Delitos De Empresa
alfonsocontreras22 de Octubre de 2014
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DELITOS ECONOMICOS EN EL AMBITO DE LA EMPRESA
ECONOMISTAS NEOLIBERALES NUEVOS CRIMINALES DE GUERRA
INFORME
«El capitalismo destruye las dos fuentes de su propia riqueza: el hombre y la naturaleza. En ese sentido, el sistema neoliberal ‹es un real genocidio›, porque está acabando con capas enteras de la sociedad humana y del entorno natural».
La vulgata neoliberal sostiene que el hombre es egoísta por naturaleza, que el mercado es una condición natural de los seres humanos, que la competencia premia a los triunfadores y castiga a los perdedores, que en la sociedad como en la selva sobreviven los más aptos, y estos son los mejores… Todas estas mentiras, cuidadosamente urdidas y difundidas por medios de comunicación, editoriales, revistas, libros y universidades, son presentadas como la verdad revelada, ante la que hay que someterse o perecer. Todo esto confirma que «el sistema neoliberal y capitalista se está convirtiendo en un dios de sangre que decide quienes deben ser sacrificados; cuenta con sus propios mecanismos de control para determinar la productividad, regular el derecho de trabajo, transmitir la ideología dominante, utilizar el poder político, social y aún religioso, y configurar la identidad de personas, grupos y países»
Pero, ¿y por qué el encarnizamiento específico con los economistas? Porque son ellos los que prestan su contingente para que el mundo que ha de ser destruido –y lo está siendo hoy en efecto como demuestra el autor con cientos de citas académicas serias-, contemple primero el tósigo que lo ha de intoxicar, lo desee después, y al final lo paladee como cosa buena los unos, necesaria o inevitable los otros. “La globalización puede que no sea lo mejor, pero es imposible oponerse a ella porque el mundo cambió y ya somos uno solo”; o “El TLC. Nos va a acabar, pero es inevitable y en todo caso crea otras oportunidades”: o “No podemos vivir sin el comercio con los Estados Unidos”, se oye decir aún a los industriales y empresarios que van a ser devorados por una de las muchas fauces del monstruo.
Y ese daño lo hacen los economistas partidarios o simplemente reclutados al servicio de esa causa. Ellos colonizan la mente de las gentes ignaras o cultivadas, incluidas aquellos que van a ser víctimas injustas y evitables de ese estadio del capitalismo, lo mismo que la de naciones enteras, y lo hacen por la vía de pregonar a través de los aparatos ideológicos de dominación a su servicio, la verdad mentirosa de lo ineluctable del neoliberalismo. Pero no como un mal al que hay que resignarse, sino todo lo contrario: como el bien inestimable con el que el sistema capitalista en su permanente escalar en favor de la humanidad, le dispensó.
Y viene entonces porque no es sólo una consigna vacua-, el “sustento teórico”, el discurso, los silogismos perfectos que enmascaran sofismas abismales: que la mano invisible señala el valor justo de las cosas y del trabajo, que la competencia premia a los mejores, que el libre mercado abarata los precios y cualifica los productos, que la economía abierta disminuye el costo de vida y da oportunidades a los pobres, que la apertura económica aumenta las exportaciones y con ello el empleo, que la globalización permite aprovechar las ventajas comparativas y los recursos de cada país lo cual deriva en riqueza, que la inversión extranjera axiomáticamente trae prosperidad al país receptor, que la baja en los salarios es socialmente justa porque genera trabajo al desempleado, que la rebaja en las pensiones subvenciona a los más pobres que no las tienen, que lo público es corrupto y lo privado es probo, mejor dicho, como afirma tan serio autor, hasta llegar a que los talentosos y tenaces siempre triunfan en el modelo, mientras que los ineptos e impedidos es mejor que desaparezcan.
Eso es lo que hacen los economistas neoliberales. Y el resultado está a la vista, absolutamente incontrovertible: “el genocidio económico y social del capitalismo contemporáneo” como subtitula su libro el profesor Renán.
La degradación de la naturaleza a límites que se teme devenga catástrofe irreversible, el agua, aire, especies animales y vegetales, semillas tradicionales, tierras fértiles, selva, casquetes polares, capa de ozono y mil formas de biodiversidad, son preocupación del autor que expone cómo la codicia del capitalismo exacerbada en su faceta neoliberal, arrasará con aquello que si de alguna manera se lo puede definir, es con el vocablo Vida. Y todas las afirmaciones del autor en este punto cuyos trazos catastrofistas para el presente y futuro de la humanidad podría alguien suponer infundados, avaladas por estudios de universidades, sociedades científicas e investigadores independientes de reconocida solvencia.
El libro tiene como propósito demostrar, en palabras del autor, “por qué los economistas neoliberales son auténticos criminales de guerra” (p.26), recordando “que existe un vínculo indisociable entre capitalismo y neoliberalismo”, lo que significa que el papel de los ideólogos del neoliberalismo “no puede entenderse sin hacer referencia a la barbarie capitalista” (p.16). Para argumentar lo anterior, la investigación está estructurada en 10 capítulos que podrían discriminarse de la siguiente manera: los dos primeros establecen los perfiles de los economistas neoliberales, identifica sus procesos y escenarios de formación académica, sus concepciones “filosóficas”; y plantea por qué los neoliberales desconocen los derechos humanos de tipo económico, social y cultural.
Hemos dicho de lo exhaustivo, profundo y totalizador de este libro en cuanto a la múltiple dimensión perversa – en lo humano, cultural, natural, genético, espiritual- del neoliberalismo. Que victimizará primero a los pobres y destituidos del mundo como sus obvios destinatarios naturales, pero después a todos los hombres, incluidos sus ideólogos y beneficiarios así no lo hubieran previsto jamás. También sucumbirán al extravío. Porque es el género humano el que puede perecer en una concepción social donde la naturaleza y el hombre son objetos, mercancía ofrecida en el altar de la codicia, terminando todo en la temida desaparición del agua que nos es común, el aire que nos es común, la tierra fértil, el mar, los peces, el humilde grano de maíz sin el cual no seríamos los americanos, el minúsculo de mostaza, y aún las larvas y bacterias que nos son comunes y que los dioses o la materia evolucionada sacaron del arcano de la nada para nuestro goce y beneficio. Desaparición asegurada, cuando a la eliminación “pacífica” de esos bienes por la vía instrumental de las leyes, los procedimientos, el abuso de la ciencia y la tecnología y el adocenamiento de las conciencias, se aúne la otra siempre bien dispuesta y al acecho, la de su destrucción por medio de la violencia y el terrorismo tan sustanciales al neoliberalismo, que se puede afirmar sin ellos no podría ser por absoluta inviabilidad ontológica.
Los pueblos del mundo, único lugar donde se afinca la esperanza, se apronten a la ciclópea tarea de confrontar el amedrentador poder del imperio enseñoreado del mundo. Y hacerlo antes de que lo destruya. Por eso el autor en toda su vida como formador, académico y activista social, reivindica y exalta la gesta de los movimiento sociales, las organizaciones populares, los sindicatos, las tertulias conspirativas y los grupos de estudio que han asumido la causa de impugnar los regímenes de miseria y represión que los oprime, a los que sólo respalda la violencia criminal del poder. Y por eso ha rescatado en una obra monumental, la saga centenaria de gente muy rebelde, aquellos antepasados de apenas ayer que con organización, protesta y muchos muertos, torturados y encarcelados –cómo no memorar a Raúl Eduardo Mahecha y a María Cano- nos legaron patria en la forma entre otras, de inmensos patrimonios públicos como Ecopetrol e Inravisión, y grandes propiedades sociales como las leyes laborales de amparo a los débiles de la relación capital-trabajo, con la consagración de la negociación colectiva y consecuentes beneficios extralegales, la jornada de ocho horas, la huelga, los permisos sindicales, la protección y estímulo al sindicalismo, las cajas de compensación,
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