Arturo Diaz
tekus21 de Noviembre de 2013
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REFORMA ENERGETICA
La reforma energética es urgente en México; la demanda de energía crece más rápidamente que el PIB y hasta ahora las dos terceras partes de la generación de energía se han logrado quemando hidrocarburos, es decir, recursos naturales no renovables. Desgraciadamente las reservas de petróleo probadas se han reducido a la mitad, porque el descubrimiento de nuevos yacimientos ha sido insuficiente para compensar la producción; se ha llegado a calcular que de seguir al mismo ritmo, la extracción de los hidrocarburos y la demanda de ellos para el consumo interno y para la exportación, las reservas se agotarán en unos 13 años.
Obviamente este plazo se puede alargar en la medida en que se descubran nuevos yacimientos, pero las exploraciones en tierra firme y en aguas someras han dado escasos resultados; se ha publicado en la prensa que los nuevos mantos descubiertos alcanzan apenas para compensar una tercera parte de la caída de la producción de Cantarell.
Los técnicos consideran que en aguas territoriales mexicanas del Golfo de México se encuentran reservas enormes de unos 50 mil o 60 mil millones de barriles, pero desafortunadamente éstas se hallan a unos dos mil metros por abajo del fondo del mar y Pemex carece de los recursos financieros y técnicos para emprender la exploración y la perforación de este tipo de pozos.
Si Pemex no puede contar con los fondos necesarios ni con la tecnología de punta requerida para explotar los recursos existentes a gran profundidad en el mar, la única forma de lograrlo es asociarse de alguna manera con empresas internacionales que tengan tecnología, capital y experiencia suficientes; esta asociación podría revestir diferentes formas: o bien la nación le pagaría una renta fija a la compañía internacional, o le pagaría en efectivo una proporción de lo extraído a los precios del mercado o contrataría con ella pagarle con una proporción del petróleo extraído.
En el caso del pago de una renta fija se corre el peligro de que el país asuma la totalidad de los costos de la exploración sin que obtenga a cambio ni un solo litro de petróleo. Las otras dos formas de asociación son rechazadas por las fracciones parlamentarias priistas y perredistas por considerar que en cualquiera de sus modalidades vulneran la soberanía nacional.
¿Qué hacer entonces? Si se dejan las cosas como van, si no se modifican las tendencias del consumo y de la producción y si no se modifica la cerrazón de las dos facciones “revolucionarias”, se agotarán las reservas en 13 o si se prefiere en 15 o en 20 años y entonces el país se enfrentará a severas limitaciones para su crecimiento y se convertirá en más dependiente que ahora del extranjero;
en primer lugar irá disminuyendo el volumen de las exportaciones de petróleo y derivados hasta que desaparezcan.
En segundo lugar, la producción será cada vez más insuficiente para surtir el mercado interno y aumentarán las importaciones de hidrocarburos hasta que México se convierta en vez de exportador en importador de petróleo y sus derivados. Habrá que encontrar nuevos productos, nuevos mercados y nuevos nichos para la exportación que sustituyan las exportaciones petroleras; habrá que aumentar los gravámenes fiscales a las empresas y consumidores para sustituir los recursos que Pemex entrega al fisco. Eso sí, México conservará su soberanía intacta.
Peor aún, el petróleo que México importe será excesivamente caro, ya que la zona norteamericana formada por nuestro país, Estados Unidos y Canadá es la parte del mundo con más altos precios y menores reservas por lo que se verá obligado a comprar a países como los árabes, Irán o Venezuela, que podrían presionar a quien les compre para que apoyen aventuras mesiánicas.
Es indispensable por tanto
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