El Perfil De Un Ingeniero- Horacio C. Reggini
pither199618 de Abril de 2015
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EL INGENIERO EN EL PRESENTE: VISION Y PERFIL
Ing. Horacio C. Reggini
Decano, Facultad de Ciencias Fisicomatemáticas e Ingeniería de la
Pontificia Universidad Católica Argentina.
La palabra "ingeniero" tiene su raíz en el latín: "ingenium". Por "ingenium" se entiende las disposiciones naturales de un ser humano o las cualidades innatas de una cosa. A esta primera acepción siguen "inteligencia", "talento", "genio". Sólo en la quinta acepción, "ingenium" designa tanto "invención" como "inspiración". De "ingenium" deriva "ingeniosus": el que tiene talento. A mediados del siglo XVI, "ingenioso" se aplicará a quien tiene habilidad para la invención o la construcción. En realidad, esta última extensión está implícita en la palabra originaria "ingenium", formada por la partícula in más el verbo gigno o geno que quiere decir engendrar.
De ahí que "ingeniero" nombre al que fabrica, diseña o inventa; que el ingeniero sea un inventor (siglo XVI). Que, históricamente, en un primer momento se aplique al que diseña o construye maquinaria militar y, a partir del siglo XVIII, también al que diseña o construye obras de utilidad pública, para después hacerse común a las diversas especializaciones.
En primer lugar me ocuparé de la acepción tardía de la raíz "ingenium", que da "ingeniero", es decir, de la palabra que aparece a fines de la Edad Media y con más fuerza en el Renacimiento para referirse a los responsables de la construcción de fortificaciones, armas, caminos y puentes militares. Más adelante me detendré en el significado primigenio.
En general, "ingeniero" está asociado con "máquina" que, según el origen latino "machina" designa un artefacto fabricado con arte. El verbo "machinor" quiere decir combinar, ejecutar, imaginar. Como apunta el diccionario Gaffiot, de alguna manera "machina" podría referirse a una cosa ingeniosa (sic). Por lo tanto, la asociación se establece con la quinta acepción de "ingenium".
Esto queda muy a la vista en inglés, idioma en que se habla de engineer (ingeniero) y engine (máquina), siendo la data de engineering (el arte de construir empleando el arte de un inventor) el año 1681 según el diccionario Oxford. Claro que también machine (máquina) es una palabra usual en inglés, pero si bien las afinidades con "ingenium" las entretejen, hay un matiz indiscutible porque "máquina" da "maquinar" y aquÍ, dejando en suspenso las connotaciones filosóficas y literarias, nos encontramos con una veta política que atraviesa el término.
Me he detenido en este umbral que constituye el origen y los usos de nuestro nombre de "ingenieros", no por alarde de erudición ya que los diccionarios me han llevado de la mano, sino para cumplir cabalmente con lo que entiendo que nos atañe, como iré consignando en estas líneas. Tenemos, creo, el deber de cobrar viva conciencia de que las palabras no son signos y sonidos huecos; las palabras tienen historia y se modifican según las épocas y las circunstancias. No se piensa primero y se habla después: se habla a medida que se va pensando. Como seres humanos somos ante todo lenguaje. Un lenguaje precario, dado que encarnado, pero que tiene un sello: "En el principio está el Verbo".
De lo dicho hasta ahora se desprende, por lo menos, que la trama de la que estamos hechos los ingenieros no es nada simple. Y añado, si bien esto lo dejaré para el final, que los ingenieros en primer lugar somos seres humanos, mujeres y hombres, y por lo tanto compartimos con el resto de los mortales un ingrediente que no debería olvidarse en nuestro cálculo de materiales y que Shakespeare destacó y expresó de modo sublime: "Estamos hechos de la misma materia de los sueños".
Pasaré a continuación a considerar -si cabe la abstracción en vista del análisis- diversos perfiles del tema que he presentado; o sea, intentaré desenredar los hilos de la trama ingenieril para examinarlos con cierta autonomía, comenzando, como ya lo adelanté, por la acepción tardía de "ingeniero", que lo asocia a "máquina".
La idea de máquina
El concepto de máquina en sÍ misma y las áreas que cubre se han modificado de manera singular en los últimos años. Es interesante advertir que la tecnología y la cultura "hablan entre sÍ": existe en efecto un vaivén visible de los objetos creados por la primera a las ideas corporizadas en esos objetos y viceversa, puesto que dichas ideas devienen modalidades culturales dominantes.
Hubo una época, cuando de niños y adolescentes nos entretenía desarmar aparatos mecánicos como podían ser los relojes antiguos o los molinillos de café. Inconscientemente, estábamos aprendiendo a pensar en partes e interconexiones. Todavía nos encontrábamos bajo los efectos de la mecánica de Newton que, válida para las distancias finitas, se proyectaba en una cosmovisión donde el todo semejaba un rompecabezas cuyas piezas -engranajes, palancas, levas- finalmente se articulaban en forma limpia y simple con gran precisión. La mecánica de Newton cambió radicalmente la relación entre el mundo de las ideas y el mundo natural y gravitó con fuerza en el pensamiento filosófico del siglo XVIII y sus epígonos.
Pero las cosas han cambiado desde entonces y muy diversas son las repercusiones de la física posterior con su asunción de lo infinito. Sin saber nada de ella, hace tiempo que los niños juegan o se interesan en objetos en los que el ingrediente mecánico tal vez ni existe. Y, en general, a nuestros ojos los artefactos electrónicos -especialmente computadoras- se presentan como una clase radicalmente distinta de máquinas, tanto que si las escudriñamos por dentro no alcanzamos a distinguir casi nada: no hay manera de explicar su comportamiento mediante "mecanismos".
Tan abrupto resulta el cambio que tendemos a no pensar en las computadoras sirviéndonos de conceptos físicos y mecánicos sino, más bien, de funciones psicológicas, como son memoria y saber, con su connotación afectiva. El movimiento y el mecanismo han dado paso a la emoción y otras manifestaciones de la psique a fuer de modos de "apropiarse" de estas tecnologías nuevas para comprenderlas. El mundo como sistema de información sucede al mundo como mecanismo de relojería.
De acuerdo con lo que venimos diciendo, es evidente que la idea clásica de "máquina" quedó desactualizada, ya que la palabra "máquina", impregnada por la concepción newtoniana, nos hacía pensar en la suma de mecanismos sencillos. Enim Natura simplex est (Es un hecho que la Naturaleza es simple) fue la máxima metodológica de Newton. Marvin Minsky, creador de la idea de inteligencia artificial, piensa que todavía nos encontramos en una era primitiva de las máquinas. En sus intentos por construir máquinas pensantes, dice que las computadoras cuentan ahora con millones de partes o "agentes", pero que están comenzando a construirse algunas con miles de millones de partes, razón por la cual se vuelve imprescindible adaptar nuestras actitudes a estos aparatos que operan en escalas nunca antes concebibles. Según Minsky, los muy limitados robots de estos años son meras versiones paleolíticas de lo que vendrá. Vemos entonces que, si en la Naturaleza de Newton lo simple era el fundamento, en el mundo artificial de Minsky el énfasis está puesto en la composición del conjunto, en cómo las partes se afectan entre sí y no en lo que son en sí.
El papel del ingeniero
Es indudable entonces que si las máquinas -asunto que incumbe a los ingenieros según la quinta acepción de "ingenium" y su afinidad o entretejimiento con el término "machina"- han cambiado, el papel de los ingenieros de hoy está cambiando también y difiere del de los de ayer. La ingeniería se transforma y depende mucho más que antes de actividades diversas. En épocas perimidas las señales del desarrollo tecnológico pasaban por el humo de las chimeneas, el balanceo de las cigüeñas petroleras, el rugir de los altos hornos, el repiqueteo de los telares, el crujido de las prensas.
Hoy día la situación es otra: el desarrollo sigue caminos alternativos y es valorado –a veces exageradamente- por las industrias de servicios, la utilización masiva de aparatos electrónicos y las comunicaciones vertiginosas por satélites y cables de fibra óptica que en extraño silencio transmiten enormes caudales de información.
Quisiera señalar, de paso, que la sobrevaloración afiebrada del "bit" por los "fans" de las tecnologías sofisticadas no debe inducir a los nuevos ingenieros a ignorar cuestiones concretas que les conciernen de antaño, por ejemplo, la necesidad de construir plantas industriales u obras de infraestructura que se encuentran demoradas y que nuestro país exige para su efectivo despegue. La realidad no sólo está compuesta de "bits".
Claro que ante todo, cuando me refiero al papel del ingeniero en la actualidad, pretendo subrayar su inserción en el contexto cultural. Es cierto que, no sin su cuota de razón, se alzan voces de protesta contra los productos de las nuevas tecnologías a causa de los posibles efectos de avidez que desatan
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