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Conspiracion De Las Muejres Hermosas


Enviado por   •  18 de Mayo de 2013  •  1.619 Palabras (7 Páginas)  •  270 Visitas

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LA CONSPIRACIÓN DE LAS MUJERES HERMOSAS

Cuando Jorge Allen, el poeta, se cruzaba con alguna mujer hermosa, caía en el mas hondo desasosiego. Esta muchacha no sera para mi -pensaba mientras la veía doblar para siempre la esquina.

Es que cada mujer que pasa frente a uno sin detenerse es una historia de amor que no se concretara nunca. Y ya se sabe que los hombres de corazón sueñan con vivir todas las vidas.

En ocasiones especiales, Allen usurpaba el tranco de las mas buenas mozas para decirles algo.

- Vea: si no me conoce, no podra usted darse el lujo de olvidarme.

Pero casi siempre ocurría lo mismo. Las pibas de Flores no mostraban el menor interés en olvidar o recordar al poeta.

Cabe ahora mismo salir al paso de la suspicacia general, aclarando que Allen era un joven de grata y recia figura. Ademas era muy versado en amorosas cuestiones. En verdad, casi no se ocupaba de otra cosa.

Una tarde, envenenado por la fría mirada de una morocha en la calle Bacacay, el hombre tuvo una inspiración: sospecho que la indiferencia de las hembras mas notables no era casual. Adivinó una intención común en todas ellas. Y decidió que tenía que existir una conjura, una conspiración.

Él la llamó La Conspiración de las Mujeres Hermosas.

Allen nunca fue un sujeto de pensamientos ordenados. Pero su idea intereso muchisimo a las personas mas reflexivas del barrio de Flores. El primer fruto que se recuerda de estas inquietudes fue la memorable conferencia en el cine San Martín pronunciada por el polígrafo Manuel Mandeb.

Su título fue "De las mujeres mejor no hay que hablar", vale la pena transcribir algunos párrrafos conservados en la dudosa memoria de supuestos asistentes.

"...Nadie puede negar el poder diabolico de la belleza. Se trata en realidad de una fuerza mucho mas irresistible que la del dinero o la prepotencia. Cualquiera puede despreciar a quien lo sojuzga mediante el soborno o el temor. Por el contrario uno no tiene mas remedio que amar a quien le impone humillaciones en virtud de su encanto. Y esta es una trágica paradoja.

"...Las mujeres hermosas de este barrio conocen perfectamente la calidad de sus armas y las utilizan con el unico fin de provocar el sufrimiento de los hombres sensibles. Ostentan su belleza y sin embargo no permiten que uno la disfrute. Cuentan dinero delante de los pobres. Esta perversa conducta no puede ser inconsciente. Obedece, sin duda a un plan minuciosamente pensado.

"...Cada vez que me acerco a una señorita para presentarle mi respeto.

no recibo otra cosa que gestos de desagrado, gambetas ampulosas y aun amenazas de escándalo. Ya no se puede ceder el paso a una dama sin que se sospeche que esta por permitido perpetrarse una violación."

Desde la cuarta fila, un grupo de colegialas le retrucó al conferenciante, llamando su atención acerca del comportamiento de los conductores de camionetas. Opinaban las niñas que estos profesionales, mas que requerirlas de amores parecian proponerse insultarlas.

Este que escribe opina que la objeción es interesante. Con toda frecuencia se ven por las calles individuos que lejos de postularse como admiradores de las señoritas que se les cruzan, proceden a agraviarlas con frases puercas.

Aqui surge un tema polémico. ¿En qué consiste el piropo? ¿Cuál es su objeto y escencia?

Algunos sostienen que se trata de un genero artístico: Un hombre ve a una mujer, se inspira y suelta párrafos. No existe la esperanza de una recompensa, basta con la satisfacción de haber cumplido con los duendes interiores.

Si este es el criterio corecto, la actitud de los conductores de camionetas es perfectamente comprensible. Ta vez quepan reparos de indole académica. Se puede opinar que es artisticamente superior un madrigal que un manotazo, pero ambas expresiones se encuadran rigurosamente en la definición que se ha sugerido anteriormente.

Otra corriente -menos desinteresada- piensa que todo piropo manifiesta la intención de comenzar un romance. Vale decir que se espera de la dama que lo recibe una respuesta alentadora.

Difícil sera -por cierto- que alguien obtenga una sonrisa a cambio de una groseria. El asunto es apasionante y fue desarrollado por el propio Mandeb, mucho después, en un libro que se llamo "La objeción de las colegialas", titulo que desperto un equivocado entusiasmo entre los conductores de camionetas.

Pero volvamos a la conferencia.

Manuel Mandeb presentó durante su exposición a un italiano y a un brasilero, quienes -dificultosamente- expresaron que, en sus países, los idilios se concertaban en forma rápida entre personas desconocidas y que muchas veces bastaba con leves gestos para entenderse bien.

Curiosamente, el propio conferencista desautorizó a sus invitados.

"...Esta muy bien reclamar la tolerancia de las señoritas. Pero todo amorío debe presentar una cantidad razonable de escollos. Para serles franco, no quisiera saber nada con una mujer capaz de entreverarse en dos minutos con un tipo como yo."

La conferencia terminó en un tumulto. Varias conspiradoras asistentes empezaron a quejarse de recibir propuestas indecorosas de los caballeros vecinos.

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