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Dibujos De Valores

luiis1231 de Julio de 2011

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República bolivariana de Venezuela

Ministerio del poder popular para La educación

Liceo bolivariano simón bolívar san Cristóbal EDO -Táchira

Nombres: Isaac ely

Apellidos: Suarez Mendoza

Año: 7mo sección: B

Numero de lista: 7

Me disponía a dirigir al desconocido el trivial salam de los

Caminantes, cuando, con gran sorpresa por mi parte, vi que se

Levantaba y decía ceremoniosamente:

Un millón cuatrocientos veintitrés mil setecientos cuarenta y

Cinco

Se sentó en seguida y quedó en silencio, con la cabeza apoyada en

las manos, como si estuviera absorto en profundas meditaciones.

Me paré a cierta distancia y me quedé observándolo como si se

tratara de un monumento histórico de los tiempos legendarios.

Momentos después, el hombre se levantó de nuevo y, con voz

pausada y clara, cantó otro número igualmente fabuloso:

Dos millones trescientos veintiún mil ochocientos sesenta y seis…

Y así, varias veces, el raro viajero se puso en pie y dijo en voz alta

un número de varios millones, sentándose luego en la tosca piedra

del camino

Sin poder refrenar mi curiosidad, me acerqué al desconocido, y,

después de saludarlo en nombre de Allah con Él sean la oración y la

gloria, le pregunté el significado de aquellos números que solo

podrían figurar en cuentas gigantescas.

Forastero, respondió el Hombre que Calculaba, no censuro la

curiosidad que te ha llevado a perturbar mis cálculos y la serenidad

de mis pensamientos. Y ya que supiste dirigirte a mí con delicadeza y

cortesía, voy a atender a tus deseos. Pero para ello necesito contarte

antes la historia de mi vida. Y relató lo siguiente, que por su interés

voy a trascribir con toda fidelidad

Me llamo Beremiz Samir, y nací en la pequeña aldea de Khoi, en Persia, a la sombra de la pirámide inmensa formada por el monte Ararat. Siendo aún muy joven empecé a trabajar como pastor al servicio de un rico señor de Khamat. Todos los días, al amanecer, llevaba a los pastos el gran rebaño y me veía obligado a devolverlo a su redil antes de caer la noche. Por miedo a perder alguna oveja extraviada y ser, por tal negligencia, severamente castigado, las contaba varias veces al día. Así fui adquiriendo poco a poco tal habilidad para contar que, a veces, de una ojeada contaba sin error todo el rebaño. No contento con eso, pasé luego a ejercitarme contando los pájaros cuando volaban en bandadas por el cielo. Poco a poco fui volviéndome habilísimo en este arte. Al cabo de unos meses –gracias a nuevos y constantes ejercicios contando hormigas y otros insectos- llegué a realizar la proeza increíble de contar todas las abejas de un enjambre. Esta hazaña de calculador nada valdría, sin embargo, frente a muchas otras que logré más tarde. Mi generoso amo poseía, en dos o tres distantes oasis, grandes plantaciones de datileras, e, informado de mis habilidades matemáticas, me encargó dirigir la venta de sus frutos, contados por mí en los racimos, uno a uno. Trabajé así al pie de las palmeras cerca de diez años. Contento con las ganancias que le procuré, mi bondadoso patrón acaba de concederme cuatro meses de reposo y ahora voy a Bagdad pues quiero visitar a unos parientes y admirar las bellas mezquitas y los suntuosos palacios de la famosa ciudad. Y, para no perder el tiempo, me ejercito durante el viaje contando los árboles que hay en esta región, las flores que la embalsaman, y los pájaros que vuelan por el cielo entre nubes. Y señalándome una vieja higuera que se erguía a poca distancia, prosiguió

¿Usted cree? –se asombró Beremiz. Jamás se me ocurrió pensar

Que contando los millones de hojas de los árboles y los enjambres de

Abejas se pudiera ganar dinero. ¿A quién le pueden interesar cuántas

Ramas tiene un árbol o cuántos pájaros forman la bandada que cruza

Por el cielo?

-Su admirable habilidad –le expliqué- puede emplearse en veinte

Mil casos distintos. En una gran capital como Constantinopla, o

Incluso en Bagdad, sería usted un auxiliar precioso para el Gobierno.

Podría calcular poblaciones, ejércitos y rebaños. Fácil le sería evaluar

Los recursos del país, el valor de las cosechas, los impuestos, las

mercaderías y todos los recursos del Estado. Le aseguro –por las

relaciones que tengo, pues soy bagdalí- que no le será difícil obtener

algún puesto destacado junto al califa Al-Motacén, nuestro amo y

señor. Tal vez pueda llegar al cargo de visir-tesorero o desempeñar

las funciones de secretario de la Hacienda musulmana.

-Si es así en verdad, no lo dudo, respondió el calculador. Me voy a

Bagdad.

Y sin más preámbulos se acomodó como pudo en mi camello –el

único que llevábamos-, y nos pusimos a caminar por el largo camino

Cara a la gloriosa ciudad.

Desde entonces, unidos por este encuentro casual en medio de la

Agreste ruta, nos hicimos compañeros y amigos inseparables.

Beremiz era un hombre de genio alegre y comunicativo. Muy joven

Aún –pues no había cumplido todavía los veintiséis años- estaba

Dotado de una inteligencia extraordinariamente viva y de notables

Aptitudes para la ciencia de los números.

Formulaba a veces, sobre los acontecimientos más triviales de la

Vida, comparaciones inesperadas que denotaban una gran agudeza

Matemática. Sabía también contar historias y narrar episodios que

Ilustraban su conversación, ya de por sí atractiva y curiosa.

A veces se quedaba en silencio durante varias horas; encerrado en

Un mutismo impenetrable, meditando sobre cálculos prodigiosos. En

Esas ocasiones me esforzaban en no perturbarlo. Le dejaba tranquilo,

Para que pudiera hacer, con los recursos de su privilegiada memoria,

Descubrimientos fascinantes en los misteriosos arcanos de la

Matemática, la ciencia que los árabes tanto cultivaron y

Engrandecieron

Hacía pocas horas que viajábamos sin detenernos cuando nos

ocurrió una aventura digna de ser relatada, en la que mi compañero

Beremiz, con gran talento, puso en práctica sus habilidades de eximio

cultivador del Álgebra.

Cerca de un viejo albergue de caravanas medio abandonado, vimos

tres hombres que discutían acaloradamente junto a un hato de

camellos.

Entre gritos e improperios, en plena discusión, braceado como

posesos, se oían exclamaciones:

-¡Que no puede ser!

-¡Es un robo!

-¡Pues yo no estoy de acuerdo!

El inteligente Beremiz procuró informarse de lo que discutían.

-Somos hermanos, explicó el más viejo, y recibimos como herencia

Esos 35 camellos. Según la voluntad expresa de mi padre, me

corresponde la mitad, a mi hermano Hamed Namur una tercera parte

Y a Harim, el más joven, solo la novena parte. No sabemos, sin

Embargo, cómo efectuar la partición y a cada reparto propuesto por

Uno de nosotros sigue la negativa de los otros dos. Ninguna de las

Particiones ensayadas hasta el momento, nos ha ofrecido un

Resultado aceptable. Si la mitad de 35 es 17 y medio, si la tercera

Parte y también la novena de dicha cantidad tampoco son exactas

¿Cómo proceder a tal partición?

-Muy sencillo, dijo el Hombre que Calculaba. Yo me comprometo a

Hacer con justicia ese reparto, mas antes permítanme que una a esos

35 camellos de la herencia este espléndido animal que nos trajo aquí

En buena hora.

En este punto intervine en la cuestión

¿Cómo voy a permitir semejante locura? ¿Cómo vamos a seguir el

Viaje si nos quedamos sin el camello?

-No te preocupes, bagdalí, me dijo en voz baja Beremiz. Sé muy

Bien lo que estoy haciendo. Cédeme tu camello y verás a que

Conclusión llegamos.

Y tal fue el tono de seguridad con que lo dijo que le entregué sin el

Menor titubeo mi bello jamal, que, inmediatamente, pasó a

Incrementar la cáfila que debía ser repartida entre los tres herederos.

-Amigos míos, dijo, voy a hacer la división justa y exacta de los

Camellos, que como ahora ven son 36.

Y volviéndose hacia el más viejo de los hermanos, habló así:

-Tendrías que recibir, amigo mío, la mitad de 35, esto es: 17 y

Medio. Pues bien, recibirás la mitad de 36 y, por tanto, 18. Nada

Tienes que reclamar puesto que sales ganando con esta división.

Y dirigiéndose al segundo heredero, continuó:

-Y tú, Hamed, tendrías que recibir un tercio de 35, es decir 11 y

Poco más. Recibirás un tercio de 36, esto es, 12. No podrás

Protestar, pues también tú sales ganando en la división.

Y por fin dijo al más joven:

-Y tú, joven Harim Namur, según la última voluntad de tu padre,

Tendrías que recibir una novena parte de 35, o sea 3 camellos y parte

del otro. Sin embargo, te daré la novena parte de 36 o sea, 4. Tu

Ganancia será también notable y bien podrás agradecerme

...

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