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El Chisme

erikaussa6 de Marzo de 2012

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CREE QUE ES UN CHISMOSO

Rosita se justificaba ante sus amigas con gran esfuerzo. Decía: “Yo soy una gente a la que no le gusta el chisme“.

Usted, amigo lector, habrá escuchado a muchos hablar así.Cuando alguien dice: “A mí no me gusta el chisme”, está tratando únicamente de ocultar su verdadera identidad. Quiere tapar el caldo de cultivo en que de continuo alimenta su mente mezquina. Está sólo haciendo una confesión subconsciente de lo que realmente es. El diccionario define el chisme como “hablilla, murmuración o conversación malsana acerca de una persona ausente”. Hablar a espaldas de la gente es un acto cobarde que sólo descubre la falta de caridad en el alma. El amor, en contraste, cubre multitud de pecados. El que de veras ama no murmura. La gente cuyo corazón esta lleno de amor habla de ideas. La gente insignificante y acomplejada habla de la otra gente.

La Biblia da cuatro características del chismoso 1) falsedad, 2) maldad, 3) voracidad, 4) vaciedad. El que se ocupa del chisme aparenta amistad. Pero en el fondo no es más que un falso. En Proverbios 11:13 Salomón dice: “El que anda en chismes descubre el secreto. Mas el de espíritu fiel lo guarda todo“. Note el lector el contraste que este verso establece entre el fiel y el que descubre. El que anda en chisme traiciona la confianza descubre lo que de otra manera se mantendría discreto y está deseoso y muy presto a soltar gratuito las amarras de su venenosa lengua. Su festín más delicioso está en el bembeteo. No se mide para agredir y perjudicar la víctima de su hablilla. El hablador es falso e infiel.

Añadida a esta fea imagen, falsedad, la Biblia adjudica una segunda característica al chismoso. Es la maldad. Dice la Escritura: “El que cubre la falta busca amistad, mas el que la divulga aparta al amigo“ (Prov. 17:9). La separación intencional de amistades es una maldad. Un chisme de por medio ha roto amistades de muchos años. El que usa mal su lengua, aquel que retuerce alevosamente los hechos y coquetea con palabras suaves, es un agente del mal. Es un conocedor del maléfico poder del chisme, el cual usa para apartar a las gentes. Su método es capitalizar en las faltas, sean supuestas o reales, y su motivo es la envidia, la intriga y la perfidia. Con el chisme se enlodan caracteres, se destruyen familias y se dividen congregaciones. El que se presta al chisme sirve a los intereses del infierno y a los planes aviesos del rey de las tinieblas mismo.

La tercera característica con que la Biblia destaca al chismoso es la voracidad. Dice la Escritura: “He aquí un pequeño fuego, ¡cuán grande bosque enciende y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. ”(Sant. 3:5,6) Si la carne energiza la lengua su voracidad se deja ver pronto, él incendió voraz se hace manifiesto. ¡Qué distinta la lengua puesta al servicio del Espíritu Santo! ¡Cuánta edificación, cuánta unión, cuánta inspiración promueve entre los mortales!

La última característica con que la Biblia destaca al chismoso es la vaciedad. El que anda en chismes es como una nube sin agua, una cisterna seca o una nuez vacía. Santiago dice: “Si alguno entre vosotros se cree religioso y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana” (Sant. 1:26). Esta declaración de Santiago es una amonestación terminal. Debe hacer pensar y debe poner a temblar a cualquiera que se dé el lujo de usar su lengua con descuido. Debe ser una invitación para que uno re-examine la relación que dice tener con Dios, no sea que esté edificando su casa espiritual sobre un fundamento falso.

La única forma en que usted y yo como individuos podemos mantenernos a flote y por encima de este vicio, la única forma como podemos lidiarlo con propiedad cuando toque a nuestras puertas, es llenándonos de Dios. Hagamos el propósito de acercarnos más y más a Dios. Profundicemos nuestro cocimiento de El por medio de la lectura y meditación de su santa Palabra. Bañemos continuamente nuestras mentes en las aguas de la oración. Presentemos a Dios por el Espíritu Santo, nuestros cuerpos y miembros como sacrificio vivo. Dejémonos llenar del Espíritu de gracia, de bondad, de fe, de mansedumbre, de paz, de templanza, de gozo y de amor. Así sólo y sólo así estaremos en condiciones de vencer esta tendencia cuando apareciere en nosotros mismos, y así sólo y sólo así podremos “silenciar” radicalmente y “aislar” eficazmente a los que con sus hablillas dañosas envenenan a sus prójimos¨

Chisme y Culpa

Muchos gigantes que acechan en nuestras vidas nos impiden disfrutar de lo mejor de Dios . Ya hemos hablado acerca de los gigantes del desaliento, de la crítica y del miedo. Otro de los gigantes más comunes con los cuales debemos tratar es el del chisme.

El chisme es parecido a la crítica. Uno y otra muy pocas veces se basan en hechos. Algunas de las veces conocemos los hechos, pero sabemos contarlos de manera que hagan daño; o al menos nos damos cuenta de que es más que probable que harán daño a aquel de quien estamos hablando . Es una trampa en la cual es muy fácil caer, y debemos tener mucho cuidado para no caer en práctica tan extendida como es el chisme.

Si permites que este gigante te agarre por el cuello, no tardarás mucho en convertirte en un chismoso crónico. Andarás hablando de todo mundo, sin importar si lo que dices es verdad o no. Decimos cosas en tal manera que la gente se queda con un interrogante en su cabeza. Decimos: “Es una buena persona, pero ¿no has oído lo que dicen de ella?” Y usamos aquel misterioso tono de voz, como si un secreto eterno nos hubiera sido revelado. Por supuesto, exigimos: “¡No se lo digas a nadie!” El gigante del chisme realmente puede lastimar o despedazar a otros.

Alguien dijo: “incluso el chisme y la crítica que intentan ser positivos no se quedan así por mucho rato.” Si realmente queremos ayudar, tal vez deberíamos ir directamente a la persona involucrada, y recibir información de primera mano en cuanto a los hechos. ¿Es cierto lo que he oído? Si no, debemos suprimir la historia allí mismo. Si llegara el caso de que es verdad, entonces allí mismo podemos decidir lo qué es necesario hacer. O bien vamos directamente a la persona involucrada, o bien acallamos el asunto por completo y no permitimos que el chisme nos controle la boca.

Vencer a este gigante suprimiría mucha conversación ociosa. También eliminaría mucho sufrimiento y muchos corazones hecho pedazos. Eliminaría el remordimiento; y no tendríamos que decir: “¡Ojalá nunca hubiera dicho tal cosa!” Pero, ¡cómo nos tiene sujetos este gigante! Se introduce en nuestras vidas, y acabamos sometiéndonos a su control. Nos aleja de lo mejor de Dios, y nos convertimos en chismosos.

Proverbios 11:13 dice: “El que anda en chismes descubre el secreto; mas el de espíritu fiel lo guarda todo.” Este versículo no está hablando de ocultar pecados, sino de la gente que habla de cosas que no entiende, y dice cosas inexactas para herir a otros. Son chismes.

Proverbios 18:8 dice: “Las palabras del chismoso son como bocados suaves, y penetran hasta las entrañas.” Podemos lastimar y herir a un ser humano, igual con la lengua como con cuchillo. Eso es lo que dice este versículo.

Es fácil descubrir como hiere el chisme. Todo lo que tenemos que hacer es recordar cómo nos dolió la última vez que oímos algún chisme acerca de nosotros mismos. ¿Recuerdas el doloroso aguijonazo que sentiste, y el sentimiento de desesperanza que por poco te vence? ¿Recuerdas haberte preguntado por qué la gente habrá dicho tal cosa? Esa es exactamente la misma manera en que otros se sienten cuando escuchan el chisme que hemos repetido.

¿Qué debemos hacer cuando nos hallamos presos en las garras de este gigante? Primero, tratarlo como un pecado. No hay que decir: “Bueno, parece que he adquirido un mal hábito. Sería bueno dejarlo. Voy a procurar dejarlo.” En lugar de eso, hay que encararlo honestamente, y tratarlo como pecado, como es. ¿Qué es lo que haces con el pecado? La Biblia dice que hay que confesarlo Una de las razones por las cuales continuamos hiriendo a otros con nuestros chismes es que nunca hemos considerado al chisme como un pecado. Por tanto, hay que decir: “Señor, yo soy un chismoso; eso es lo que soy. Soy, pura y sencillamente, un chismoso.” Cuando empezamos a considerarlo un pecado, Dios puede ayudarnos. 1ª Juan 1:9 dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.”

La segunda cosa que debemos hacer con el pecado del chisme es abandonarlo. Proverbios 28:13 dice: “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.” No solamente debemos llamar pecado al chisme y confesarlo, sino que debemos apartarnos de él y pedir a Dios misericordia, de modo de no continuar pecando en esa manera.

Entonces, cuando rendimos nuestra voluntad a Cristo, El puede cumplir Su voluntad en nosotros. Filipenses 2:13 dice: “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.” Cuando le entregamos a Dios nuestra voluntad, El cambia nuestra conducta. Debemos decirle: “Señor, por la gracia de Dios, no voy a ser ya más esa clase de persona, ni a hacer tal y tal cosa. Ya no voy a ser la clase de persona que hiere a la gente por las cosas que dice. Por tu gracia, Señor, y con tu ayuda, no voy a continuar haciéndolo.” Ríndele tu voluntad a Dios .

Cuando oímos un chisme acerca de nosotros mismos, nos damos cuenta de que puede ser un gigante muy difícil de vencer. Nos lastima, y

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