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¿Cuál Es La Relación Entre El Individuo Y Comunidad?

karlozen9 de Septiembre de 2014

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¿Cuál es la relación entre el Individuo y Comunidad?

La globalización económica y cultural, junto con las migraciones, la multiculturalidad y los problemas de la identidad colectiva hacen necesario revisar la idea de ciudadanía como status de pertenencia y de inclusión y exclusión.

Nos encontraríamos con tres principales modelos de Ciudadanía: la ciudadanía liberal, el modelo comunitarista y el modelo republicano.

El modelo liberal consistiría en “la primacía del individuo y sus derechos frente a toda imposición colectiva”, ya que el liberalismo es individualista. Por ello la actitud del ciudadano de cara a la política, en su calidad de titular de derechos, es más bien negativa y defensiva.

El modelo comunitarista sostiene que “la identidad de las personas no puede entenderse al margen de la comunidad a la que pertenecen, de su cultura y tradiciones”. Se concibe al sujeto como alguien que se define por su pertenencia a una comunidad, por encima de todo está su lealtad y compromiso con la comunidad.

El modelo republicano se basaría en la importancia del hombre como ciudadano, su libertad se garantiza mediante su compromiso con las instituciones y el cumplimiento de sus deberes como ciudadano, entendiendo libertad como un objetivo de no-dominación frente a posibles interferencias arbitrarias de otros, y no como una restricción. El concepto republicano de democracia representativa es la democracia deliberativa, ya que se entiende que los ciudadanos tienen capacidad de reflexión racional, y por ello se potencia la participación del ciudadano como virtud pública. Estableciendo diferentes formas que eviten la concentración y permanencia del poder en manos de unos pocos y permitir que los ciudadanos se puedan hacer oír y puedan pedir cuentas a sus gobernantes. No se pretende limitar el poder sino impedir que el poder se aleje de los ciudadanos. Los derechos son derechos cívicos y no facultades subjetivas.

El individuo forma una parte de un todo, tiene su propia formación y además su percepción de todo cuanto lo rodea. Hablando del ser humano como individuo podemos decir que es un ser social que se adecua a ciertos grupos de acuerdo a la afinidad y objetivos, pero hay otros grupos que él no elige pero en los cuales interacciona. Los individuos deben adaptarse y además a adquirir las características, formas de pensar y de actuar de las comunidades a las que pertenece, entre esas adopta creencias, costumbres, conductas y valores. Y es así que se llega a formar parte de una sociedad donde se aprende a regular sus acciones.

Por otra parte, la comunidad se conforma por un conjunto se seres vivos que podrían ser de animales o hasta microorganismos, así como también de personas que se ubican en un espacio geográfico en el que comparten rasgos y características similares, así como un idioma, leyes, costumbres, tradiciones y creencias. No siempre lo que nos transmiten los miembros de las comunidades es correcto. Así que nuestra comunidad influye en nosotros y en nuestras acciones, respecto así somos individuos de provecho o todo lo contrario. Lo que tanto contribuimos para que las interacciones y enseñanzas que transmitimos sean positivas, aceptables y de provecho.

Las costumbres son las que forman parte de la cultura que viene siendo como una huella digital que distingue a una de otra o estas mismas tienden a unificar a las personas, de una forma más clara son prácticas frecuentes que se tienen arraigadas y se consideran importantes para la comunidad.

Cuán amplia sea la parte que le corresponde a 'la comunidad en el desarrollo de los valores morales del individuo; lo podemos rastrear comparando la elevación a que puede llegar el que pertenece a una comunidad elevada con la que alcanza el individuo de una comunidad inferior. Las más elevadas iniciativas y los esfuerzos personales más enérgicos del individuo que pertenece a una agrupación inferior no alcanzarán a adentrarlo en el mundo de los valores tan plena, profunda e intensamente como las del que es miembro de una comunidad ideal. Pero sostenemos que es mejor el hombre que vive en una sociedad sana, que el que vive en un ambiente degenerado, aunque supongamos que ambos realizan igual esfuerzo. El adelanto en la virtud, o los actos que la demuestran, los realiza él, pero es la comunidad quien los procura.

En el artículo «El individuo democrático o el trágico espejo del asalariado» (Temps Critiques no 2), abordamos la naturaleza de las relaciones actuales entre individuo y sociedad. El individuo moderno, «el individuo democrático», se percibe al margen de su socialidad. Se ve, antes que nada, existiendo como pre-social, como persona. Su socialidad le sería dada posteriormente mediante la intermediación de su integración en una sociedad concebida como el lugar donde se organizan las relaciones entre los individuos. La sociedad es lo que les socializa, les integra. Esta visión se halla en la base del individualismo moderno, en la raíz de «La Ciudad de los ego». Se opone a la visión tradicional de una sociabilidad humana existente antes que nada en la comunidad («primitiva», tribal, aldeana) para la que la sociedad representa un exterior abstracto. El individuo democrático es presentado y se presenta como modelo, como universal; pero este modelo es frágil ya que se configura a partir de una suma de particularidades cuya coherencia es aleatoria. Por otra parte estas particularidades no le confieren sino una autonomía relativa respecto a la sociedad ya que hacen referencia a situaciones, estatutos o roles que se hallan inscritos en las instituciones o en el imaginario de la sociedad. En este sentido, la particularización en la sociedad moderna no debe entenderse como el movimiento que hace a los individuos singulares, o sea que no se parezcan a ningún otro, sino como el movimiento que les hace existir como una parte separada del todo. Se puede incluso decir que la constitución de la sociedad descansa en elementos abstractos que despersonalizan a los individuos. De aquí se desprende la ideología de los derechos, de los contratos, de la justicia. Los individuos particularizados, aislados, se parecen todos como individuos e iguales ante la sociedad. Se trata de individuos sociales pero su socialidad es indirecta, contrariamente a la de los miembros de las antiguas comunidades, para quienes las relaciones entre los miembros son de manera inmediata la comunidad. Estos individuos particularizados no se hallan liberados de las relaciones con la comunidad o más bien de la relación con distintas «comunidades de referencia» que representan para ellos como un fondo acompañante o reactivo que interviene en el desarrollo de sus personalidades. Desde el punto de vista histórico, está claro que la relación del individuo con la comunidad nace como una tensión hacia la comunidad en las fases de profunda crisis económica y social. La traducción política de esta tensión no es unívoca. Generalmente se halla revestida de un aspecto reaccionario que se expresa en las teorías de la exclusión social o étnica, las consignas unitarias sobre la Nación, los integrismos religiosos, la fascinación ante el discurso del demagogo. La realidad histórica hace aparecer períodos durante los cuales las ideologías de este tipo dominan la vida social. Esta fuerte tensión hacia la comunidad puede dar a los individuos la ilusión que de esta manera podrán soportar mejor las desgracias sociales y la barbarie, e incluso justificarlas. Pero esta tensión también ha podido ser revolucionaria -aunque suceda raramente- cuando llevada por un movimiento social ha puesto la idea y las bases para una comunidad humana que no suponga la desaparición de las relaciones sociales de la sociedad. Esta desaparición no hubiera sido otra cosa que una vuelta al orden bio-simbólico y afectivo de las sociedades «primitivas». Esta tensión revolucionaria preconizaba, por el contrario, la subordinación de los datos económicos, políticos y jurídicos a una comunidad que englobaría todo lo social en su riqueza potencial, una vez transformados de forma radical estos caracteres económicos y políticos. En períodos menos tensos, la tensión hacia la comunidad es menos fuerte y las relaciones entre el individuo y lo social se organizan bajo formas que presuponen la separación individuo-sociedad (distinción entre Estado y Sociedad Civil, implantación de la democracia representativa, contrato social). El individuo interioriza la noción de contrato social al mismo tiempo que percibe su individualidad como una libertad privada que, por el contrario, no le deja percibir lo social sino como la organización y la suma del conjunto de todas las libertades privadas. Una organización compleja que precisa de una institucionalización especializada dentro del Estado. El individuo, en este momento, delega voluntariamente su libertad pública en los representantes profesionales. El análisis sociológico se ha especializado en esta idea: que las sociedades modernas son cada vez más complejas; de todas maneras, este análisis y el discurso democrático que le corresponde en el plano político, tienen mucha dificultad para explicar el éxito popular de los modelos simplificadores que precisamente surgen durante los períodos revueltos.

Existe, pues, una dialéctica real de la complejización-simplificación que anima el movimiento histórico. Hay que tomarla en serio. El discurso ideológico de la democracia insiste mucho en la complejidad real que origina la evolución técnica y en las dificultades de adaptación que representa para los individuos. Esta complejidad es cada vez más hermética para la conciencia del individuo y, al mismo tiempo, le somete. Sólo le queda ilusionarse

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