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Desarme Y Paz

cristoferrendon5 de Noviembre de 2012

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PAZ, SEGURIDAD, DESARME, DESARROLLO Y DERECHOS HUMANOS

Nicolás Angulo Sánchez (1)

Palabras clave: paz, seguridad, desarme, desarrollo, derechos humanos, neoliberalismo, mundialización, globalización, terrorismo.

Resumen

La paz y la seguridad constituyen objetivos concomitantes con el desarrollo humano y sostenible, pues sin paz y seguridad difícilmente puede haber desarrollo y respeto de los derechos humanos. El desarme permitiría destinar una enorme cantidad de recursos económicos, técnicos y humanos a estos objetivos. Por ello, paz, seguridad, desarme, desarrollo y derechos humanos son conceptos que se encuentran estrechamente vinculados.

La “mundialización” o “globalización” neoliberal

La paz, la seguridad, el desarme y el desarrollo humano y sostenible, es decir, no cualquier tipo de desarrollo, bien pueden considerarse como derechos humanos, pues no faltan razones legitimadoras para ello. Ahora bien, deben confrontarse al contexto histórico actual que suele denominarse como “mundialización” o “globalización”, predominantemente comercial y financiera, y en el que se desbordan las fronteras estatales. En realidad, esta globalización se limita en gran medida a una mundialización de los valores e intereses de los grandes grupos y fuerzas hegemónicos que dominan la producción y el mercado capitalistas (2), en su versión más ultraliberal (el denominado “neoliberalismo”). Ello implica terminar con las políticas redistributivas de la riqueza (política interior), tal y como se ha venido haciendo, con mayor o menor efectividad, en los Estados sociales o de bienestar vigentes en los países capitalistas más industrializados tras la II Guerra Mundial. Asimismo, dicha globalización neoliberal implica subordinar las organizaciones internacionales (política exterior) a los intereses de las grandes potencias y vaciar de contenido el principio de igualdad soberana de los Estados en el derecho internacional, arduamente conseguido por los pueblos recién descolonizados en los años 50 y 60 del pasado siglo.

Multitud de frentes bélicos ocuparon un lugar preponderante en el escenario internacional durante el largo período denominado como “guerra fría” entre las dos superpotencias militares (EE.UU y URSS) que sucedió a la II Guerra Mundial. Dicha guerra fría tuvo como campos de batalla principalmente los pueblos y territorios colonizados que luchaban precisamente por su descolonización e independencia (3). No obstante, este belicismo se ha visto aún más agudizado e intensificado tras el final de la susodicha guerra fría (4), merced a la implosión de la URSS, constituyendo dicho belicismo y la industria militar subyacente la punta de lanza de una gran ofensiva por parte de la superpotencia militar restante (EE.UU) y de su “nueva” ideología “globalizadora”: el neoliberalismo. Lo sucedido el 11 de septiembre de 2001 en EE.UU. y su hipermediatización han constituido un pretexto idóneo para facilitar dicha ofensiva (5). Las dificultades para incorporar a este tipo de mundialización-globalización una dimensión “social” o “humana” son cada vez más patentes y los más perjudicados son, como de costumbre, los más vulnerables (6).

Normas y declaraciones internacionales

En la constitución original de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), creada en 1919, ante la secuela de desastres y calamidades causados por la recién terminada I Guerra Mundial y como fruto de la preocupación de la comunidad internacional por crear condiciones para que la humanidad pudiera vivir en paz y seguridad, se señala que "una paz universal y permanente sólo puede basarse en la justicia social". Estas preocupaciones y observaciones se hicieron de nuevo patentes cuando ya se anunciaba el fin de la II Guerra Mundial y ante un panorama no menos catastrófico, concretamente en la Conferencia de Filadelfia de 1944, de donde emanó la Declaración de Filadelfia, y en la que se decidió revitalizar los principios de la OIT, considerando dicha paz y justicia social como objetivos primordiales, así como las condiciones y medidas para lograrlas:

"el cumplimiento de los objetivos enunciados en esta Declaración (paz universal y permanente basada sobre la justicia social), puede obtenerse mediante una acción eficaz en el ámbito internacional y nacional, que incluya medidas para aumentar la producción y el consumo, evitar fluctuaciones económicas graves, realizar el progreso económico y social de las regiones menos desarrolladas, asegurar mayor estabilidad de los precios mundiales de materias primas y productos alimenticios básicos y fomentar un comercio internacional de considerable y constante volumen".(7)

Asimismo, en el Preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas, los pueblos de las Naciones Unidas manifestaron estar resueltos:

"a unir nuestras fuerzas para el mantenimiento de la paz y seguridad internacionales, a asegurar, mediante la aceptación de principios y la adopción de métodos, que no se usará la fuerza armada sino en servicio del interés común, y a emplear un mecanismo internacional para promover el progreso económico y social de todos los pueblos".

Los propósitos de los pueblos que deciden formar parte de las Naciones Unidas se exponen en el artículo 1 y en síntesis son:

- mantener la paz y la seguridad internacionales;

- fomentar entre las naciones relaciones de amistad basadas en el respeto de los principios de igualdad de derechos y de libre determinación;

- cooperar en la solución de los problemas internacionales de carácter económico, social, cultural y humanitario y en el estímulo del respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales.

- servir de centro que armonice los esfuerzos de las naciones por alcanzar estos propósitos comunes;

De esto se deduce que, según dicha Carta, la paz y la seguridad internacionales sólo serán posibles en un contexto de estabilidad y bienestar generalizados. Poco despúes, con el propósito de dar contenido a dicha estabilidad y bienestar, se redactó la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH), en la que se enumeran una serie de derechos considerados de valor universal y que deben ser respetados por todos. Dichos derechos constituyen la base de la libertad, la justicia y la paz en el mundo. Es decir, la paz debe ser una paz justa, en la que los conflictos y controversias se resuelvan mediante procedimientos pacíficos y equitativos, no una paz impuesta basada en la represión y en la imposición por la fuerza de determinados intereses y privilegios elitistas, tanto a escala nacional como internacional, camuflados bajo eufemismos del estilo de "la seguridad nacional e internacional", "el orden público", "la lucha contra la subversión o el comunismo" y, más recientemente, "la lucha contra el terrorismo". Una paz sin respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales e impuesta mediante la agresión militar no es paz, sino una muestra de la violencia ejercida desde una situación de dominación para silenciar a los opositores y disidentes, tanto a escala nacional como internacional.

La I Conferencia Internacional de los Derechos Humanos se celebró en Teherán en 1968 y en ella se aprobó la “Proclamación de Teherán”, donde se puso de relieve la estrecha relación entre la paz y los derechos humanos. En su preámbulo se considera que la paz y la justicia resultan indispensables para lograr la efectividad de los derechos humanos y de las libertades fundamentales (8). La Declaración de la Asamblea General de las Naciones Unidas relativa al Derecho de los Pueblos a la Paz, adoptada mediante la Resolución 39/11, de 12 de noviembre de 1984, resulta ser una de las declaraciones más breves de las Naciones Unidas y en ella se subraya el estrecho vínculo entre la paz y los derechos humanos, constituyendo un precedente relevante de la posterior Declaración sobre el Derecho al Desarrollo (DDD), adoptada el 4 de diciembre de 1986, mediante la Resolución 41/128. La DDD, por su parte, considera en su preámbulo que "la paz y la seguridad internacionales son elementos esenciales para la realización del derecho al desarrollo" y, por esta razón, dispone en su artículo 7 que:

"Todos los Estados deben promover el establecimiento, mantenimiento y fortalecimiento de la paz y la seguridad internacionales y, con ese fin, deben hacer cuanto esté en su poder por lograr el desarme general y completo bajo un control internacional eficaz, así como lograr que los recursos liberados con medidas efectivas de desarme se utilicen para el desarrollo global, en particular de los países en desarrollo".

Posteriormente, en la Consulta Global sobre el Derecho al Desarrollo, celebrada en Ginebra en 1989, se puso de manifiesto que fortalecer la cooperación multilateral y facilitar el establecimiento de una sociedad internacional equitativa y equilibrada es del interés de todas las naciones (párrafo 55), dado que las desigualdades dentro y entre las naciones originan numerosos conflictos y tensiones (párrafo 52). A este respecto, las Naciones Unidas tienen una especial responsabilidad, pues su Carta fundacional establece claramente el estrecho vínculo entre la paz y la seguridad, por un lado, y el desarrollo económico y el progreso social, por otro. De ahí que la seguridad en el mundo no puede garantizarse sin unas relaciones económicas equilibradas, equitativas y justas entre los Estados (párrafo 56). Por estas razones, la paz, la seguridad, el desarrollo y los derechos humanos son interdependientes: la realización de los derechos humanos a través de un proceso de desarrollo

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