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Administracion Moderna

EsneiderSalazar5 de Diciembre de 2012

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Fernando Savater

POLÍTICA PARA

AMADOR

EDITORIAL ARIEL, S. A.

BARCELONA

F e r n a n d o S a v a t e r P o l í t i c a p a r a A m a d o r

ÍNDICE

PRÓLOGO........................................................................................................................6

Capítulo primero

HENOS AQUÍ REUNIDOS.......................................................................................................9

Capítulo segundo

OBEDIENTES Y REBELDES.................................................................................................14

Capítulo tercero

A VER QUIÉN MANDA AQUÍ...............................................................................................19

Capítulo cuarto

LA GRAN INVENCIÓN GRIEGA..........................................................................................24

Capítulo quinto

TODOS PARA UNO

Y UNO PARA TODOS.............................................................................................................31

Capítulo sexto

LAS RIQUEZAS DE ESTE MUNDO.....................................................................................41

Capítulo séptimo

CÓMO HACER GUERRA A LA GUERRA............................................................................50

Capítulo octavo

¿LIBRES O FELICES?.............................................................................................................56

Epílogo

HASTA AQUÍ PODÍAMOS LLEGAR....................................................................................63

DESPEDIDA...................................................................................................................66

2

F e r n a n d o S a v a t e r P o l í t i c a p a r a A m a d o r

1.a edición: diciembre 1992

2.a edición: enero 1993

3.a edición: marzo 1993

© 1992: Fernando Savater

Derechos exclusivos de edición en castellano

reservados para todo el mundo:

© 1992 y 1993: Editorial Ariel, S. A.

Córcega, 270 • 08008 Barcelona

ISBN: 8434411091

Depósito legal: B. 9.246 1993

Impreso en España

3

F e r n a n d o S a v a t e r P o l í t i c a p a r a A m a d o r

Sarari, nere politiko polita

4

F e r n a n d o S a v a t e r P o l í t i c a p a r a A m a d o r

¡El mundo está desquiciado!

¡Vaya faena, haber nacido

yo para tener que arreglarlo!

W. SHAKESPEARE,

Hamlet

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F e r n a n d o S a v a t e r P o l í t i c a p a r a A m a d o r

PRÓLOGO

Tendrás que admitir, Amador, que este libro nos lo hemos buscado tanto tú como yo.

Empujados, desde luego y como casi siempre, por las dichosas circunstancias. La parte de culpa que

me corresponde consiste en que me atreví a cerrar el último capítulo de Ética para Amador (¿te

acuerdas?, aquel dedicado a las relaciones entre ética y política) prometiéndote que seguiríamos

hablando de esas cuestiones referentes a la organización y desorganización del mundo... en otro

libro. Y lo de las circunstancias también está bastante claro, porque la ética que te dediqué se ha

vendido agradablemente bien y eso siempre le anima a uno a reincidir en el pecado.

Pero el principal culpable de que me haya decidido a escribirte otra tanda de sermones o rollos

o lo que prefieras eres tú mismo: ahora no puedes quejarte. Muchas veces me has comentado que

casi todos los chicos de tu edad que conoces pasan completamente de los políticos y la política:

consideran que ese rollo es muy chungo, que no hay más que chorizos, que mienten hasta cuando

duermen y que la gente corriente no puede hacer nada para cambiar las cosas porque siempre tienen

la última palabra los cuatro enteraos que están arriba. De modo que más vale dedicarse a vivir uno

lo mejor posible y ganar buen dinerito, que lo demás son cuentos y ganas de perder el tiempo. Esta

actitud me resulta un poco alarmante y también, perdona que te lo diga con franqueza, no me parece

demasiado inteligente. Voy a explicártelo, empezando por responder a las «pegas» más obvias que

puedes ponerle a lo de llegar a interesarte por la política tanto como creo que acabaste aceptando

que debe uno interesarse por la ética. ¿Te acuerdas de lo que decíamos en la Ética para Amador que

constituye la diferencia fundamental entre la actitud ética y la actitud política? Las dos son formas

de considerar lo que uno va a hacer (es decir, el empleo que vamos a darle a nuestra libertad), pero

la ética es ante todo una perspectiva personal, que cada individuo toma atendiendo solamente a lo

que es mejor para su buena vida en un momento determinado y sin esperar a convencer a todos los

demás de que es así como resulta mejor y más satisfactoriamente humano vivir. En la ética puede

decirse que lo que vale es estar de acuerdo con uno mismo y tener el inteligente coraje de actuar en

consecuencia, aquí y ahora: no valen aplazamientos cuando se trata de lo que ya nos conviene, que

la vida es corta y no se puede andar dejando siempre lo bueno para mañana... En cambio, la actitud

política busca otro tipo de acuerdo, el acuerdo con los demás, la coordinación, la organización entre

muchos de lo que afecta a muchos. Cuando pienso moralmente no tengo que convencerme más que

a mí; en política, es imprescindible que convenza o me deje convencer por otros. Y como en

cuestiones políticas no sólo se trata de mi vida, sino de la armonía en acción de mi vida con otras

muchas, el tiempo de la política tiene mayor extensión: no sólo cuenta el deslumbramiento

inaplazable del ahora sino también períodos más largos, el planeamiento de lo que va a ser el

mañana, ese mañana en el que quizá yo ya no esté pero en el que aún vivirán los que yo quiero y

donde aún puede durar lo que yo he amado.

Resumiendo: los efectos de la acción moral, que sólo depende de mí, los tengo como quien dice

siempre a mano (aunque a veces me cueste elegir y no resulte claro qué es lo que más conviene

hacer). Pero en política, en cambio, debo contar con la voluntad de muchos otros, por lo que a la

«buena intención» le cuesta casi siempre demasiado encontrar su camino y el tiempo es un factor

muy importante, capaz de ir estropeando lo que empezó bien o no terminar nunca de traer lo que

intentamos conseguir. En el terreno ético la libertad del individuo se resuelve en puras acciones,

mientras que en política se trata de crear instituciones, leyes, formas duraderas de administración...

Mecanismos delicados que se estropean fácilmente o nunca funcionan del todo como uno esperaba.

O sea que la relación de la ética con mi vida personal es bastante evidente (creo habértelo

demostrado ya en el libro anterior) pero la política se me hace en seguida ajena y los esfuerzos que

realizo en este campo suelen frustrarse (¿por culpa de los «otros»?) de mala manera. Además, la

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F e r n a n d o S a v a t e r P o l í t i c a p a r a A m a d o r

mayoría de las cuestiones políticas tienen que ver con gente muy distante y muy distinta (en

apariencia) a mí: bien está que me interese por el bienestar de los que me son más próximos, pero

vivir pendiente de personas a las que nunca conoceré personalmente, ¿no es ya pasarse un poco?

Es curioso cómo cambian los tiempos. Cuando yo tenía tu edad, lo obvio era interesarse por la

política, emocionarse con las grandes luchas revolucionarias y sentir como propios problemas que

pasaban a miles de kilómetros de distancia: la ética, en cambio, la teníamos por cosa medio de

curas, poco más que un conjunto hipócrita de melindres pequeñoburgueses... No se admitía otra

moral que la de actuar políticamente como es debido; más de uno pensaba —aunque quizá sin

reconocerlo a las claras— que el buen fin político justifica los medios, por «inmorales» que

pudieran parecer a los aprensivos. Pocos aceptábamos la advertencia del gran escritor francés Albert

Camus, sobre la cual tendremos ocasión de volver más adelante: «en política, son los medios los

que deben justificar el fin». Ahora, en cambio, es mucho más fácil interesar a los jóvenes en la

reflexión moral (aunque tampoco la cosa esté tirada, no te vayas a creer...) que despertarles la

curiosidad política. Cada cual tiene más o menos claro que debe preocuparse por sí mismo y, en el

mejor de los casos, que es importante procurar ser lo más decente que se pueda; pero de las cosas

comunes, de lo que nos afecta a todos, de leyes, derechos y deberes generales... ¡bah, ganas de

complicarse la vida! En mi época, se daba por supuesto que ser «bueno» políticamente le daba a

uno licencia para desentenderse de la moral de cada día; ahora parece aceptado que con intentar

portarse éticamente en lo privado ya se hace bastante y no hay por qué preocuparse de los líos

públicos, es decir: políticos.

Me temo que ninguna de las dos actitudes es realmente sensata, sensata del todo. Ya en Ética

para Amador procuré convencerte de que la vida humana no admite

...

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