estamos dispuestos a llegar para lograrlo.

Las palabras de Paush son una hermosa lección

Pausch no se dio por vencido y consiguió experimentar la falta de gravedad con un vuelo parabólico. Conclusión: “Los muros contra los que chocamos están ahí por una razón. No para disuadirnos, sino para darnos la oportunidad de demostrar cuánto queremos algo. Los muros están para detener a quienes no quieren algo lo suficiente”. “Todo se reduce a los pilares. Hay que tener buenos fundamentos porque si no, lo demás no funciona”, añadió en otro momento de su lección magistral.

Se convirtió en noticia en septiembre de 2007, cuando en su última lección -un clásico de esa universidad norteamericana- sorprendió a un auditorio de 400 estudiantes con estas palabras: "Tengo diez tumores en el hígado y me restan unos cuantos meses de vida".

Paush comenta, que su padre solía decir que si hay un elefante en la habitación, hay que presentarlo.

Pues bien, si pueden ver mis radiografías, tengo 10 tumores en el páncreas”. Randy Pausch, un especialista en realidad virtual de 46 años y prestigioso profesor de la universidad norteamericana de Carnegie Mellon, comenzaba así, a mediados de septiembre, su última lección magistral) ante un auditorio de 400 espectadores que, antes de que abriese la boca, le recibieron con una fuerte ovación. “Dejad que me lo gane”, pidió con una sonrisa.

Era su despedida ante sus alumnos y sus compañeros de facultad. Los médicos no le dan más de cinco o seis meses de vida. Pero para los que esperasen oír un discurso de autocompasión o malhumorado, el propio Pausch, padre de tres hijos, les dijo que sentía “decepcionarles” y acto seguido, comenzó a hacer flexiones en el suelo. “Me encuentro en un fenomenal estado de salud”, añadió después.

Su discurso una suerte de testamento, grabado y reproducido por la Red, ha dado ya la vuelta al mundo y ha copado la atención de los más prestigiosos periódicos norteamericanos. “Mi madre me suele presentar así: Es mi hijo, es doctor, pero no de los que ayudan a la gente”. Pues bien, una cascada de cartas de lectores y espectadores han llegado a los medios de comunicación con homenajes como “usted es el tipo de doctor que ayuda a la gente”.

Su última clase fue transmitida por la Web y ya la vieron más de siete millones de personas. Pero la historia no termina allí. Hace dos meses, mientras continúa su lucha desigual contra su desgraciada enfermedad, Random House le pagó 6,7 millones de dólares para que transformara aquella lección en un libro. La última lección, tal es el título, que vendió más de 4,5 millones de ejemplares y se mantiene primero en todas las listas de venta. El libro fue escrito por el periodista de The Wall Street Journal, Jeffrey Zaslow, quien mantuvo 53 conversaciones telefónicas con Pausch, mientras éste realizaba sus paseos matinales en bicicleta. Zaslow había asistido a "la última lección" de Pausch en Carnegie Mellon.

Relata Reinoso que cuando Pausch se paró delante de los 400 alumnos, ya conocía su diagnóstico y su mayor obsesión era dejarles un legado a sus pequeños tres hijos: Dylan, de 5 años y medio; Logan, de tres, y la niña de sus ojos, Chloe, de un añito y medio. Por eso concibió su última clase como un mensaje esperanzador dirigido a sus hijos, en el que les habla de sus sueños de infancia, de la importancia de no abandonarlos, de la sabiduría de saber

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