Complejidad Y Educación
viannita17 de Mayo de 2013
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Complejidad y Educación ambiental
Elaborado por Profra. Vianney Aguirre Alcocer
Como el uso del término complejidad es todavía difuso, comenzaré esclareciendo mi interpretación del mismo siguiendo al Dr. Maldonado, (Maldonado, 1999) tres líneas principales: 1) la complejidad como ciencia (el estudio de la dinámica no lineal en diversos sistemas concretos), 2) la complejidad como método de pensamiento (la propuesta de un método de pensamiento que supere las dicotomías de los enfoques disciplinarios del saber y que consiste básicamente en el aprendizaje del pensamiento relacional), y 3) la complejidad como cosmovisión (la elaboración de una nueva mirada al mundo y al conocimiento que supere el reduccionismo a partir de las consideraciones holísticas emergentes del pensamiento sistémico). Son tres líneas de trabajo que se complementan y entrecruzan. De hecho, la complejidad como investigación de la dinámica no lineal está en la base del resto, pues constituye el sustento científico de las elaboraciones metodológicas y de cosmovisión, y es la esencia del cambio de paradigma. Como filósofo e investigador en el área del medio ambiente, sin embargo, me interesa especialmente el alcance de cosmovisión de las nuevas ideas.
De la modernidad a nuestros días se pueden distinguir tres ideales de racionalidad que han estado presentes en la producción de conocimiento científico: Primero, la racionalidad científica clásica, caracterizada por la contraposición absoluta entre el sujeto y el objeto del conocimiento y la elaboración de una visión del mundo constituido por objetos separados en el espacio y el tiempo. Esta visión predominó hasta principios del siglo XX cuando el pensamiento cuántico relativista rompió por primera vez con la contraposición antinómica entre sujeto y objeto al considerar las condiciones de observación y la intervención del observador como elementos constitutivos de la realidad cognoscitiva. No obstante, la ruptura provocada por este segundo ideal de racionalidad científica no fue total. Se mantuvieron elementos esenciales del pensamiento y el cuadro del mundo clásicos, en particular la noción de simplicidad como atributo de la realidad. Es a partir de los años sesenta del siglo XX que los avances de la cibernética y la computación electrónica, las matemáticas y la revolución científico-técnica, así como un importante conjunto de problemas científicos y prácticos no resueltos, --el ambiental entre ellos--, impulsaron la investigación por los derroteros de ruptura que hoy agrupamos bajo un denominador común: complejidad.
La epistemología clásica con su distinción exacta de la verdad y el error, lo objetivo y lo subjetivo, el objeto y el sujeto, se mantuvo presente en diversas variantes hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX y tiene en Popper su último representante en ese siglo. Las ideas de ruptura se expresaron en el pensamiento dialéctico y la escuela historicista que consideraron ambos la necesidad de reconocer un sujeto del conocimiento histórico-cultural concreto, contextualizado. Sin embargo, aún estas propuestas epistemológicas avanzadas no lograron superar los cánones primigenios y dicotómicos de la epistemología clásica, por lo que el pensamiento complejo se consideró inicialmente por muchos filósofos sólo como teorías científicas que se distinguían por su contenido, y los objetos investigados, y no por su naturaleza cognitiva propia, por el planteo novedoso de los problemas de la cognición. Desde las teorías científicas emergió entonces una reflexión epistemológica propia de elevado vuelo filosófico y cosmovisivo, vinculada a los debates científicos en torno a los nuevos conceptos, la responsabilidad científica, el alcance del conocimiento y su objetividad.
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