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Cómo ser un buen soldado


Enviado por   •  30 de Julio de 2020  •  Ensayos  •  1.778 Palabras (8 Páginas)  •  125 Visitas

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Cómo ser un buen soldado.

Escrito por Carolina Ibarra

Un buen soldado ha de reunir en su persona una serie de cualidades y características que lo destaquen por encima de los demás. Estas virtudes no son innatas a estos hombres, sino que las han ido forjando a lo largo de su vida mediante un paciente y laborioso ejercicio de la voluntad, del sacrificio y de la auto-disciplina. Para ser un buen soldado no importa el rango social, ni la sangre. Aquí, lo que realmente importa es el lugar que uno se forja por su valentía y bravura. Decía Calderón de la Barca, soldado él al fin y al cabo, que la milicia era la “la república mejor y más política del mundo”, pues aquí no se tienen distingos, sino que cada uno se forja su propio lugar: “nadie espere que ser preferido sea por la nobleza que hereda, sino por la que él adquiere, porque aquí a la sangre excede el lugar que uno se hace, y sin mirar cómo nace se mira cómo procede.”

Una mirada a lo largo de la historia nos mostrará de forma más clarividente algunos personajes en los cuales brillaron ciertas cualidades que los convirtieron en auténticos soldados y por ende en auténticos hombres, pues bien podríamos decir que es condición indispensable de un buen soldado ser un hombre de verdad. Veremos ahora en qué consiste esta hombría.

Un buen soldado nunca se acobarda ni arremeda a la vista del peligro, incluso si tiene la certeza de que sus escasas fuerzas no podrán aguantar la amenaza del enemigo. Le planta cara, y apareja sus armas lo mejor que puede y se dispone a la lucha cuerpo a cuerpo si es necesario. Si tiene que morir, por lo menos lo hará con honor, y no dará tregua al enemigo. Es el caso por ejemplo de los 300 espartanos, que demostraron su hombría y heroismo al enfrentarse a una fuerza de persas cien veces superior a ellos. Su fama no reside en la victoria ante el enemigo, ya que no quedó ni un espartano con vida, sino en el ejemplo inspirador que supuso. Sabían que su posición estaba perdida y que se enfrentaban a una muerte segura, sin embargo eso no fue óbice para que durante tres días enteros plantaran cara al enemigo, deteniendo su avance y dando tiempo así a los demás griegos de retirarse y defender las otras ciudades que pronto estarían amenazadas por los persas.

Un buen soldado ha de ser también un hombre de palabra. Ser hombre de palabra es ser veraz y cumplir lo dicho. Es no tener doblez, ni llamar al engaño. Es estar consciente del valor que la palabra supone en quien la da, pues lo que de verdad se empeña es el mísmísimo honor, de modo que no cumplir la palabra ha de suponer para el buen soldado quedar deshonrado. Un ejemplo clarísimo de esto lo tenemos en Regulo, general de las tropas romanas capturado por el ejército cartaginés. A Regulo se le concedió el favor de regresar a Roma con la intención de convencer al Senado Romano de abandonar la guerra contra Cartago, con la única condición de que si fracasaba en el empeño debería regresar como prisionero. Regulo les dio su palabra de que así sería y fue a Roma. Sin embargo, no sólo que no convenció al Senado a abandonar la guerra, sino que, despreocupado de su propia suerte, les animó a seguir y a derrotar a los cartagineses de una vez y para siempre. Pero, fiel a su palabra, y a pesar de que su propia familia y miembros del Senado lo intentaron persuadir para quedarse en Roma, Regulo marchó a Cartago donde fue otra vez encarcelado, y terminó sus días en una auténtica agonía.

Y es que otra de las virtudes que todo buen soldado debe poseer es el olvido de sí mismo y de su propia suerte, anteponiendo a sus propios intereses el interés de los demás, o de la propia patria. En ese sentido, el buen soldado no ha de tenerle miedo a la muerte, ni al sufrimiento, pues sabe que en el campo de batalla su vida pende de un hilo. Por esta razón, a los miembros del Cuerpo de la Legión Española se les denomina los Novios de la Muerte, pues cuando salen al campo saben que ella es la que, como fiel y leal compañera, les espera día tras día. El olvido de sí mismo en el campo de batalla ha llevado a muchos hombres a realizar actos de verdadero heroísmo. Recuerdo el caso, por ejemplo del alcalde de Belchite durante la Guerra Civil. La ciudad había sido sitiada por el Ejército Rojo, y tras duros combates con los defensores de la ciudad, los rojos se fueron infiltrando poco a poco y ganando posiciones. Cuando Belchite estaba prácticamente perdida, los últimos nacionales se refugiaron en la iglesia. El alcalde Andrés Treyuelo, antes de morir entre las ruinas envió el siguiente mensaje al ejército nacional: “Los españoles de aquí no tenemos prisa. Si antes que lleguéis llega la muerte, ¡bienvenida sea! Pero de ninguna forma queremos que por salvarnos se arriesgue nuestro Ejército o se varíen los planes del mando. Resistiremos hasta morir.”

Muchas veces el horror de la guerra puede provocar el decaimiento por parte de las tropas, o la falta de ilusión. A veces el objetivo a conseguir ya no se ve tan claro y el espíritu entre

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