EL JURADO SEDUCIDO
lauraarceSíntesis31 de Marzo de 2015
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EL JURADO SEDUCIDO
El caso de María Teresa de Landa fue un evento muy comentado en su época. En 1928 fue Miss México, concursante internacional que puso en alto el nombre de nuestro país en Galveston, Texas, su belleza, su capacidad y su tenacidad le valieron el título. Un año después estaba presa por el delito de "uxoricidio", es decir, por haber matado a su bígamo esposo, el general Moisés Vidal. El evento tiene tintes importantes para la historia no sólo por las implicaciones sociales de ambos eventos, sino porque es una muestra clara de la sociedad posrevolucionaria, los encuentros entre la parte civil y la militar, las disonancias sociales, culturales, pero también muestra de qué manera se manejaba el sistema legal, en tal medida que ninguna de las "uxoricidas" fue condenada a la cárcel en los años veinte del siglo pasado. "Vengadoras del destino femenino" lo llama Aurelio de los Reyes y en ello vemos una historia de las mentalidades, una historia social, una cultural, pero también una historia de género que está en construcción y rescate en sus más minúsculas formas. Este texto pretende mostrar sólo una parte de las facetas de todo este mundo que se mostraba crudo, duro y sutilmente agresivo.
En los últimos años, los estudios de género han mostrado la escasez de datos y evidencias para la investigación de la vida pública y privada de las mujeres. Las fuentes convencionales con frecuencia no dan cuenta de ellas; la Historia las dejó de lado al
analizar más los hechos políticos, bélicos o económicos y no tuvo tanto interés en la vida cotidiana, la vida social o cultural que ahora tienen tanto auge entre los especialistas de las ciencias sociales. Para documentar esa historia de las mujeres y su vida cotidiana, se ha recurrido a fuentes no convencionales como las cartas, los diarios, las tarjetas postales, las historias orales y gráficas, que permiten descubrir poco a poco esas formas de vida del pasado y gracias a lo cual se han obtenido mejores resultados. La investigadora Silvia Marina Arrom lo considera así: "No es fácil documentar las experiencias de las mujeres, porque muy rara vez aparecen en las fuentes utilizadas habitualmente por los historiadores. Además los documentos históricos, originados casi enteramente por una élite instruida, se ocupan Principalmente de las clases privilegiadas".
En los estudios historiográficos recientes, la fotografía ha sido una fuente de información importante, pues permite conocer datos no relatados ni registrados en la mayor parte de las fuentes convencionales. Actualmente glosamos y desglosamos los datos plasmados en las imágenes fotográficas, evidencias o vestigios de su paso por el mundo, desde el siglo XIX hasta el XXI, información que en otras fuentes documentales no aparece y probablemente ni se le podría encontrar en un nivel descriptivo u ontológico como lo son, por ejemplo, los rostros, las actitudes, los gestos y las representaciones corporales de los personajes
femeninos en diferentes momentos de su historia moderna y contem¬poránea.
En los ricos acervos foto documentales conocidos aparecen imágenes de mujeres que en los albores del siglo XX atendían negocios, trabajaban de enfermeras, maestras, empleadas, artistas, cantantes, actrices, vedettes, prostitutas o amas de casa. Ellas ponen en la mesa de la historia gráfica sus rostros, ritos, costumbres, guiños, apariencias y una serie de elementos no relatados, que merecen ser estudiados desde la perspectiva de la historia cultural de lo social y de la historia social del arte para enriquecer el conocimiento de ese pasado inmediato.
Uno de los intereses y planteamientos de este texto es recurrir a las fotografías para rastrear una parte de esas historias, para detectar la forja de identidad femenina en un mundo moderno que introdujo cambios drásticos en sus vidas, como, por ejemplo, la posrevolución mexicana, así como las maneras de solucionar y enfrentarse a antiguos y persistentes problemas de la vida cotidiana.
Para ello se analizará en las imágenes lo corpóreo como parte de ese ¬reencuentro visual con el pasado, las nuevas o diversas formas de usar el cuerpo, de transformarlo, de buscar otras maneras de representación en esa renovada época que dejaba atrás al porfiriato, a lo decimonónico, y con ello observar el modo como se insertaban las modalidades particulares de un nacionalismo profundo, aunadas a las propuestas por el mundo occidental, en la vida de las mujeres que figuraban en el
suelo de México, después de una guerra interna y en los albores de una posguerra mundial.
La información visual, aportada por las fotografías interconectadas a los datos hemerográficos y otros vestigios textuales de la época, puede acercarnos a la reconstrucción del uso del cuerpo de algunos personajes del momento. El análisis implica riesgos; los tomo con la precaución que significa un primer acercamiento al tema, el cual puede trabajarse con metodologías de otras áreas del conocimiento porque tiene per se varias aristas y ángulos de estudio dignos de ser vistos con mayor profundidad. El examen corporal también tiene significado social, político y cultural, y, al revisarlo a la luz de las imágenes en intertextualidad con otras fuentes, encontraremos algunos elementos que enriquecerán nuestra forma de ver ese pasado inmediato.
En este caso hablamos de una memoria visual y gráfica que reafirma también la presencia pública de las mujeres de la posrevolución, no sólo en el muy importante ámbito laboral, sino en ambientes a los cuales tuvieron acceso cuando en esos años se corrió el velo del hogar como único lugar habitable para ellas (amén de los conventos), una vez que pudieron salir a la calle, a los concursos, a las escuelas, al teatro, a las carpas y a pasear más libremente. Aunque eran unas cuantas las "atrevidas", pudieron penetrar un ámbito fundamentalmente masculino hasta entonces: la vida pública, y en ello radica su gran valor. Como quedó constancia visual y gráfica
gracias a las imágenes captadas por los fotógrafos de los eventos, ahora es posible acudir a ellas y recopilar las historias latentes que aguardan a ser contadas nuevamente y a ser difundidas para su comprensión cabal.
Entre muchos otros eventos, la mujer aparece con gran frecuencia en kermeses, fiestas taurinas y festejos religiosos durante esos años. Incluso en actos políticos en los cuales la presencia femenina estaba vetada con anterioridad y en la posrevolución, hay momentos clave en que asoman rostros femeninos entre los del presidente, del jefe del gobierno capitalino, o de algunos personajes masculinos de gran importancia. Tal fue el caso cuando en 1935 la aviadora Amelia Earhart6 se presenta en México y aparecen las mujeres, las esposas, las madres y compañeras de los jefes de Estado y de gobierno.
También gracias a la fotografía es posible observar y tener muy presentes algunos gestos, poses, actitudes y corporeidades expuestos por las mujeres de esos años. Es una memoria visual, un documento donde se reconstruye, inserta y matiza la presencia de las mujeres que fueron parte del retrato individual y colectivo de una época. Sí podemos "verlas", literalmente, y rescatarlas con la imagen justo de la invisibilidad que por años padecieron y con ello se cumple el propósito de recuperar un fragmento de memoria social y de género. La esfera de lo íntimo como parte de lo femenino se vio trastocada con la entrada de las mujeres a la vida pública y laboral; fueron
diferentes sus maneras de integrarse, dependió de sus quehaceres y de sus habilidades de subsistencia en el ámbito posrevolucionario. No fue lo mismo incorporarse a las filas de las maestras de primaria que a los servicios telefónicos, a las fábricas, a los mostradores de las tiendas, a la vida nocturna con sus chicas topless y sus ánimos musicales y teatrales que se abrían a la fuerza laboral de las mujeres. Carlos Martínez Assad lo plantea de manera clara:
Con el transcurso de las primeras décadas del siglo, la mujer abandonó el confinamiento del hogar para participar en la vida pública y, además de las labores domésticas, irrumpir en las oficinas públicas y en los despachos privados, dedicarse a la enseñanza, a pelear por el reconocimiento de sus derechos políticos. Aunque algunas soñaron con emular a Francesca Bertini, la diva del cine italiano.
Según el censo de población de 1921, se incrementó el número de empleadas en las boticas y en las tiendas departamentales que cobraban auge en ese momento. Como pintoras o escultoras y fotógrafas, cerca de 200 lograron ingresar a la Academia de San Carlos y a las Escuelas de Pintura y Escultura al Aire Libre, situación que en épocas anteriores estaba mucho más restringida y era mal vista. También hubo médicas alópatas, homeópatas y sobre todo parteras que incrementaron su número hasta 1962. En la docencia también se registró un notable aumento de profesoras: de un total de más de 16 000, la presencia masculina era un poco menos de la mitad de
ellas, alcanzando un número de 7000 profesores en el país. Además, si aceptamos que este trabajo se feminizó a partir de los imaginarios tradicionales, también lo hizo porque algunas propuestas estadounidenses en materia de enseñanza empezaron a trabajar con las mujeres como profesoras y promotoras de las clases de arte y dibujo, lo cual se extendió a los niveles de educación primaria.
Contradictorio en apariencia, el encuentro de la mujer con el mundo externo respondía esencialmente a patrones sin antecedentes claros; al darse paso a su presencia en la vida pública, retomó cánones del exterior en sus formas de vestir y en
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