Las Humanidades frente a la Globalización
miguelbsmReseña4 de Junio de 2017
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Antología didáctica, para la asignatura:
Las Humanidades frente a la
Globalización.
Humanidades V
POR
JESÚS GUADALUPE VILLAR TOVAR
ÍNDICE
PÁGINA
Presentación 2
Unidad I. Aspectos Históricos de la Globalización
Introducción: 5
- La Dimensión Social de la Globalización
- Teorías de la Globalización
I.1 Antecedentes Históricos de la Globalización 11
I.2 La Territorialización. ¿Una Nueva Forma de Globalización? 13
I.3 La Revolución Industrial Acelera el Paso de la Globalización 15
I.4 La Segunda Revolución Industrial y la Internacionalización de la Globalización 17
I.5 El Reflujo de las Tendencias Globalizadoras 19
I.6 Durante la Guerra Fría se Globaliza la Economía y la Política 21
I.7 La tercera Revolución Industrial y la Globalización 22
I.8 La Caída del Muro y la Sincronización de las Tendencias Globalizadoras 25
I.2 El Nuevo Orden Mundial 29
I.3 Los Descontentos de la Globalización 33
I.4 El Entorno Actual de la Ciencia y la Tecnología 39
Unidad II
II,1 Modernidad y Mundialidad 49
II.2 El Malestar de la modernidad. El Pretexto para el cambio 57
II.3 Las paradojas posmodernas. El Contexto del Cambio 60
II.4 Narciso o la Estrategia del vacío 68
II.5 Letal. Obsesiones de la posmodernidad 74
Unidad III Inserción de México en la Globalización
III.1 El Imposible Realismo. La Antropolítica 80
III.2 Edgar Morin. Ética y Globalización 89
III.3 Los frailes del siglo XX. Los egresados Universitarios 93
Presentación.
El currículo de la carrera de Ingeniería en Comunicaciones y Electró-nica de la ESIME ZACATENCO, contempla cinco cursos de Humani-dades que cubren contenidos mínimos para las carreras de ingenie-ría. En cierto sentido se ha cuestionado el por qué y el para qué de los cursos de humanidades en las carreras de Ingeniería. Nosotros afirmamos junto con Juliana González (1). Que el “Humanismo” y las “Humanidades” surgieron, en el renacimiento, por contraste con la Teología y con los estudios “divinos”, pero no con las Ciencias.
Los estudios que compendian las Humanidades se incluían junto con la lengua y la literatura, retorica, artes, filosofía e historia, y las matemáticas, pero en la medida en que se desarrollaron las ciencias modernas, se fue dando la distinción entre éstas y las Humanidades. En el siglo pasado, se llegó a una franca oposición entre ambas, proclamada unas veces desde el campo de las Ciencias, otras, desde las Humanidades. Sin embargo, no parece que en la actualidad tenga sentido tal escisión, ni que el humanismo y las Humanidades se tengan que definir frente a las Ciencias, pero si frente a tecnología y más precisamente, en oposición a las tendencias tecnocráticas de nuestro tiempo.
El verdadero problema del humanismo –y en consecuencia del desti-no de las humanidades– es el reinado cada vez más totalitario de la “técnica”; la “tecnificación” de toda la existencia, esta sí, ciertamente, hace patente una crisis del humanismo y anuncia su ocaso. No hay sitio para el humanismo y las humanidades en un “orden” en el que se ha borrado la distinción entre los “medios” y los “fines”, o más bien, en el que se han sustituido los fines libres de la existencia humana por una compulsiva entronización de los “media” y una pretendida “programación” tecnificada de la vida.
Esto no significa obviamente que la tecnología sea un mal en sí, ni algo ajeno al hombre y a su libertad creadora; lo enajenante es el olvido de su carácter meramente instrumental; el mal es su totalización y la perdida de sus dimensiones propiamente humanas de la vida; el mal es el precio que el hombre ha tenido que pagar por el “progreso”, o sea “la venta del alma” de su propio hábitat: la destrucción del planeta. La conciencia “ecológica” es también una dimensión del humanismo. No hay humanismo en sentido estricto que no cuide la Tierra y la Naturaleza.
Pero la alternativa a estos males no puede ser, como lo han procla-mado algunos “humanistas” y “vitalistas”, la renuncia a la tecnología, ni mucho menos a la ciencia. Al contrario: la alternativa es devolverle al hombre su poder sobre su propia creación, deshacer la enajenación frankestianiana y kafkiana, de modo que “la maquina” se ponga al servicio de la vida y no que ésta quede esclavizada y, en definitiva, aniquilada por la máquina. En la medida en que el hombre sea libre y dueño de sí, y no pierda la conciencia de las verdaderas metas de su existencia, la técnica será el legítimo instrumento que le auxilie para enfrentar el creciente reino de la Necesidad y la Escasez, la tecnolo-gía habrá de contarse entre los grandes prodigios de la capacidad ra-cional e inventiva del hombre.
Ahora bien, debemos hacernos conscientes que “Humanismo es autenticidad, en el sentido más amplio y radical. A cada uno de noso-tros corresponde la vieja tarea, consagrada por el poeta Píndaro, de “llegar a ser lo que somos”, en el sentido de adquirir la “humanidad” (humanitas). Lo cual significa que el hombre no tiene un “ser” dado o realizado por el solo hecho de tener la vida biológica (ni se identifica con ésta), sino que tiene que “hacer” su propio ser, producirlo y for-marlo, precisamente a través de eso que los griegos llamaron paidea o educación. Aquí es donde encontramos la razón de ser de los cur-sos de humanidades: coadyuvar a la adquisición de la “humanización” que consiste en crear el universo propio del humanismo y de las Humanidades: ahí donde el hombre logre realizar las más altas y distintivas potencias de su ser.
El cultivo de las humanidades, y la humanización en general, no es una tarea solitaria. Es ante todo un quehacer por el cual nos integramos a una de las formas más notables de comunidad cultural o espiritual. No es tampoco un mundo de mera erudición. Es una apertura a la temporalidad o más bien a la comunidad histórica. El humanismo y las Humanidades surgieron justamente como un efectivo renacimiento, como un acto de memoria por el cual no sólo se busca llegar a los orígenes de la civilización occidental, sino penetrar en la diferencia histórica y conocer a los otros en tanto que “otros”. El humanismo conlleva intrínsecamente una forma esencial de conciencia histórica, y en especial el humanismo renacentista, abrió la posibilidad de comprender la historia como perspectiva tempo-ral. El humanismo implica el reconocimiento de las “distancias”, de las “diferencias” de la individualidad o unicidad de la persona, de los tiempos y de cada creación.
Pero el humanismo es, a la vez, reconocimiento de la universalidad de lo humano: implica la participación en una realidad común, el acceso a esa humanitas universal que todo ser humano comparte a través del tiempo y del espacio, en una de las modalidades más logradas de la comunicación interhumana. La historia es ciertamente lo que cambia, pero también lo que permanece, lo que trasciende. En la comunicación humanista se participa en el universo de sentido y de valores que el hombre va produciendo desde la conciencia de sí y desde el efectivo ejercicio de sus potencialidades humanas.
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