Aprender a ser profesor

El artículo de López Facal habla sobre cuál es el raciocinio del profesorado referente a su concepción como maestro y referente a su pensamiento histórico y, por consiguiente, a la historia que debería ser enseñada.

Tal y como se está explicando a día de hoy la asignatura de Historia y Geografía los estudiantes no comprenden que se encuentran ante una ciencia en estado de creación, y que cada día se actualiza. La ven como algo arcaico, sin ninguna relación directa o indirecta con su día a día o con el entorno que le rodea.

La problemática radica, por un lado, y tal y como se indica en el artículo de López Facal, también debería decirse que la tradición docente del profesorado de enseñanza secundaria está en la línea de impulsar una educación de la historia enunciativa, poco activa y como un saber cerrado y concluido. Por otra parte el propio currículum, el cual en ciertos cursos escolares es muy denso y no permite un amplio margen de maniobrabilidad para el docente a la hora de impartir la asignatura. Así podemos apreciar que los libros de texto más utilizados son los que dan una perspectiva más cercana al discurso que es más conocido en la universidad. El uso del libro se compagina con algunas actividades de comentarios de textos. Pese a todo, la mayor parte del tiempo se dedica a la explicación del profesor. Todo ello hace que la perspectiva que tiene los alumnos/as sobre la historia se acerca más a oír relatos, más o menos interesante pero que, con la metodología empleada en las clases, es identificar esta materia con una ciencia que presenta hipótesis, resolución de problemas y métodos de resolución.

En el artículo objeto de trabajo se expresa la necesidad de realizar un cambio en la manera de enseñar a los estudiantes, como ya se llevó a cabo durante los años siguientes a la caída del franquismo y para poder realizar este cambio a la hora de enseñar primero se necesita un cambio en la formación del profesorado.

Lo cierto es que, además de la saturación de contenidos, otro componente que influye en la pervivencia del modelo de educación clásico fue la inexistencia de una estrategia específico de formación profesor: el instructor de Historia se siente más seguro como historiador que como maestro, después le resulta más sencillo transmitir unos conocimientos acabados que desarrollar novedosas tácticas de aprendizaje.

Ello no quiere decir, en absoluto, que el profesorado sea de mala calidad; por suerte, los Centros españoles cuentan con varios y bastante buenos docentes (de realizado, es su buen hacer el que, al margen de la vocación personal, nos induce a embarcarnos en la travesía docente).

Las carreras universitarias resultan insuficientes, para enseñar es lógico primero tener los conocimientos sobre la materia que se va a impartir, pero además se debe saber enseñar, transmitir estos conocimientos de manera adecuada

En este sentido, creemos acertada la inclusión de un curso de posgrado designado a la formación de los futuros profesores, la cual sustituye a la obsoleta CAP que se llevaba a cabo hasta el año 2009. Instaurar un máster para futuros docentes implica una buena posibilidad para ofrecerles una formación tan completa como elemental, además de poder ahondar con más profundidad en la formación necesaria para poder impartir clases en Secundaria de manera adecuada, dado que la duración del máster es mayor a la que en su momento ofrecía el CAP. Ahora bien, una más grande duración y la categoría de máster no se traducen, por sí solos, en una optimización de la formación.

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