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Discurso Politico

2 de Noviembre de 2014

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Señor Presidente de la Cámara de Representantes, Señor Vicepresidente, miembros del Congreso, y conciudadanos:

Hace cincuenta y un años, John F. Kennedy declaró ante esta Cámara que "la Constitución no nos convierte en rivales por el poder sino en socios por el progreso. Mi tarea," dijo ese día, "es comunicar el Estado de la Unión, mejorar es la tarea de todos nosotros."

Esta noche, gracias al tesón y la determinación del pueblo americano, podemos informar que ha habido mucho progreso. Después de una década de guerra agotadora, nuestros valientes hombres y mujeres uniformados están regresando a casa. Después de varios años de una penosa recesión, nuestros negocios han creado más de seis millones de nuevos empleos. Compramos más autos americanos que lo que hemos hecho en cinco años, y menos petróleo extranjero que lo que hemos hecho en veinte. Nuestro mercado de la vivienda está sanándose, nuestro mercado de valores está resurgiendo, y los consumidores, los pacientes y los dueños de casas disfrutan de protecciones más fuertes que las que hayan tenido en el pasado.

Juntos, hemos despejado los escombros de la crisis, y podemos decir con una confianza renovada que el estado de nuestra unión es más fuerte.

Pero nos reunimos aquí sabiendo que hay millones de estadounidenses cuyo duro trabajo y dedicación aun no han sido recompensados. Nuestra economía está agregando empleos, pero demasiada gente aun no puede encontrar empleo a tiempo completo. Las utilidades corporativas se han disparado a altos niveles sin precedente y, sin embargo, durante más de una década, los salarios y los ingresos apenas han cedido.

Entonces, es obligación de nuestra generación arrancar nuevamente el verdadero motor del crecimiento económico de los Estados Unidos, que es una clase media próspera y creciente.

Tenemos la tarea por cumplir de restablecer la premisa básica en que se construyó este país; la idea de que, si uno trabaja duro y cumple sus responsabilidades, uno puede salir adelante, independientemente del lugar de donde uno proceda, de la fisonomía que uno tenga, o de a quién uno ame.

Tenemos la tarea por cumplir de cerciorarnos de que este gobierno haga su labor en nombre de los muchos, y no de los pocos; que este fomente la libre empresa, recompense la iniciativa individual, y le abra las puertas de la oportunidad a todo niño en todas partes de esta gran nación.

El pueblo americano no espera que el gobierno solucione todos los problemas. Ellos no esperan que los que estamos en esta sala estemos de acuerdo en todos los asuntos. Sin embargo, ellos sí esperan que pongamos los intereses de la nación por encima del partido. Ellos esperan que forjemos un compromiso razonable donde nos sea posible. Puesto que ellos saben que los Estados Unidos van adelante solo cuando lo hacemos conjuntamente, y que la responsabilidad de mejorar esta unión sigue siendo la tarea de todos nosotros.

Nuestra labor tiene que comenzar tomando ciertas decisiones básicas sobre nuestro presupuesto; decisiones que tendrán un impacto inmenso en la solidez de nuestra recuperación.

Durante estos últimos años, ambos partidos han colaborado para reducir el déficit en más de $2.5 billones, mayormente con recortes de gastos, pero también con aumentos en las tasas de impuestos para el 1 por ciento más rico de los estadunidenses. Por lo tanto, estamos a más de la mitad de camino de alcanzar la meta de $4 billones en la reducción del déficit que dicen los economistas que necesitamos para estabilizar nuestras finanzas.

Ahora tenemos que terminar esta labor. Y la pregunta es la siguiente: ¿cómo?

En 2011, el Congreso aprobó una ley que estipula que, si ambos partidos no podían llegar a un acuerdo sobre un plan para alcanzar nuestra meta del déficit, cerca de un monto de un billón de dólares de recortes al presupuesto entraría automáticamente en vigor este año. Esos recortes súbitos, graves y arbitrarios pondrían en peligro nuestra disponibilidad militar. Devastarían prioridades tales como la educación, la energía, y las investigaciones médicas. Definitivamente desacelerarían nuestra recuperación y nos costarían cientos de miles de empleos. Y por eso es que Demócratas, Republicanos, líderes empresariales y economistas ya han dicho que esos recortes, conocidos aquí en Washington como “el recorte automático”, son una idea pésima.

Ahora bien, algunos en este Congreso han propuesto impedir solo los recortes de la defensa haciendo recortes aun mayores a cosas tales como la educación y la capacitación laboral; los beneficios de Medicare y del Seguro Social.

Esa idea es aun peor. Es cierto, el mayor impulsor de nuestra deuda a largo plazo es el costo creciente del cuidado de la salud para una población que envejece. Y aquellos de nosotros a quienes nos importan grandemente los programas tales como Medicare tenemos que aceptar la necesidad de hacer reformas modestas. De no ser así, nuestros programas de jubilación le quitarán a las inversiones que necesitamos para nuestros hijos, y pondrán en peligro la promesa de una jubilación segura para las generaciones futuras.

Sin embargo, no podemos pedirles a las personas de la tercera edad y a las familias trabajadoras que acarreen el peso completo de la reducción del déficit mientras no les pedimos nada más a los más ricos y más poderosos. No podemos fomentar la clase media simplemente pasándoles el costo del cuidado de la salud o de los estudios universitarios a las familias que ya enfrentan dificultades, ni tampoco forzando a las comunidades a dejar cesantes a más maestros, policías y bomberos. La mayoría de los estadounidenses, tanto Demócratas, como Republicanos e independientes, entiende que no podemos simplemente hacer recortes para llegar a la prosperidad. Ellos saben que el crecimiento económico generalizado requiere un enfoque equilibrado a la reducción del déficit, con recortes de gastos y con ingresos, y haciendo que todos hagan lo que les corresponde hacer. Y ese es el enfoque que yo les ofrezco esta noche.

Sobre el Medicare, estoy listo para promulgar reformas que lograrán el mismo monto de ahorros en el cuidado de la salud para principios de la próxima década que las reformas propuestas por la comisión bipartidista Simpson-Bowles. Hasta ahora, la Ley de Cuidado de Salud Costeable está contribuyendo a aminorar el aumento de los costos del cuidado de la salud. Las reformas que yo propongo van más allá de esto. Reduciremos los subsidios de los contribuyentes a las compañías farmacéuticas y les pediremos más a las personas de la tercera edad que cuentan con más recursos. Reduciremos los costos mediante un cambio en la manera en que nuestro gobierno paga por el Medicare, debido a que nuestras facturas médicas no deben basarse en la cantidad de pruebas prescritas ni en los días de ingreso en el hospital sino que deben basarse en la calidad del cuidado recibido por las personas de la tercera edad. Y estoy dispuesto a considerar otras reformas que propongan ambos partidos, siempre que estas no violen la garantía de una jubilación segura. Nuestro gobierno no debe hacer promesas que no podamos cumplir, pero tenemos que mantener las promesas que ya hayamos hecho.

Para llegar a la meta de la reducción del resto de nuestro déficit, debemos hacer lo que han sugerido los líderes de ambos partidos, y ahorrarnos cientos de miles de millones de dólares deshaciéndonos de los vacíos legales y las deducciones para los acaudalados y los que están bien conectados. Después de todo, ¿por qué optaríamos por hacer recortes más severos a los programas de educación y al Medicare simplemente para proteger los beneficios fiscales de intereses especiales? ¿Resulta justo eso? ¿De qué manera promueve eso el crecimiento?

Ahora tenemos nuestra mejor oportunidad para una reforma fiscal integral, de carácter bipartidista, que fomente la creación de trabajos y ayude a reducir el déficit. El pueblo americano merece un código fiscal que ayude a las pequeñas empresas a invertir menos tiempo llenando formularios complicados y más tiempo expandiendo su negocio y contratando gente; un código fiscal que garantice que los multimillonarios que tienen contadores superpotentes no puedan pagar una tasa de impuestos más baja que sus secretarias trabajadoras; un código fiscal que reduzca los incentivos para trasladar empleos al extranjero, y que reduzca las tasas de impuestos para los negocios y empresas manufactureras que creen empleos aquí mismo en los Estados Unidos. Eso es lo que puede representar una reforma del sistema tributario. Eso es lo que podemos lograr juntos.

Estoy consciente de que la reforma tributaria y la reforma de programas de la red social no serán fáciles. La política será difícil para ambas partes. Ninguno de nosotros conseguirá el 100 por ciento de lo que queremos. Pero la alternativa nos costará empleos, perjudicará a nuestra economía, e impondrá dificultades a millones de estadounidenses que trabajan duro. De manera que pongamos a un lado los intereses de los partidos, y colaboremos para aprobar un presupuesto que reemplace los recortes desatinados con ahorros e inversiones sensatos en nuestro futuro. Y hagámoslo sin las políticas arriesgadas carentes de garantía que son estresantes para los consumidores y alarmantes para los inversionistas. La más extraordinaria nación de la Tierra no puede continuar manejando sus negocios dejándonos llevar de una crisis fabricada a otra. Pongámonos de acuerdo, aquí mismo,

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