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Director General


Enviado por   •  2 de Agosto de 2012  •  3.004 Palabras (13 Páginas)  •  851 Visitas

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Las razones de formular correctamente los objetivos

Porque nos obliga a fijar claramente la conducta final (competencia) en términos en los que el profesor pueda apreciar el logro de los alumnos con el fin de orientar, ayudar y apoyar su aprendizaje.

Porque el alumno puede conocer lo que se espera de él, lo cual es elemento motivador y centra en gran medida su esfuerzo.

Porque es la única forma de que el profesor y el alumno puedan en cualquier momento observar y evaluar los logros obtenidos y en qué fase del proceso de aprendizaje se encuentran.

Los objetivos en sus acepciones tradicionales

Tradicionalmente se ha mantenido una nomenclatura a la hora de expresar conceptualmente los objetivos para la educación. En el ámbito del diseño, es tradicional la diferenciación entre objetivos generales, específicos y operativos. Hoy, sin negar la reciente historia, y debido a un exceso de adjetivación de los objetivos, que ha dado lugar a rigidez de planteamientos, se tiende a simplificar la terminología, aceptándose genéricamente el término «objetivos de aprendizaje», o términos similares para todos los casos y variando solamente, según el nivel de desarrollo que se solicite, el grado de generalización o concreción de cada uno de ellos.

No obstante y como dato a destacar, los objetivos deben tomarse siempre de forma instrumental. Como instrumentos de trabajo poseen determinada eficacia, pero nunca deben ser considerados como un fin en sí mismos.

Necesidades, tareas y objetivos

La relación entre necesidades, tareas y objetivos es uno de los problemas más frecuentes con los que se encuentra un programador, si no entiende bien las diferencias, a veces sustanciales, que existen entre ellos.

Una necesidad, en los procesos de enseñanza-aprendizaje, es la carencia que el alumno tiene, y que es «necesario» subsanar. Es decir, el motivo por el que se da todo el proceso. Muchas veces suele coincidir a grandes rasgos con el objetivo general. En teoría de la motivación suele considerarse como el «bien» a alcanzar.

Las tareas son las acciones que el alumno debe ejecutar o realizar para lograr el bien o necesidad que posee.

Los objetivos, ya se ha dicho en otros lugares, son «bienes» o aprendizajes a alcanzar, que el alumno no poseía. Algunas veces, tareas y objetivos son la misma cosa, igual realidad. En otros casos, no. El programador lo debe tener muy en cuenta ya que al diseñar procesos de aprendizaje, las actividades deben variar en caso de que las tareas y los objetivos estén correctamente definidos.

Voy a poner un ejemplo. Un grupo de alumnos tiene la «necesidad» de hacer un jarrón de cerámica vidriada. Esto, si los alumnos no conocen todo el procedimiento, puede considerarse el objetivo general: «Al finalizar el proceso, los alumnos serán capaces de realizar un jarrón de cerámica vidriada». Para realizar un jarrón de cerámica vidriada, hay que realizar innumerables «tareas» o «acciones». Buscar o seleccionar la arcilla, modelar, secar, cocer, pintar, volver a cocer... Muchas de esas acciones, o «tareas», las conoce ya el alumno, otras debe aprenderlas. Las que debe «aprender», por la razón de que no sabía hacerlas, son las que catalogamos como «objetivos». Las que ya sabía, siguen siendo «tareas» a realizar.

Sin embargo, en las actividades, tanto cuentan las «tareas», ya que sin ellas sería imposible hacer el jarrón, como las acciones que el alumno tiene que realizar para lograr las «tareas» que no conoce cómo se hacen, es decir, los «objetivos».

Objetivos, actividades y tiempos

El tiempo total para lograr un objetivo

El tiempo que dura un proceso de aprendizaje completo, debe sus variaciones a la naturaleza de los objetivos, a su grado de dificultad, a las condiciones en que se da, al tiempo de que se dispone y a los conocimientos de los alumnos. En el caso expuesto anteriormente, podemos suponer, hipotéticamente que para aprender a hacer un jarrón, si el alumno ya sabe modelar, puede lograrse su aprendizaje completo, tal vez en diez horas. Si no sabe modelar, tal vez necesite cincuenta horas. Aquí, ya cambia sustancialmente el sentido del tiempo. El proceso de aprendizaje debe durar el tiempo que el alumno necesite para lograr los objetivos. El programador debe situarse en esa realidad y efectuar su organización de programas, tareas, actividades y evaluaciones en función del tiempo que el alumno necesita en aprender.

El tiempo y las actividades

Las actividades, además, tienen para el programador, profesor, un tiempo. Muchos profesores, dan su clase, magistral en muchos casos, contando solamente sus propios tiempos, los de dar la clase. No contabilizan el tiempo que tarda el alumno en realizar las suficientes actividades como para dar por logrado el objetivo. Hay en estos casos, muy frecuentes, una verdadera distorsión entre el tiempo real de clases y el de aprendizaje. El profesor dice: «Me ha dado tiempo para acabar el programa». Habría que preguntarle: «¿Ha tenido el alumno tiempo para aprenderlo?».

El tiempo en el objetivo

Mager, cuando nos dice cómo hay que formular un objetivo, incluye muchas veces el tiempo, como elemento que define, ya sean las condiciones en que se alcanzará la conducta: «en tanto tiempo el alumno debe realizar la actividad», como cuando lo plantea como criterio de evaluación: «…logrando 200 pulsaciones en un minuto». En ninguno de los dos casos Mager está hablando del tiempo que tarda el alumno en lograr el proceso completo, sino que se refiere siempre al mismo objetivo: al tiempo en el que debe, al final del proceso, ser capaz de realizar la habilidad que ha conseguido. En muchos concursos oposición, en acciones ligadas a lo manual o técnico, el tiempo de realización es de suma importancia, ya que de él puede depender incluso la supervivencia del individuo.

Sin embargo, no confundamos tiempo total de aprendizaje, tiempo de cada actividad cuando el alumno está aprendiendo, y el tiempo en el que presumiblemente hay que realizar una acción para que esté bien hecha.

La historia (cuento) del

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