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Cuando No Tengo La Razón


Enviado por   •  21 de Abril de 2013  •  3.637 Palabras (15 Páginas)  •  246 Visitas

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Cuando lo vi, sabía que debía controlarme, aunque con tan solo decir que lo conocía, vendría hacia mí y me saludaría, aún sin saber mi nombre. Me asombró que fuera guapo, aceptable, y nunca lo había visto por los pasillos, sin duda, sería la nueva atracción, sólo por ser el chico nuevo, y porque estaba comenzando el semestre.

En mi interior, algo me decía que no utilizara mi don con él, así que me dirigí a las listas de alumnos, esperando que a mis amigas y a mí no nos hubiesen separado. Ningún cambio. Por lo menos esperaba de ésto algo bueno. Todavía seguía pensando en eso cuando sentí en mi hombro derecho dos dedos que me tocaron, llamándome. Me volteé para descubrir que quien me hablaba era el mismo chico que hacía un minuto había estado observando.

Y sin querer las palabras salieron.

- No te conosco - dije, y ese escalofrío que siento al afirmar algo recorrió todo mi cuerpo. El chico nuevo, sólo me miró extrañado, dio media vuelta y se fue caminando a paso veloz hacia los sanitarios. Me sorprendió que se fuera, es decir, sólo debió de contestar que yo tenía razón o algo así y presentarse. No irse.

Olvidé el asunto, pero ese día solo me miraba indignado cada vez que cruzábamos miradas.

Desde pequeña, descubrí que tenía algo. Que era especial. Diferente a los demás. Que todo lo que yo afirmaba, era cierto. Si yo decía tener algo, ese algo se encontraba ahí, sin que yo me equivocara. Podía aparecer cosas con tan solo afirmar que estaban en donde yo decía. Tenía, en resumen, la razón. Nunca me equivocaba.

Abrí los ojos y miré el techo. Al fin me había despertado. Moví mi cabeza en dirección al reloj que se encontraba encima de mi buró derecho. 6:50, contaba con diez minutos para llegar a la escuela, y de mi casa hasta ahí, me tomaba cinco minutos en automovil. Claro que por otro lado estaba mi Don y con él llegaría en dos segudos. Con sólo decir que me encontraba en la escuela, aparecería ahí, pero mis papás sabían que yo me iba manejando y al ver el auto en el garage, se preguntarían si habría huído de casa, ya que una vez lo intenté hacer cuando tenía ocho años, y me descubrieron.

Me paré de la cama, bajé las escaleras y tomé las llaves del coche que se encontraban encima de una repisa donde usualmente colocamos papeles importantes. Pasé frente al espejo de la sala y observé que tenía puesto el pijama. Abrí la puerta y me dirigí al garage. Entré al auto, lo encendí y miré el reloj. 6:52. Arranqué y salí de mi vecindario poco a poco; mientras observaba el paisaje, comencé a hablar.

- Tengo mi uniforme puesto, mi mochila está en el aciento del copiloto, mi cara lavada, dientes cepillados y brillantes. Mi cartera está en el bolsillo derecho de mi pantalón. Tengo el cabello suelto, ondulado, con una diadema rosada.

Sentí un gran escalofrío debido a la gran cantidad de cosas que había dicho y afirmado, las cuales en menos de diez segundos se habían materializado ahí, donde no estaban. Llegué a la escuela a las 6:58. Me estacioné, tomé mi mochila y salí del auto. Caminé hacia mis amigas, y sentí como mi pelo castaño ondeaba con el frío viento.

- Hola - dije al acercarme; me miraron y sonrieron - ¿Cómo están? - Ninguna me respondió, solo miraban en dirección a mis pies. Bajé la mirada, aún tenía puestas mis pantuflas - Oh! olvide decir .. perdón, olvidé quitarme mis pantuflas, - comenzaron a reírse - ahora regreso, mis zapatos están en el asiento trasero del auto.

Entré a a la parte trasera y me acomodé. Como había dicho, ahí estaban. - Tengo puestos mis tenis.

Escalofrío y luego, sin mover ni un dedo, en lugar de mis pantuflas estaban mis Vans. Les sonreí. Cuando me bajé, el timbre sonó y mis amigas se adelantaron a entrar. Sin duda el día sería aburrido. Traté de alcanzarlas, pero me quedé atrás y mientras nadie me escuchaba, susurré.

- Tengo mi ipod dentro de la mochila que estoy cargando.

Cuando entré al aula, miré los únicos dos asientos que no estaban ocupados. Uno de ellos se encontraba en buen lugar, justo en el centro del salón, donde no había calor y el otro se encontraba a la izquierda del chico nuevo, junto a la ventana. Sentí un leve escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. Uno que no había sentido antes. Me dirigí hacia la segunda opción. Ahí se sentía aún mas lo que afuera congelaba a cualquiera, así que no dudé en susurrar.

- Tengo una chamarra lila en mi mochila.

Saqué el abrigador objeto recién materializado y me tomé todo el tiempo del mundo para ponérmelo. Luego saqué el ipod. Mientras el profesor de matemáticas no se daba cuenta, me puse el audífono izquierdo y seleccioné Virus de Beethoven.; lo cual fue raro, ya que no escuchaba sus composiciones muy a menudo, aunque mi biblioteca musical estuviese repleta de todos los géneros de canciones que puedan existir. Me concentré en el sonido del subir y bajar de las notas mientras miraba ausente hacia un punto del pizarrón. Definitivamente me estaba aburriendo en esa esquina. Volteé por curiosidad al chico nuevo y éste me estaba mirando. Sonrió, y mientras lo hacía, me habló.

- Em, hola - dijo con cautela. Yo me quité el audífono para escucharlo mejor. - mi nombre es Thomas, pero puedes llamarme Tom - sonrió mostranto unos dientes blancos y relucientes, y luego continuó - la chica de mi derecha, - señaló con los ojos a Marie, una de mis amigas - quiere que te de ésta nota.

Extendió la mano que contenía el papel doblado por la mitad.

- Oh, gracias. Me llamo Natalie.

- Natalie, lindo - susurró para sí. Le dediqué una sonrisa que el no pudo ver.

Desdoblé el papel y observé la caligrafía. Demasiado bonita, pensé.

"¿A dónde piensas ir hoy por la tarde?"

Tomé un bolígrafo y justo debajo respondí que pensaba ir a la biblioteca a perder tiempo.

- Tom - susurré-

- ¿Si?

- ¿Puedes devolverle el papel por favor? - pregunté con un tono ligeramente seductor.

- Claro - respondió el chico, sonriendo. En seguida me volteé, coloqué el audífono en su lugar y cerré los ojos. Me concentré en la sonrisa de Tom, y me di cuenta de que apenas lo conocía y ya andaba pensando en él. Así estuve por un rato hasta que miré el reloj. Faltaban veinte minutos de una aburrida clase; nadie notaría si adelantaba el tiempo un poquito. Y mientras el profesor se volteó hacia el pizarrón, susurré.

- La clase terminó. Nadie está mirando sus relojes.

Y me concentré en ver cómo las agujas de todos lo relojes se alocaban y giraban apresuradamente hacia la derecha. En menos de cinco segundos el timbre sonó y el profesor miró su reloj de muñeca, sorprendido. No pude evitar sonreír. Enserio que me encantaba tener la razón.

- Pueden salir - dijo con asombro en su rostro y cierta duda en la voz.

Guardé el ipod en mi mochila y me dirigí hacia la salida. Todos se amontonaron y tuve que esperar a que unos cuantos salieran. Cuando estuve a punto de salir Tom y yo nos quedamos a un paso de estar atorados en la puerta. Me quedé inmóvil. Él apenas me llevaba una cabeza de altura. Lo miré a los ojos, y él hizo lo mismo.

- Las damas primero - dijo sin apartar la vista. Sonrío traviesamente y sentí que Samantha me daba un pequeño empujón para sacarme de ahí. Regresé al mundo cuando me di cuenta que estaba en la fila para comprar el desayuno, pero aún no dejaba de pensar en Tom. Me estaba empezando a gustar el semestre.

Marie nos alcanzó mientras aún seguíamos comprando. Me preguntaba que haría ella por la tarde.

- Así que, - le hablé - ¿qué harás tu?

-¿De qué hablas? - contestó.

- De la nota que Tom me dio de tu parte - la miré, confundida.

- ¿Tom? - se rió de una forma irónica -, ¿nota?. No conozco a ningún Tom y no te he escrito ninguna nota.

No contesté a eso. Mi mente comenzó a trabajar mientras yo trataba de comprender lo que había pasado hace rato. Es decir, en realidad, yo no sabía nada acerca del chico nuevo. ¿Será cierto? ¿Él habrá mandado la nota para saber qué haría yo por la tarde? ¿Acaso se ha fijado en mí? ¿Por qué se me ocurrían tantas preguntas? ¿Qué debía hacer? ¿Las Saladitas realmente eran horneadas?. A lo último me respondí con una pequeña risa. Estaba exagerando.

- Me quedaré en casa - Marie interrumpió mis pensamientos -, ¿qué harás tú?

- Intentar averiguar qué quiere Tom.

- ¿Tom? - Samantha, mi mejor amiga, volteó a verme con curiosidad - ¿Quién es Tom?

- Es el chico nuevo del salón, ¿no lo viste?

- ¿El del cabello negro sexy y ojos verdes? - me preguntó Marie, metiéndose en la plática que tenía con Sam.

- Em.. sí, ese mismo - dije, sintiendo la cara repentinamente caliente debido a los pensamientos que había tenido de él.

- Es lindo - respondió Sam.

- Sí - dije tímidamente, y cuando casi llegaba mi turno de comprar, y mientras nadie me veía, afirmé de modo casi inaudible - Tengo cincuenta pesos en mi cartera.

Busqué en el bolsillo derecho del pantalón y saqué aquel billete, perfecto.

- Me da un té por favor - le pedí con una sonrisa a la encargada.

- Son diez pesos - me habló con un tono de aburrición al extremo.

- Gracias - respondí cuando me dió el cambio. Antes que me lo diera y me fuera de ahí, no le quitaba la vista a la verruga que tenía a lado del ojo izquierdo. Era asqueroso. Me pregunté si sabía acerca de Points.

Me senté con Marie y Sam. Se concentraban en comer sus alimentos. Decidí romper el silencio.

- Así que, ¿cómo estuvieron las vacaciones? - pregunté mostrando interés.

- Geniales - Respondió Samantha -, me pasé la navidad en Mérida con mi padre - hizo una pausa - y si preguntas por mi madre, no se quedó sola, unos familiares vinieron a visitarla.

- Creí que la habías olvidado - reí -, ¿cómo te fué en Nueva York Marie?

- Fantástico, me divertí muchísimo y la estatua de la libertad era ...

¿Qué acaso yo era la única que no salió de viaje en las vacaciones? Mientras ella hablaba, yo la miraba, pero no le hacía tanto caso, ya que me perdí pensando en Thomas, quien tenía el cabello como tan oscuro como el onix, una tez blanca muy linda y tenía unos ojos verdes que se veían hermosos y deslumbraban cada vez que sonreía. No era musculoso, pero estaba delgado y marcado. ¿Quién era él? ¿De dónde venía? Tenía que averiguarlo. Así que mientras fingía escuchar a Marie, tramé un plan que consistía en ir a la biblioteca por la tarde, con eso averiguaría si Tom me había mandado la nota para saber lo que haría por la tarde, y si planeaba encontrarse conmigo "por casualidad". Sin duda le seguiría el juego y aprovecharía para saber de dónde provenía. El timbre sonó. Era hora de encontrarme de nuevo con él.

...

La escuela terminó muy rápido, y sin darme cuenta, ya conducía de regreso a casa. Miraba el paisaje mientras pensaba en el chico nuevo.

Me estacioné enfrente del garage, ya que el auto no perjudicaba en lo más mínimo el tránsito. Saludé a todos y subí al cuarto a cambiarme. Encendí la computadora como de costumbre y en voz alta dije tener puesto el pijama. Mi vida se había vuelto de lo más normal, hablando del don. Ya me había acostumbrado a todo eso y nada me sorprendía. Sólo debía guardar el secreto, y hacerlo por más de quince años, significaba que era imposible que lo descubrieran. Cerré mi laptop y bajé a comer. Todos me esperaban.

- ¿Cómo estuvo la escuela hoy? - preguntó mi padre, mientras terminaba de tragar un bocado de espagueti - ¿Cómo estuvieron tus clases?

Excelente papá, hay un chico nuevo que me trae loca de un día para otro. Pienso ir a la biblioteca para saber si el tipo está interesado en mí ¿te parece?. Patrañas.

- Bien - Tragué, respiré, miré al techo, lo miré a él y proseguí - Todo Perfecto - Sonreí -Excepto que el profesor de español nos marcó una tarea acerca de un libro, así que, ¿puedo ir a la biblioteca por la tarde?

Así es, mentí. Sería una chica rara si les decía lo que tramaba; además de que se escucharía estúpido. Mi papá asintió, confiaba demasiado en mí, o al menos lo necesario y me daba el espacio que una adolescente debería tener, y claro, controlaba un poco mis libertades. Después de la comida subí al baño a tomar una ducha refrescante. Aunque pudiera desear estar limpia, era ya costumbre mía sentir el agua caer en el cuerpo, tan fresca. Sentí el frío al salir de ahí, me coloqué una bata y me dirigí a mi habitación. Tomé lo primero que tenía a la mano. Unos jeans y una blusa lila de mangas hasta el antebrazo. Tomé mi chamarra y ..

- Tengo mis Vans puestos y el pelo seco, lacio.

Así me ahorré unos cuantos minutos de tiempo. Bajé las escaleras y me dirigí hacia la puerta. Dejé una nota antes de salir, diciendo que no tardaría mucho. Al estar dentro del carro conduciendo hacia la biblioteca, no pude evitar pensar en lo que podría pasar, ¿y si en realidad él no iba? quedaría como un tonta en mi interior, creyendo que un chico tan guapo se podría fijar en mí y en lo inmadura que había sido al perseguirlo. Sentí nervios y "mariposas en el estómago" cuando me estaba estacionando. Realmente no quería bajar. Y ahí me di cuenta que él realmente me gustaba, aún sin conocernos. ¿Amor a primera vista?, siempre lo creí imposible, hasta hoy. Apagué el vehículo y me quedé mirando hacia enfrente con las manos en el volante, preparándome para lo inesperado. Exhalé fuertemente, me quité el cinturón de seguridad y salí. Caminé a paso veloz debido al frío que había. Estaba a punto de abrir la puerta de cristal de aquel lugar cuando pensé en rendirme e irme enseguida de ahí, pero la frialdad me hizo entrar. Había unas cuantas personas y empecé a buscar con la mirada mi objetivo. ¡Rayos! ¿qué estaba haciendo? se suponía que él se encontraría conmigo, no yo con él. Me dirigí hacia la sección de romance. Busqué un libro que me distrajera un rato, pero terminé tomando el de Romeo y Julieta. Eso demostraba mi grado de aburrición. Busqué una mesa vacía para sentarme y leer cómodamente la obra. Miré la portada y lo abrí. Sentí un escalofrío extraño. Me sumergí más en la silla buscando calor; cuando levanté la mirada alejándola del libro, no podía creer lo que veía.

Dí un respingo. Un par de ojos verdes me observaban, fascinados. Tom se encontraba frente a mí, imitando mi postura, con un libro entre las manos, fingiendo leerlo, mientras me miraba. Me quedé inmóvil. ¿Qué debía hacer exactamente?.

- ¿Te asusté? - comentó, burlándose de como me había sorprendido su inesperada presencia.

Me levanté del asiento, devolví el libro al estante de donde lo había tomado, y me dirigí hacia la puerta. Thomas me miró, perplejo. ¿Qué rayos quería? ¿fastidiarme? Caminé lo más rápido que pude hacia mi auto, pero un par de manos me tomó por los hombros y me hizo voltear hacia él. Mi corazón nunca había latido tan fuerte como en ese momento. Podía sentir la vibración hasta mis dientes. Alcé la mirada, y temblé. Me estaba congelando. Tom lo notó.

- Creo que es mejor entrar a la biblioteca - afirmó.

Yo solo lo seguí. Me sentía tan débil a su lado. Bueno, él era la razón de sentirme así. <-- exagerado.

Entramos. Qué cálido era. Nos dirigimos hacia la mesa donde me había dado un susto de muerte. Silencio. Luego, me imaginé que fuera verano y estuviéramos afuera caminando en el parque. Qué romántico, no como esta bochornosa situación. O al menos así era para mí.

- ¿Qué haces aquí? - pregunté fríamente.

- Lo mismo que tú.

- ¿Pierdes tiempo en la biblioteca?

- Mmm. Sí, es tan divertido. Quería conocer dónde me pasaría la mayor parte del tiempo ahora que las clases empezaron. Además en tu nota dijiste que pasarías por aquí...

- ¿Espías mis notas? - lo interrumpí, pero siguió hablando.

- ..Así que pensé que, como no tengo amigos todavía, pudieras - Genial. Realmente había confundido las cosas ésta vez, el chico solo quería mi amistad. Bien. Bajé la mirada. Tratando de olvidar la situación -, pudieras acompañarme a visitar los lugares que bueno, si quieres, salir y no sé.

- ¿Salir?, ¿Contigo? - lo interrogué - ¿De dónde vienes? ¿Qué edad tienes?

- Vengo del DF. y tengo dieciséis años.

- ¿Cuánto hace que tienes dieciséis? <- cambiar edades a 18

- Desde hace cinco meses, ¿por qué?, creerías que te respondería "Bastante"?

- Me leíste el pensamiento, sólo quería asegurarme que eras mortal.

Reímos. No me la estaba pasando tan mal después de todo.

- Te propongo algo - comenzó después de las risas -, ¿mañana a la misma hora, aquí? <-- escribir mas complejamente.

- Claro, por qué no.

- Excelente - y dejó a la vista su hermosa sonrisa -, te acompaño a tu carro.

Caminamos en silencio y cuando iba a tomar la puerta y meter la llave, justo antes de despedirme, hablamos.

- Bueno, te veo en la escuela ¿no? - Me apresuré a decir.

- Sí, no pienso faltar aún si el sol sale ¿de acuerdo?

- Ay, eres horrible - me reí.

- Ay, eres hermosa. <--- demasiado pronto, debe haber misterio.

Mi risa se detuvo y me volteé hacia el auto. Dudé, pero luego lo miré de nuevo.

- Nos vemos mañana, Tom - Sonreí, complacida.

- Si, adiós.

- Espera - lo detuve -, la próxima vez, asegúrate de que las notas que escribas sean para el destinatario que lo leerá realmente. <--- eliminar esta tontería de niña de 15

Me dedicó otra de sus perfectas sonrisas antes de caminar en sentido contrario de donde nos encontrábamos. Me metí al auto y suspiré para mis adentros. <--- definitivamente eliminar.

- Tom .. - susurré.

Desperté y miré por la ventana; el sol brillaba y parecía no haber frío. Bueno, por lo menos daría algo de calor. Estuve buscando un sweater naranja, mi color favorito, pero descubrí que no tenía. Eso no era un problema.

- Tengo un Sweater naranja de estampado floreado.

Y ahí dentro, apareció. Al materializarse, parecían millones de partículas juntándose de la nada; un espectáculo.

Llegué a la escuela temprano. Mi entusiasmo por ir, hizo que me despertara media hora antes. Tomé mi mochila y salí. No había casi nadie, solo unos cuantos de último grado. Me senté en una de aquellas bancas cuadradas donde te sientas a platicar con tus amigos.

- Tengo mi ipod dentro de la mochila.

Con toda naturalidad me coloqué los audífonos y le puse Play a Obsessed, canción que no había dejado de escuchar desde el día anterior, cuando descubrí que Tom me encantaba. Cerré los ojos, imaginándome su rostro. Me puse a cantar en voz baja.

- Am I obsessed .. with you? ... - Cómo me encantaba esa canción. <----- cambiar de canción a alguna famosa.

- Hola - escuché, justo después de que canté la última parte. Enseguida sentí mi cara caliente. Muerta de vergüenza.

- Hola Tom - respondí con alegría, tenía curiosidad de muchas cosas sobre él -, ¿cómo dormiste?

- Créeme que dormí como nunca, me dormí temprano - Cada vez que hablaba, no dejaba de sonreír y claro que a mi me fascinaba - ¿Qué hay de tí?

- Excelente - mentí, mientras sonreía y lo miraba a los ojos. Observé por encima de su hombro, cómo Sam se bajaba de su auto y caminaba hacia nosotros. Tom siguió mi mirada, curioso y visualizó a mi amiga.

- ¿Quieres que me vaya?

- No - contesté algo apresurada -, quédate - Sonrió.

Sam pareció moverse en cámara lenta. Yo sólo deseaba que se apurara, y me la imaginé sacudiendo su cabello, mientras el sol destellaba detrás suyo. Solté una pequeña risa.

- Hola Nat - Sam miró a Thomas, luego me miró y sonrió con mirada pícara.

- Samantha, Thomas. Tom, Sam - dije, presentándolos alternadamente.

- Hola Tom, ¿cómo se siente ser el chico nuevo? - lo interrogó sonriendo. Sin duda tendría que responder muchas preguntas que ella me haría después.

- Genial. Me encanta la escuela.

- Bueno, voy a mi casillero, los veo luego.

- Adiós - dijimos a coro Thomas y yo. Nos miramos y sonreímos.

- ¿Sabes qué? - interrumpió nuestro juego de miradas.

- ¿Qué? - pregunté impaciente.

- Ya quiero que sea de tarde.

Ojalá supieras cuanto ansío lo mismo, pensé. En ese momento yo sólo le sonreí. Miré hacia Sam y me llamaba. Le dije a Tom que lo veía en el salón y me dirigí a hablar con mi amiga.

- ¿Ese Tom es aún mas guapo de lo que imaginaba - comenzó Sam.

- Es perfecto - contesté, mirando hacia un punto, perdida -, bueno, para mí. No es super guapo, ni modelo.

- ¿qué hará por aquí? ¿por qué no le preguntas?

- Hoy nos veremos en la biblioteca, asi que ...

- ¿En la biblioteca? - preguntó Sam, justo cuando cerraba su casillero de un portazo.

- Si Sam, luego te cuento - dije, ansiosa -, espero poder saber más de él.

- Y yo espero que me lo cuentes.

...

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