Cuento. La felicidad de Teodoro
mariacparedesTarea19 de Octubre de 2015
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República Bolivariana de Venezuela
Ministerio del Poder Popular para la Educación
Universidad Nacional Experimental “Simón Rodríguez”
Valera – Edo. Trujillo
LA FELICIDAD DE TEODORO
Participantes:
Amely Ramirez CI: 19.643.316.
Eduar Alvarez CI: 24.786.583.
María Paredes CI: 23.777.033.
Nohelia Romero CI: 20.657.438.
Rubén Florez CI: 16.320.876.
Cátedra: Lengua II
La felicidad de Teodoro
El abuelo de Teodoro era farero. Teodoro vivía con su abuelo Faustino en un faro.
El faro estaba en las afueras de un pueblecito y en las noches oscuras señalaba el camino a los navegantes.
Teodoro iba andando a la escuela. Luego volvía por la tarde corriendo y saltando por la playa.
Teodoro era libre. Conocía cada roca, cada sendero, cada cueva…
Era feliz en su pequeño mundo.
A Teodoro le gustaba salir al mar con su barquito de vela y pescar con su caña.
Aquel día el mar estaba en calma. Todos los peces debían de estar dormidos, porque ninguno picaba.
¡Por fin notó una ligera resistencia! Tiro sin esfuerzo y vio con asombro que en el anzuelo, enredado, había un mechón de pelo castaño.
Debajo del pelo encontró una sirenita, pequeña como una sardina.
-Soy la sirena Filomena. Devuélveme al mar y te daré todo lo que puedas desear para ser feliz. Todo, con tal de que sea solo para ti.
-¿Todo lo que yo quiera?- pregunto Teodoro emocionado.
-Todo. Además, FELICIDAD E INFELICIDAD te pueden ayudar a pedir.
Teodoro dejo la sirena en el agua.
Sonriendo, miro a sus dos compañeros, uno sonriente y otro triste.
-¡Qué suerte tienes! ¡Qué bien se está aquí!- dijo la felicidad
-No me gusta este sitio- dijo la infelicidad.
Teodoro volvió a su faro pensando en las cosas que le gustaría tener.
Todos sus amigos tenían televisor.
-Pido un televisor- gritó.
La habitación de Teodoro era muy pequeña, pues no hay que olvidar que vivía en un faro. Pero cuando entro en ella, ahí estaba su televisor nuevo.
-¡Qué bien es estar en tu habitación!- dijo la felicidad
-Es muy estrecha ¡No cabe ni un armario!- dijo la infelicidad.
Teodoro pasó esa tarde y todas las tardes de esa semana, viendo la televisión.
Una tarde vio en la televisión una niña muy rica con una casa muy grande.
-Mi casa es muy pequeña. Mi habitación es diminuta…
-¡Qué cama tan cómoda tienes!-dijo la felicidad.
-Fíjate en todo lo que sale en la tele. ¡Mira que casa!- dijo la infelicidad.
-Quiero una mansión enorme, como la de la película.
Y Teodoro apareció frente a una preciosa casa.
-¡Qué casa tan bonita! ¿Es para ti solo?- dijo la felicidad.
-Pudiste haber pedido un castillo, que es más grande- dijo la infelicidad.
Pero estaba solo en la gran casa, solo en la isla desde la que se veía el faro de su abuelo.
-¡No importa! En esta casa tan grande voy a ser feliz.
-Se está a gusto aquí- dijo la felicidad
-¡Que rollo! Pide gente para que te haga compañía.
Teodoro había perdido a sus papás cuando era un bebé, así que decidió que ya iba siendo hora de pedir unos padres nuevos.
-¡Quiero tener un papá y una mamá!
Teodoro ya tenía unos nuevos padres. Dos señores muy guapos, pero… cuanto más los miraba, más solo se sentía y más echaba de menos a su abuelo.
Teodoro no se sentía feliz y de tanta tristeza dejo de comer ya los días se desmayó. Su abuelo lo encontró en el suelo justo cuando fue a visitarlo, de inmediato lo tomo en sus brazos y lo llevo al hospital más cercano, allí lo colocaron en una camilla, pues se veía muy enfermo.
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