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Amor De Madre


Enviado por   •  12 de Mayo de 2015  •  1.737 Palabras (7 Páginas)  •  159 Visitas

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Madres e hijas: madurando la relación

La relación madre-hija es una de las más intensas que se dan a lo largo de la vida de las mujeres. Para muchas, lograr la aprobación de nuestras madres, incluso en la vida adulta, tiene el poder de elevarnos hasta el cielo, mientras que el rechazo materno puede provocar en casi todas un profundo malestar. Asimismo, las glorias y fracasos de las hijas son vividos por las madres como una evaluación constante de su papel como educadoras y como un signo inequívoco de la energía y los valores que lograron infundirles en la infancia.

Una relación que cambia con el tiempo

En el inicio hay una madre con su hija. Y generalmente se encuentran solas, aunque exista un padre, ya que los hombres en México aún no participan del proceso de crianza tanto como las mujeres. Durante la infancia, las hijas suelen llevar una relación cercana y fluida con sus madres, les platican largamente sobre lo que sucede en su vida cotidiana: los juegos, los amigos, la escuela, lo que les gusta y les disgusta. La madre es su única guía y modelo, pero también suele ser la persona en quien más confían, así que la hija buscar su aprobación y trata de seguir sus pasos.

La situación cambia radicalmente en la adolescencia porque las hijas comienzan a exigir su independencia y esto provoca un reacomodo dentro de la relación, que la mayor parte de las veces es vivido como un “terremoto”. La demanda de independencia por parte de las hijas incrementa la sensación de “control” que las madres desean tener aspectos como su forma de vestir, su sexualidad y sus amistades, aspectos todos que juegan un papel central en la futura identidad de las jóvenes.

En este momento, se inicia un juego de espejos con fuertes implicaciones emocionales, ya que las hijas empiezan a compararse con sus madres y viceversa. Los papeles se cambian: las hijas le descubren a sus madres un mundo que les es desconocido —el de la actualidad, la moda, las nuevas formas de ver el mundo— y, en muchos casos, esto genera sentimientos de rivalidad. Esta nueva situación provoca juegos de aceptación y rechazo, alejamiento y acercamiento que tienen distintos significados para ambas.

Un estudio realizado en Gran Bretaña encontró que las discusiones entre madres e hijas que están en la adolescencia pueden ser positivas para su relación. Investigadores de la Universidad de Cambridge concluyeron que las adolescentes acostumbran a usar estas discusiones como “un medio de comunicación” con sus mamás.

La psicóloga Terri Apter, que participó en este proyecto, afirma que: "Las peleas suelen empezar prácticamente de la nada, pero suben de tono con rapidez hasta que se oye a la hija decir: ¡Te odio!, y la madre se enfada". No obstante, agrega que: "las hijas suelen usar las discusiones para actualizar a sus madres acerca de sus vidas y decirles que lo que están haciendo es importante para ellas".

Este mismo estudio encontró que las madres y sus hijas adolescentes tienen en promedio discusiones de 15 minutos cada dos días y medio. En cambio, los adolescentes hombres discuten con sus madres cada cuatro días y las discusiones duran seis minutos en promedio. Sin duda, este dato resume lo intrincada que es la relación madre-hija durante la adolescencia.

¿Una relación que madura?

Diversos autores argumentan que el matrimonio y la llegada de los hijos representan para las hijas una oportunidad para abrir una “tregua” con las madres, ya que esta nueva situación puede servir para que cada una se ponga en los zapatos de la otra y se reconozcan sin recelos. Al respecto, la escritora norteamericana Erica Jong, comenta: “Ahora que tengo una hija de diecinueve años comprendo todas las dificultades que pasó mi madre para criarnos. Incluso he llegado a sentir el impulso de ponerme de rodillas delante de mi madre y decirle: ‘¡Eres una heroína por el solo hecho de haber sobrevivido a tres hijas!’ Ahora mi hija me recrimina las mismas cosas que yo le recriminaba a mi madre. Cuando comienza con sus monólogos en los que no perdona a nadie con su ingenio mordaz, mi madre y yo nos miramos y sonreímos.”

En esta nueva etapa madres e hijas pueden reconocerse como iguales y dejar atrás muchas cosas que las distanciaban. Pero esto no significa que los conflictos desaparezcan, pues las diferencias entre ellas suelen seguir siendo motivo de disgustos y es muy común que reediten las discusiones de la adolescencia. La diferencia ahora es que las madres tienen un poder más limitado sobre sus hijas y estas últimas generalmente tienen menos deseos de contravenir a sus madres.

Lo cierto es que aún siendo adultas, muchas mujeres siguen teniendo una relación difícil con sus madres, incluso aunque se esfuercen por mejorarla. Asimismo, muchas madres que desean hacer felices a sus hijas, a veces actúan como si desearan lo contrario. Los testimonios sobre el tema son tan abundantes, que llenarían una biblioteca entera, ya que mujeres de todo tipo reconocen las dificultades con sus madres y, a pesar de esto, todas coinciden en subrayar lo importante que es para ellas este vínculo.

Un estudio de la Universidad de Park en Estados Unidos encontró que los lazos entre madres e hijas son sumamente fuertes y positivos.

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