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BUSCANDO AL MEJOR ABOGADO DEL MUNDO


Enviado por   •  4 de Diciembre de 2018  •  Tareas  •  1.936 Palabras (8 Páginas)  •  172 Visitas

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Tarea: BUSCANDO AL MEJOR ABOGADO DEL MUNDO

Todo el que tiene un litigio quisiera buscar el mejor abogado del mundo porque su pleito e el que más le importa de la galaxia, el único, para ser más exacto. Probablemente no repara en que es imposible que las dos partes cuenten con el mejor abogado del mundo - ¿quién lo es? - ya que, además, está prohibido que un abogado represente al querellante o demandante y al imputado o demandado, incluso si en los comienzos del conflicto actuó arbitralmente entre ambos. Además, teóricamente tal combate terminaría en tablas pues su fuerza de convicción sería equivalente, dicho sea, en términos absolutos, o sea fuera de la realidad.

Y decirnos teóricamente porque en la práctica no tiene por qué ser así, ya que si bien el mejor jugador de ajedrez del mundo haría tablas consigo mismo, eso sería posible si la posición de las piezas en el tablero fuese idéntica o comenzase la partida desde cero y se escondiese sus estrategias a sí mismo. Sin embargo, en la vida jurídica, la posición de las partes ante el conflicto no es simétrica ya que estamos en un mundo asimétrico en el que siempre alguna posee ventaja sobre La otra, tal vez porque meditó jurídicamente antes y consultó al abogado previamente, pues cuando ya la cosa ha acontecido, el conflicto le viene dado al abogado, y con buenas cartas bien se juega. Si el filósofo decía que no se baña uno dos veces en el mismo río, porque cambia constantemente, tal pasa con lo nuestro. A veces se trata de las pruebas disponibles por cada parte, o de la disponibilidad y acceso a las mismas, o de si la fría norma jurídica presta amparo a uno u otro; o sencillamente del momento en que se ejercen las decisiones judiciales. En definitiva, que el mejor abogado del mundo tiene por techo siempre el limite de los hechos y el derecho, de no intervenir antes, esto es, cuando no los construye, se los encuentra como herramientas a utilizar en el litigio. Cocina el plato con la materia prima que le dan y su pericia le permite sacar partido a lo que otros no sabrían, pero no sabe sacarle caviar a un boquerón, ni hacer anchoa de un jurel.

El caso por tratar le viene dado, y el mejor abogado del mundo difícil tiene salvar la peor posición procesal imaginable, apenas la mitiga, ya que el mundo del Derecho es poco proclive a los milagros. A veces, halla las pruebas, encuentra las causas, bajo la tierra, cual espeleólogo, analiza las conductas de testigos y partes del litigio con la clarividencia del psicólogo; les interroga en pleito con la habilidad del mago, sacan de mentira, verdad; es capaz de abducir al jurado cual profeta de la justicia. Pero el caso le viene dado, y si el derecho estaba prescrito o la acción caducada, pues nada de nada; y con malas cartas no se puede ganar mano de póker a quien las tiene buenas, cuando todas se ponen sobre la mesa. Luego está que el abogado tenga el día, que nadie es una máquina. El acierto se suele encontrar en el mejor análisis jurídico, en que el proceso se trabaje y se dé bien, y en la capacidad de apropiarse de la voluntad de quien ha de sentenciar con una buena tesis y una mejor exposición. Es una entelequia que pudiera defender con igual énfasis, dos teorías distintas sobre los mismos hechos, que a veces existen, pero una ha de prosperar.

Es evidente que hay abogados más especializados en una materia que otros, más hábiles que otros o más conocedores de la praxis forense que otros, lo normal es que todo abogado, por el hecho de estar formado y en activo, preste atención diligente al caso y afronte la defensa con rigor. Cuente, en principio, con la presunción de solvencia, que se le parece a la de inocencia, que en la Constitución está escrita.

Es cierto que un nuevo abogado cuenta con la presunción de ser 1 bueno y leal en su trabajo, es tan bonita la juventud, pero también con la presunción de faltarle experiencia, que algo tiene de ser madre de la ciencia. De ahí que más allá de la publicidad triunfalista, lo que más convence a la hora de captar clientes es el boca a boca —metáfora, no primeros auxilios u otra cosa—, la recomendación por parte de quien tiene nuestra confianza y en su favor postula. Por eso, el secreto del éxito radica en cultivar la seriedad e imagen y el acierto en tratar a los clientes, y la previsión del resultado a acontecer, antes que prometer lo que no es posible que suceda, a cuenta de echarle la culpa luego al que pase cerca, o lejos y sin posibilidades de defensa, cuando sus argumentos caen a tierra.

La relación entre abogado y cliente es una curiosa simbiosis, donde cada uno busca su beneficio, pero para ello tienen que conectar y sintonizar en sus respectivas expectativas y planteamiento. Son dos remando la misma barca y remando a la vez, no a contramano. En estas lides hay un abogado adecuado para cada cliente y a la recíproca. Ni hay dos abogados iguales, ni dos clientes iguales. De hecho, es obvio que a un mismo cliente podrían prestarle servicio satisfactorio y sustancialmente idéntico infinidad de abogados, y que un abogado puede atender a numerosos clientes, incluso de muy distinto pelaje e intereses. Sin embargo, el posesivo mi es utilizado con tinte patrimonial y doméstico en el mundo de la abogacía («mi cliente», «mi abogado», «mi casa, teléfono») porque ambos quieren sentirse cómodos y cómplices en la importante empresa que les ocupa. Es la llave de la confianza el momento en que uno a otro se sienten como «mio», o sea como «suyo», que es cosa recíproca. Proximidad, no posesión.

Podemos simplificar indicando que el mejor abogado del mundo, para un caso concreto, es el que permita al cliente forjarse la convicción de contar un cuádruple requisito.

-Que pueden pagarse sus honorarios.

- Que se tomará el asunto en serio, o sea, como si fuere asunto propio o de su familia inmediata porque en él crea.

-Que podrá dedicarle tiempo al cliente para explicarle sus actuaciones y estrategia a aplicar, ya que frecuentemente el precio de contar con un abogado de alto prestigio consiste en no verle personalmente, en no escuchar su opinión yen enterarse del desarrollo del litigio por pasantes o ayudantes, cuando no por secretarios, o basarlos en un acto de fe.

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