Economia .
Ensayo26 de Octubre de 2014
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En términos generales, podríamos señalar que en la historia económica de México, después del movimiento de su independencia política y hasta la Gran Depresión del sistema económico capitalista internacional, aproximadamente, la economía del país advirtió un programa sustentado, en lo esencial, en la exportación de productos primarios.
Este proceso, identificado con frecuencia como un “modelo de crecimiento hacia fuera”, registró en México fuertes limitaciones para su operación y fue el antecedente de la industrialización por sustitución de importaciones (isi).
México hacia el exterior, evidenciando, durante su puesta en marcha, la dificultad de autofinanciamiento del programa.
La isi en México tuvo su mejor desempeño hasta la década de 1960.
A partir de entonces, este proceso enfrentó serias complicaciones que se hicieron más elocuentes en la década siguiente, cuando las modalidades adoptadas por la sustitución de importaciones patentizaron, finalmente, la débil integración del aparato de producción local y la pobre capacidad de exportación de la economía mexicana.
En lo esencial, el funcionamiento de la estrategia diseñada en México para la isi no consiguió consolidar el paso de la producción interna de los bienes industriales de menor elaboración, como los bienes de consumo, a los bienes industriales que requerían de procesos de producción más elaborados y complejos, como los bienes de capital, por ejemplo.
En suma, los signos de debilidad de la isi se hicieron cada vez más presentes en la segunda mitad de la década de 1970, cuando la economía nacional presentó desequilibrios diversos en virtud de que la menor capacidad de exportación tenía que financiar volúmenes crecientes de importaciones. Ante este panorama, los desajustes comercial y financiero fueron dos resultados de un proceso incompleto de organización productiva que se proyectó en la disminuida capacidad de exportación de México en el mercado mundial.
En realidad, desde los años ochenta, cuando las diferentes administraciones de gobierno –con y sin alternancia de partido político– decidieron que la estabilidad macroeconómica (o de precios para ser más exactos) se ubicara como el punto central de la conducción económica doméstica, el manejo de la política económica ha perturbado el comportamiento de varios indicadores relacionados con el crecimiento económico y, a partir de éste, con el bienestar de la población. Dicho en otros términos, el fuerte supuesto oficial de la transmisión de beneficios económicos y sociales proyectados desde el “buen desempeño” de los grandes agregados económicos sigue sin considerar la promoción del crecimiento económico como base y mecanismo fundamental para acceder al desarrollo económico.
Incluso habría que agregar que en el marco de la globalización de la economía mundial –que entre otros aspectos incluye la interdependencia productiva entre países y la aceleración del comercio mundial–, la libertad concedida a los movimientos del capital internacional en países de bajo desarrollo como México suele perturbar, con frecuencia, la orientación y los resultados esperados de las políticas económicas en los países receptores de este tipo de capital. No es exagerado afirmar, en este sentido, que en México tanto las políticas económicas internas como la integración internacional de la economía nacional han transformado las estructuras de producción y comercio exterior del país; empero, dicha transformación no se ha traducido en los beneficios netos proyectados.
Por supuesto, con apertura comercial y desregulación interna, el fenómeno
anterior se refiere al éxito o fracaso de los procesos de integración
internacional de las economías nacionales, los cuales se derivan –por cierto
y en gran parte– de las circunstancias que predominen en la inclusión
de cada economía nacional en el escenario internacional.
En el caso de México, con las particularidades asumidas por la apertura
económica hacia el exterior, la desregulación de la actividad económica
interna y la integración internacional, los resultados observados en el
retroceso del crecimiento económico, el desequilibrio comercial y la descomposición
social y ambiental no permiten suponer la posibilidad ni la
conveniencia de disponer del financiamiento que exigiría mantener el programa
económico de gobierno aún en práctica. En efecto, la estabilidad de
precios y la exportación de mercancías no han sido factores que permitan
remontar los niveles del crecimiento económico y el bienestar social.
Incluso en cuestiones como la conformación de la estructura de las
regiones del país, o bien la relación entre el ambiente y la competitividad
en la exploración de mejores condiciones internas y de mayor posicionamiento
en el mercado mundial, la práctica de la estrategia seleccionada
en México ha reportado efectos desfavorables para la economía nacional.
Los resultados incompletos de la isi constituyeron un motivo fundamental
para proponer, desde la esfera gubernamental, la reorientación de la
economía local, que a partir de entonces ha privilegiado los mecanismos
del mercado para regular el funcionamiento de la actividad económica;
mientras que, en contraparte, la intervención del Estado perdió importancia
en los ámbitos económico y social.
El tránsito del Estado protector a la apertura y desregulación de la
economía subrayó dos propósitos de la política macroeconómica. El primero
es la transformación del aparato de producción doméstico (cambio
estructural) con el predominio de las manufacturas; el segundo propósito
enfatizó la prioridad de reducir las tasas domésticas de inflación, aun a
costa de otros indicadores relevantes en los ámbitos de la actividad económica
y el bienestar social domésticos (Moreno-Brid y Galindo, 2007).
Habría que agregar, no obstante, que el respaldo al crecimiento económico
y la generación de empleo fueron dos aspectos proyectados también
por el discurso oficial que planteó el beneficio y la necesidad de la regulación
económica del mercado. A pesar de lo último apuntado, los resultados
registrados por estos indicadores parecen contradecir el discurso del
gobierno.
Durante el periodo de transición de una economía cerrada con amplia
participación del Estado a una economía abierta con el mercado como regulador
central de la actividad económica, la conducción oficial se enfocó
al propósito simultáneo de la recomposición económica de México para
acceder a la industrialización orientada a la exportación, sin considerar
que, después de la crisis estructural de la economía en 1982, una parte
significativa de la estructura productiva carecía de las condiciones necesarias
para enfrentar con éxito el nuevo ambiente de competencia internacional
generado por la apertura de la economía. En nuestra opinión, y
considerando el tema del presente trabajo, éste es un elemento que, desde
el inicio del programa de apertura, ha tenido mucho que ver con el pobre
comportamiento que han mostrado indicadores económicos y sociales
relevantes, tales como el producto y el empleo.
El periodo de 1983-1987 significó la primera etapa de la propuesta del
gobierno de México para lograr la estabilidad macroeconómica y la modernización
productiva. Para entender una parte sustancial de lo ocurrido
durante ese lapso, creemos conveniente asentar, desde ahora, la dificultad
del gobierno para seguir disponiendo del financiamiento foráneo que
compensara los desequilibrios comerciales y financieros del país. En un
escenario de restricción crediticia, México aceptó el compromiso de cumplir
con el pago de los intereses de la deuda externa para restablecer,
primero, su figura de buen acreedor internacional y restablecer, después,
los flujos del financiamiento foráneo.
La política cambiaria se condujo por el camino abierto de la subvaluación
de la moneda nacional por medio de la fuerte devaluación del peso
que registró un promedio anual de 80%. Si bien es cierto que este mecanismo
coadyuvó al registro de superávit comerciales en cada uno de los
años del periodo, también lo es que la subvaluación provocó movimientos
monetarios especulativos y, por tanto, desfavorables al comportamiento
de otros indicadores locales. Las tasas de interés domésticas subieron en
esos años 18.4% como promedio anual, y ambas tendencias al alza, tipo
de cambio (tc) y tasas de interés, provocaron un ambiente de incertidumbre
económica que afectó el desempeño de variables macroeconómicas
internas, como la inversión, el producto y la inflación.
La combinación de inflación con estancamiento productivo implicó, para
el siguiente periodo, que el objetivo de la estabilización macroeconómica
del país destacara de manera más concluyente, sin que lo anterior significara
modificar los matices de la apertura y la desregulación de la conducción
económica en el país. En nuestra opinión, esta segunda etapa continúa
vigente en sus condicionantes generales.
En especial, desde 1988 aproximadamente la conducción económica
en México ha privilegiado el combate a la inflación a pesar de los efectos
adversos que este propósito
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