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Carnelutti


Enviado por   •  21 de Enero de 2014  •  808 Palabras (4 Páginas)  •  276 Visitas

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En lo más alto de la escala está el juez. No existe un oficio más alto que el suyo ni una dignidad más imponente. Está colocado, en el aula, sobre la cátedra; y merece esta superioridad. El lenguaje de los juristas celebra al juez con una palabra, acerca de cuyo profundo significado los juristas mismos, y tanto más los filósofos, deberían detener, más de lo que la detienen, la atención. Nosotros decimos que ante el juez están las partes. Se denomina partes a los sujetos de un contrato: por ejemplo, al vendedor y al comprador, al arrendador y al arrendatario, al socio y al otro socio; e igualmente a los sujetos de una litis: el acreedor, que quiere hacerse pagar, y el deudor que no quiere pagar; el propietario que quiere la entrega de su casa, y el inquilino que quiere continuar habitándola; y, finalmente, se denomina también así a los sujetos del contradictorio, o sea de aquella disputa que se desarrolla entre los dos defensores en los procesos civiles o entre el ministerio público y el defensor en los procesos penales. Estos, todos ellos, se denominan así porque están divididos, y la parte procede, precisamente, de la división: cada uno tiene un interés opuesto al del otro; el vendedor querría entregar poca mercadería e ingresar en caja mucho dinero, mientras el comprador quiere exactamente lo contrario; cada uno de los socios querría tomar la parte del león; de los dos defensores, si uno de ellos vence, el otro pierde; y cada uno de ellos echa el agua hacia su molino. Los juristas utilizan por esto el nombre de parte, pero el significado de parte es mucho más profundo; en la parte convergen el ser y el no ser; cada parte es ella misma y no es la otra parte. Pero, si es así, todas las cosas y todos los hombres son partes; una rosa es una rosa y no es una violeta; un caballo es un caballo y no es un buey; yo soy yo y no soy tú. Y este descubrimiento de ser el hombre no otra cosa que una parte tiene inestimable valor; por eso, los filósofos deberían conceder mayor crédito al lenguaje de los juristas y prestarle mayor atención. Así, pues, si aquellos que están ante el juez para ser juzgados son partes, quiere decir que el juez no es parte. En efecto, los juristas dicen que el juez está súper partes; por eso, el juez está en alto y el imputado en bajo, por bajo de él; el uno en la jaula, el otro sobre la cátedra. Igualmente, el defensor está abajo, respecto del juez; por el contrario, si el ministerio público está a su lado, esto constituye un error, que mediante una mayor conciencia en torno a la mecánica del proceso se terminará por rectificar. El juez, sin embargo, es un hombre también él; si es un hombre es también él una parte. Esto de ser al mismo tiempo parte y no parte, constituye la contradicción en la cual se debate el concepto de juez. Esto de ser el juez un hombre y de deber ser más que un hombre, constituye su drama. Un drama representado con insuperable maestría en el Evangelio de San

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