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ARQUITECTURA ¿UN SABER INASIBLE?


Enviado por   •  22 de Marzo de 2015  •  2.301 Palabras (10 Páginas)  •  137 Visitas

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ARQUITECTURA: ¿UN SABER INASIBLE?

Claudio Beuvrin

ADVERTENCIA: este texto contiene algunas verdades, algunas afirmaciones dudosas y algunas mentiras. Se ha escrito con la intensión de provocar en el estudiante el deseo de saber cuál es la verdad, un ejercicio necesario en un campo profesional en el cual abundan los discursos etéreos con poca sustentación racional y que se originan en un deseo de impresionar y con propósitos mal intencionados.

La profesión de la arquitectura es bastante complicada pero puede parecer fácil si dejemos de considerar los problemas con los que no nos sentimos cómodos, sea por falta de formación o porque consideramos que no son importantes.

Me refiero en particular al hecho de que, aunque lo olvidamos fácilmente, no nos ocupamos de edificaciones, sino de gente. No diseñamos edificaciones, sino espacios para que las personas actúen e intercambien en su interior. Las personas tienen conductas complejas y difíciles de comprender y resultan aún más complejas cuando las juntamos en un gran proyecto. Quien haya pasado por la experiencia de diseñar algo aparentemente sencillo como una vivienda para una familia atendiéndola directamente según sus deseos encontrará que pronto estará sumergido en demandas contradictorias del tipo. “La casa debe tener el techo alto, pero bajito”, “El estilo del portal debe ser neoclásico pero con toques totalmente contemporáneos”. Además, aunque Ud. no los ve, en el proceso de diseño terminan por participar los amigos y vecinos y cada uno aportando cualquier cantidad de sugerencias y fotos de revistas de cómo debe ser la casa de sus sueños. Al final, si Ud. no quiere terminar reventado tendrá que imponer como válidas algunas opciones basado o apoyado en la convicción de que la gente se adapta a cualquier entorno, por mal organizado o estructurado que esté, pero, por supuesto, sin que el cliente se entere, no sea que este se pregunte si será verdad que Ud. es arquitecto. En este sentido los artistas y los ingenieros tienen una ventaja sobre los arquitectos: ningún lego se atreve a cuestionar el trabajo que le hace un artista y tampoco el cálculo que hace un ingeniero.

De hecho, es verdad que los humanos nos hemos adaptado a los ambientes más inhóspitos: el ártico, los desiertos, las planicies inundables, la alta montaña, etc. También hemos sido capaces de sobrevivir en los ambientes más difíciles: el de las ciudades donde nos abruma el ruido, la basura, las epidemias, la violencia, la velocidad de los cambios, la contaminación, la ignorancia y estupidez colectivos, el anonimato y cosas semejantes. No es cierto que no podemos estar en entornos que carecen de identidad y de sentido de lugar y sin otro mensaje en particular, como no sea el común y muy banal “yo soy un ambiente feo, tosco y nada amigable”.

A los arquitectos no les faltan aspiraciones de totalidad. Hábleles de algún problema, cualquiera que sea, e inmediatamente intentaran sacar una solución de la punta de su lápiz. Nos sentimos capaces de disertar acerca de casi cualquier asunto pero esto solo puede hacerlo quien tiene una visión simple y simplista de la realidad. Uno de las anécdotas poco conocidas de Le Corbusier ocurrió durante las discusiones del tercer CIAM, cuando ante las crecientes complejidades que se estaban presentando en el estudio de las ciudades, decidió cortar por lo sano y sentenció que los arquitectos solo debían ocuparse de arquitectura, que no eran ni economistas ni sociólogos ni cosa parecida.

El de Le Corbusier fue un craso error, explicable tal vez por su propio temperamento o por el insuficiente desarrollo que habían alcanzado entonces las ciencias sociales para uso de los urbanistas. En todo caso, hoy nos resulta obvio que si los arquitectos de los CIAM hubieran conocido más de sociología probablemente no habrían embarcado a las generaciones siguientes en una ruta de la que solo ahora sabemos con claridad que fue un error garrafal: la reducción de las actividades urbanas a solo cuatro funciones, homogéneamente agrupadas y separadas unas de otras, y todo eso basándose casi exclusivamente en consideraciones higienistas. El resultado fueron ciudades y suburbios muertos, estériles, anónimos, desangelados.

A los arquitectos nos domina también la pasión geométrica, la perfección del orden geométrico. Ninguno de los que a lo largo de la historia imaginaron una sociedad y una ciudad ideales dejaron de establecer una clara relación entre orden geométrico y orden social. El desorden físico y el desorden social que convivían en las ciudades reales de entonces eran percibidos, al igual que hoy, como una misma y sola cosa y que para corregir uno había que corregir al otro. De hecho, en una oportunidad Oscar Niemeyer, el gran arquitecto brasilero, dijo una vez que su intención no era cambiar la arquitectura sino “esta sociedad de mierda”, algo que evidentemente no logró.

En realidad, el caos es un orden cuya estructura no percibimos y que es expresión de la vitalidad de la vida y que no entendemos por carecer de suficientes herramientas sociológicas y psicológicas. Hoy, quien camine por nuestras ciudades en un día cualquiera, dirá que es un desorden insoportable y que hay que poner orden. Sin embargo, poco a poco va creciendo el número de arquitectos y el público que valoran ese desorden como parte de la vida misma. Es el caso de Jan Gehl, quien se ha dedicado a estudiar la forma como el público utiliza los espacios públicos, un tema en el que muchos arquitectos y urbanistas se están enfocando. De hecho hay una revolución en marcha en contra de los planteamientos de la Carta de Atenas y en pro de la recuperación de la escala humana para las ciudades y sus espacios publicos. Mucha información puede conseguirse en la internet (1) y (2).

También es cierto que el concepto de orden y desorden está culturalmente condicionado y que lo que está bien en un contexto dado en otro no lo es. Lo que un árabe percibe como normal en un bazar árabe, un norteamericano lo vería como una situación insoportable. Cuando en 1972 dinamitaron a Pruitt-Igoe, no solo volaron, conceptualmente, a la arquitectura moderna, sino también a la pasión geometrizante. El caso es que si a los muchísimos conjuntos de características similares que hay en el mundo les aplicáramos los mismos criterios de evaluación utilizados para decidir la destrucción del conjunto, correspondientes a la cultura norteamericana, probablemente tendríamos que repetir esa severa labor de cirugía arquitectónica porque el problema social probablemente es el mismo. Un conjunto como el del 23 de Enero debería ser volado por el enorme cúmulo de problemas que presenta, entre ellos

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