EL ANGEL DE LA MUERTE

El ángel de la muerte, el hombre que todos querían, pero que nadie deseaba su visita.

Cuentan de un lugar, sembrando en las entrañas de las montañas andinas donde, la neblina abriga a sus habitantes, un pueblo agricultor y de buena gente, que abren las puertas de sus hogares a cualquiera que por allí pasase.

El lugar de los hechos hoy día conocido como el Parque de Angostura entre El Cobre y La Grita.

Dice la leyenda, que el jueves 21 de diciembre de 1779, a eso de las 3:00 de la madrugada, nace un niño, blanco como la luna, de ojos verdes como una esmeralda del fondo del mar.

Era una noche fría y oscura de invierno, pero al nacer aquel niño los gallos estremecieron las montañas con su canto al cielo, canto que duro por horas hasta antes del amanecer.

Pasado el tiempo el niño creció, en edad pero su alma y espíritu se mantenían como la de un niño recién nacido.

Este ser, al cumplir los 21 años, seria tocado por un misterio sin precedente que lo convertiría en un viajero errante y sin destino, más que el de la muerte.

Aun a esta edad nuestro personaje era un ser sin maldad, sin ambición, sin codicia, sin rencor, no conocía el mal, ni el amor, ni el dolor, lleno de magia y misterio y con una única palabra para todo Ran Ran.

RAN RAN como todos los pobladores por cariño y tradición llamaban a este ángel, era un hombre de sombrero, pantalón de caqui, alpargata, no sabía leer, ni hablar, vivía en una casa a las afueras del pueblo, en un caserío sembrado en las mismas entrañas de la montaña, donde solo la fuerza del agua desgarraban un camino de curvas, piedras y tierra era el único acceso a su casa de bareque, y al borde de este pasaba el camino real que comunicaba los dos pueblos, es ahí; al costado del río donde nace esta historia.

Su casa de bareque, casa de dos cuartos, una cocina de leña, una lámpara de querosén que a las 7:30 de la noche, se apagaba para dar paso a la tranquilidad de la oscuridad y el descanso. Si es la casa, que de manera mágica cobijara por años, al extraño personaje cuyo misterio de la vida y la muerte, enmarcaban su diario vivir

Cuentan los lugareños, aún hoy día, que al ver salir a Ran Ran, de su casa era la señal; de que el peregrino iniciaba la caminata al encuentro de un cristiano en su ataúd.

El misterio es que Ran Ran, nadie le avisaba de la partida al más allá, por lo contrario el anticipaba la visita de la muerte, partiendo en su caminar antes de que esta llegase a buscar a su próximo pasajero.

Ran Ran; paso a ser el ángel del recuerdo, del adiós, de la esperanza en el más allá, porque él, siempre fue a todos y cada uno de los velorios de los muertos del pueblo del El Cobre.

Este hecho se repitió por, años y salía el peregrino, y en muchas ocasiones, llego a la casa del cristiano antes de que este hubiese muerto, pero solo eran horas después de él haber arribado al lugar, para que este falleciese.

Al principio, los lugareños le veían como un mal presagio, como un hombre de mal, pero al pasar el tiempo, los pobladores le tomaron cariño todos le querían, pero era la visita que nadie quería recibir, pues era la hora de partir al mas allá.

Era nombrado a su espalda, o

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