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Todo Lo Que Debe Saber Un Locutor

yeyaneth18 de Noviembre de 2013

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Hay dos signos de puntuación fundamentales:

las comas son como la luz amarilla y se entonan hacia arriba

los puntos representan el semáforo rojo y se entonan hacia abajo

Aprovecha para tomar aire en esos semáforos, especialmente en los rojos. Veamos otros signos de puntuación que también conviene conocer y obedecer:

El punto y coma; separa frases más largas e implica una pausa mayor que la coma.

Los dos puntos: van antes de una enumeración. Se hace una pausa más breve que el punto.

Los puntos suspensivos… indican algo inconcluso o preparan una sorpresa. La entonación queda abierta, suelta.

Con las interrogaciones ¿? puedes hacer:

-preguntas cerradas (respuestas de sí o no) que se entonan hacia arriba: ¿Quieres un helado?

-preguntas abiertas (qué, cuándo, dónde…) que se entonan hacia abajo: ¿De qué sabor lo quieres?

Las admiraciones ¡!exigen mayor énfasis en la entonación de la frase. Mantén esa misma fuerza hasta el final, sin desinflarte.

Los paréntesis ( ) se modulan con una lectura más suave, bajando el tono.

Cuando las comillas " " denotan ironía, también se baja un poco el tono. Si destacan una frase célebre o una cita, se hace una pausa breve, se cambia el tono y se enfatiza la lectura.

Eso es todo. Siguiendo este sencillo “manual de conducción” tu lectura será más fluida. A partir de ahí, podrás modular mejor la voz.

Buenos días, amables radioescuchas. Una vez más llegamos a sus hogares para acompañarles durante las próximas tres horas...NUESTRO INSTRUMENTO DE TRABAJO

Cuida tu voz y tu garganta. Si las dañas, no hay repuesto

¿Conoces a algún agricultor que antes de ir a cosechar estropea el filo de su machete, mella su guadaña, embota su cuchillo?

Pues eso hacen los locutores y locutoras que fuman antes de entrar a cabina.

¿Conoces a algún cazador que moja la pólvora de sus balas antes de salir de cacería?

Pues eso hacen los locutores y locutoras que se pegan los tragos antes de abrir el micrófono.

¿Conoces a alguna cocinera que ensucia las ollas antes de cocinar?

Pues eso hacen los locutores y locutoras que se ponen a comer maní, papas fritas, mascar chicles, llenarse la boca de comida chatarra cuando van a comenzar su programa.

Para colmo, en algunas emisoras permiten fumar, beber y comer en la misma cabina máster o de grabación. No sólo dañan a los locutores, sino a los mismos equipos técnicos. Antes y durante la locución, lo único aceptable es un vaso de agua fresca para aclarar la voz.

Cuida tu instrumento de trabajo. Si lo dañas, no hay repuesto.

DOMINAR LOS NERVIOS

Antes que la voz, debemos dominar los nervios

Antes que la voz, debemos dominar los nervios. Hay que espantar estos fantasmas que entorpecen, como ningún otro, la comunicación.

Si lo pensamos bien, no existe ninguna razón válida para que una persona no logre expresarse con igual fluidez frente a un micrófono que ante un amigo. ¿De dónde nace el susto, entonces? ¿Cuál es la madre de todas las timideces?

El miedo al ridículo, no hay otra. La burla presentida, la mofa supuesta, la mueca de desprecio que creemos adivinar, la risa que hace pedazos la propia estima. En cuanto a la cobardía radiofónica, la causa es la misma, sólo que multiplicada.

Cuando salimos al aire, nos sentimos más expuestas, más vulnerables que en un grupo pequeño. Si metemos la pata, todos se enterarán. Si se nos lengua la traba, vendrá una rechifla masiva. A pesar de la soledad de la cabina, miles de orejas nos juzgan.

¿Te sientes atemorizado cuando se acerca la hora del programa, cuando dan la señal para comenzar? El mejor camino para vencer el miedo es decidirse a vencerlo. ¿Qué hacer para controlar los nervios? Entra a cabina con ánimo positivo, cabeza erguida, pisando firme, con buen astral.

Respira profundamente tres o cuatro veces antes de empezar a hablar. Así oxigenarás todo tu organismo y te sentirás más relajada.

A muchas personas les ayuda tener algo en la mano para juguetear mientras hablan. Puede ser un bolígrafo, un palito, una moneda. O la piedra de tu signo zodiacal, como talismán de buena suerte. Ahora bien, nada brinda mayor seguridad que saber bien lo que vamos a decir. Prepara tu programa, organiza tus ideas y... ¡adiós temblores!

En fin, olvídate de los nervios. La segunda vez te saldrá mejor que la primera. Y la tercera, mejor que la segunda. Todo es cuestión de práctica. Así, practicando y practicando, ganarás confianza y controlarás los nervios. Siempre estarán ahí, seguramente te provocarán un cosquilleo antes de comenzar a hablar. Pero ya no te anudarán la garganta ni te dejarán la mente en blanco.

En poco tiempo, le habrás “perdido el respeto” al micrófono. Ya no lo verás como una pistola que te encañona... sino como un apetitoso helado de chocolate.

SENTIRSE Y SENTARSE BIEN

Cuando entres a cabina, deja fuera tus preocupaciones. Eso es profesionalismo.

Llegó el momento de entrar a cabina. El bombillito rojo “en el aire” se ha encendido. Es hora de hablar. ¿Cómo acometer el desafío de la palabra?

¨ Lo primero, SENTIRSE BIEN.

Olvida tus preocupaciones personales. ¿Peleaste con la novia, te esperan las facturas del teléfono y la luz, tienes diez kilos más de peso, te robaron el carro, te duelen las tripas? Al público no le interesa nada de eso.

Cuando entres a cabina, deja fuera, engavetadas, tus preocupaciones. Desconéctate. Concéntrate en tu trabajo. Y comienza a hablar como si acabaras de ganar la lotería. Eso es profesionalismo.

Si estás de mal genio, reconcíliate contigo mismo. Controla tus sentimientos. Porque ellos se transmiten a través del hilo mágico de la voz. Si estás triste, tu público se entristecerá. Si estás alegre, se alegrará. Si estás frío, enfriarás a quienes te escuchan. Si cansada, salpicarás cansancio a tu audiencia.

Llénate de energía positiva. Cárgate de entusiasmo. Ponte pilas nuevas. Aunque no tengas muchas ganas de hablar, repite para tus adentros: “Quiero conversar. Me cae bien la gente. Amo a mi público.”

¨ Y lo segundo, SENTARTE BIEN.

Si estás al borde de la silla, la voz te saldrá nerviosa, insegura.

Si estás doblado hacia delante, la voz te saldrá también doblada, tendrás problemas para respirar.

Si estás retorcida, también tendrás problemas de respiración. Y si te descuidas, se te retorcerán las ideas.

Si estás repantigado, descolgado hacia atrás, la voz te saldrá dormida, sin fuerza.

Siéntate bien. Acerca la silla. Espalda recta, pecho bien levantado. Mirada al frente. Descansa las manos sobre la mesa. Colócate bien frente al micrófono.

¿Tienes corbata? Aflójala, para que puedas respirar bien. ¿Tienes sostén? También aflójalo, para que te sientas cómoda. Sueltos los cinturones, sueltos los bluyines que oprimen la panza. Que tu cuerpo esté tan relajado como tu mente.

Respira bien. Relájate. Experimenta cómo el aire fresco ventila hasta el último rincón de tu cuerpo, desde la coronilla hasta el dedo gordo del pie.

Siéntete bien. Siéntate bien. Y echa a volar tus palabras.

BUENA ARTICULACIÓN, MEJOR DICCIÓN

Algunos consejos y ejercicios para mejorar la pronunciación de las palabras

¿A qué llamamos “buena articulación”? A la pronunciación clara de las palabras. Que los demás puedan oír y distinguir bien todo lo que decimos.

Por costumbre o pereza, algunas personas hablan con la boca muy cerrada, casi sin mover los labios. Otros, por timidez, adoptan un tono muy bajo y apenas se entiende lo que dicen.

Levanta la cara, limpia tu garganta, abre bien la boca. Igual que el músico, el locutor o la locutora afinan su instrumento antes de tocarlo, para que el público no pierda una sola nota de

Su sinfonía.

EJERCICIO 1

Muerde un lápiz, como si tuvieras un freno de caballo en la boca. En esa posición, ponte a leer un periódico. Haz este ejercicio durante cinco minutos. Verás cómo vas aflojando todos los músculos de la cara.

EJERCICIO 2

Toma un libro y ponte a leer en voz alta, lentamente y silabeando: Cuan-do-el-co-ro-nel-Au-re-lia-no-Buen-dí-a...

Avanza algunos párrafos así, exagerando la lectura, como haciendo muecas para hablar. Luego, silabea más rápido, asegurándote que pronuncias cada una de las letras de cada palabra.

La “buena dicción” es otra cosa. Trata de la exacta pronunciación de todas las letras y las palabras. La articulación se refiere a la claridad. Ahora hablamos de la corrección.

No hay que apelar a la popularidad de la emisora ni a la coloquialidad del lenguaje radiofónico para machacar el idioma. En un sociodrama no importa, porque estamos reflejando nuestra manera de hablar cotidiana. En una entrevista, el entrevistado puede hablar como le venga en gana, mientras no ofenda. Pero para conducir una revista o un informativo, los locutores y locutoras deberán esforzarse en pronunciar bien.

Hay que corregir las letras comidas (las “eses” especialmente) y cambiadas (la “l” por la “r”, la “r” por la “l”, la “c” por la “p”).

También están las palabras mal dichas (“haiga” en vez de “haya”, “hubieron” en vez de “hubo”, “naiden” en vez de “nadie”, “satisfació” en vez de “satisfizo” y tantas otras).

No hay que irse al otro extremo, a una manía por la dicción que reste naturalidad a quien habla. Son esos

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