CURRICULUM Y ATENCIÓN A LA DIVERSIDAD
alishito19 de Septiembre de 2011
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INTRODUCCIÓN
Quizás una de las principales novedades de la reforma de nuestro sistema educativo haya sido
la aparición de un único curriculum para todos los alumnos, que termina con la duplicidad
curricular existente hasta el momento. Un único sistema educativo que contempla ahora las
necesidades educativas de los sujetos escolarizados en él, tengan o no necesidades especiales.
Atención que no está centrada como antes en las deficiencias de los sujetos, sino en el conjunto
de recursos educativos que la escuela debe prever para dar una respuesta social y educativa a
aquellos sujetos que temporal o permanentemente necesiten atenciones específicas acordes a su
forma peculiar de ser y desarrollarse.
Atrás quedó la existencia de dos sistemas educativos paralelos (sistema ordinario y sistema
educativo especial), con dos curriculum diferenciados (normal y especial), que para nada
facilitaban una respuesta educativa diferenciada y atenta al principio de igualdad, consistente en
ofrecer las mismas oportunidades educativas a todos los alumnos; y de equidad, cada alumno
tiene sus necesidades y potencial específico que es necesario respetar y desarrollar.
No debemos olvidar, asimismo, en todo este proceso, el cambio que ha propiciado la
aparición del concepto de necesidades educativas especiales (Informe Warnock, 1978). Este, al
centrarse en los problemas del niño en cuanto a su proceso de enseñanza /aprendizaje y olvidar
el lenguaje de las deficiencias, sitúa el énfasis en la escuela, en la capacidad del centro para
ofrecer una respuesta educativa a los alumnos escolarizados en él. Ahora, el concepto de
dificultades de aprendizaje se torna relativo, ya que depende de los objetivos que se planteen, del
currículo establecido, de los niveles que se exijan y de los sistemas de evaluación que se
apliquen. Ante esta nueva situación, el sistema educativo deberá dotarse de los medios que le
permitan dar una respuesta ante las necesidades educativas específicas de los alumnos, o de lo
contrario no proporcionará ningún instrumento válido que ayude a resolver estos problemas.
Dos son las características básicas que perfilan el papel del centro escolar en el proceso
integrador: la idea de fusión de la acción educativa general y especial en una síntesis unitaria; y
la implicación institucional del centro en el proceso. Es necesario resaltar aquí la importancia
otorgada a la institución escolar como promotora del cambio, siempre que haya una implicación
y participación activa y colectiva de los miembros del centro en la búsqueda de soluciones
institucionales (Escudero, 1991; 1992; 1994). Desde este enfoque, se postula una reconstrucción
de la escuela que cambia desde las asunciones teóricas más elementales a los métodos y
prácticas tradicionales. Ello supone acomodar el entorno a todos los alumnos en todas las áreas
curriculares, ofrecer los mismos recursos y oportunidades de aprendizaje y socialización para
todos los niños en un mismo contexto escolar, sobre una base de tiempo total (Wang, 1994) o
reconceptualizar y adaptar la organización escolar como conjunto, como un todo que no se
puede abordar fragmentando sus partes (Gartner y Lipsky, 1987).
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Esta visión ha dado lugar al desarrollo de reflexiones e investigaciones desde teorías y
prácticas distintas, pero todas ellas con el objetivo común de crear una situación educativa única,
totalmente abierta a la diversidad, y que implique a toda la institución escolar (Wang, 1994).
El proyecto para la reforma de la enseñanza propone, pues, una escuela renovada en la que
quedan implícitos los principios de normalización e integración que desde que se publicara el
Plan Nacional de Educación Especial (1978) estaban ya guiando y orientando la política
educativa de nuestro país.
Evidentemente, el Plan Experimental de Integración supuso en su momento la piedra de
toque para la reforma. Los distintos estudios desarrollados en nuestro país en torno a dicho plan
(Illán, 1988, 1989; MEC, 1988, 1989a, 1990a; López Melero, 1990; García Pastor, 1991;
Parrilla, 1992), dieron debida cuenta de que una de los grandes problemas, a la hora de
desarrollar con éxito la integración, era el curriculum existente (Programas Renovados), que no
permitía adaptarse y, lo que es más importante, conseguir el equilibrio necesario entre las
demandas de ese curriculum cerrado y las necesidades especiales que presentaban los alumnos
que estaban siendo integrados (Brennan, 1988). La propuesta curricular abierta y flexible que se
hace desde la reforma facilita a los centros la tarea de desarrollar un proyecto curricular que dé
una respuesta educativa adaptada a las necesidades educativas de todos y cada uno de los
alumnos/as (con o sin necesidades educativas especiales) (Del Carmen y Zabala, 1991; Coll y
otros, 1988, 1992; Puigdellívol, 1993; Gartner y Lipsky, 1987; Rohrkemper y Corno, 1988).
Así pues, la reforma de la enseñanza adquiere sentido desde el marco del curriculum y la
instrucción (Coll y otros, 1988, 1992; Brennan, 1988; Gimeno, 1988, 1992; Puigdellívol, 1993),
al constituir ambas cuestiones el eje de la integración escolar. Desde este punto de vista, la
reforma posibilita un marco de reflexión para buscar soluciones a la problemática que para
muchos centros supone dar una respuesta educativa acorde al tipo de necesidades educativas que
presentan los alumnos escolarizados en ellos. Nos estamos refiriendo concretamente a la
atención a la diversidad, cuya consideración implica una toma de decisiones que revierta en la
mejora de la enseñanza del centro en general.
A este respecto, no han sido muchas las propuestas que hasta el momento han tratado de dar
una respuesta global desde una perspectiva en la que el desarrollo de la integración sea tratado
como un conjunto o desde la totalidad. En la mayoría de los casos, las propuestas han ido
dirigidas a momentos precisos del proceso educativo, más que al de la aplicabilidad del
curriculum. La preocupación fundamental ha estado centrada dentro del aula y dirigida,
específicamente, a la instrucción sin que se haya cuestionado la concepción y el diseño del
curriculum, y todavía menos la concepción y modelo vigente de los centros como
organizaciones escolares. Los esfuerzos han estado centrados y dirigidos a los cambios y a las
modificaciones que debían ser hechas en la implementación del curriculum para adaptarlo a
situaciones integradoras. De esta manera, el problema de la integración ha quedado circunscrito
a las respuestas concretas que era necesario dar al alumno integrado para que él pudiese
integrarse.
Es momento ya de desmantelar este planteamiento (Libro Blanco, 1987; LOGSE, 1990b), y
contemplar un modelo más apropiado, que dé respuesta a las necesidades individuales
favoreciendo una nueva imagen de escuela abierta a la diversidad. A lo largo de este trabajo
iremos desarrollando todas estas propuestas.
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1. DIVERSIDAD Y CURRICULUM
Una de las herramientas fundamentales de las que un centro dispone, para atender las
características individuales y diversas de sus alumnos, es la planificación de la enseñanza. La
definición que sobre el currículo nos ofrece la LOGSE (1990b, art. 4.1.) así lo corrobora: “se
entiende por currículo el conjunto de objetivos, métodos pedagógicos y criterios de evaluación
de cada uno de los niveles, etapas, ciclos, grados y modalidades del sistema educativo que
regulan la práctica docente”.
El marco que ofrece la toma de decisiones en torno al Proyecto Educativo de Centro (PEC) y
el Proyecto Curricular (PCC) servirá para realizar lo expresado, organizando la puesta en
práctica de las diferentes estrategias de aprendizaje implícitas en el desarrollo e implementación
del curriculum.
La elaboración de estos documentos debería ser considerada como algo más que un puro
proceso administrativo, debiendo llevar incorporado "el reconocimiento explícito y el
compromiso con un
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