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El Hombre Como Ser Responsale


Enviado por   •  10 de Enero de 2014  •  1.284 Palabras (6 Páginas)  •  156 Visitas

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Ser libre es ser responsable

Fuente: Catholic.net

Autor: P. Fernando Pascual

El hombre es libre. Esta sencilla afirmación, escrita sobre una hoja en blanco, puede suscitar un montón de reacciones. Desde las preguntas radicales “¿será verdad? ¿soy libre? ¿los demás son libres?” hasta esas preguntas más concretas “libre, ¿en qué, para qué, cómo, cuándo, dónde?” La libertad ha sido uno de los temas más discutidos en la historia del pensamiento, y, a la vez, una de las realidades más atacada y denigrada.

Puede ser útil no olvidar que la libertad radica en el fondo de cada corazón. En este sentido hasta un esclavo es libre: tendrá cadenas y sufrirá hambres o latigazos, pero puede amar u odiar, puede aceptar su destino o rebelarse, puede callar o puede gritar aunque lo golpeen hasta la muerte, puede ceder al miedo o puede romper alambradas y correr en busca de una libertad más plena y completa. A la vez, un hombre “libre” puede vivir como esclavo: esclavo en el sentido de que no es capaz de mover su voluntad para realizar nada que valga la pena, sino que vive encadenado a la droga, al alcohol, a la pereza o a unas sábanas que no le dejan levantarse por la mañana... También este ciudadano libre” tiene una capacidad de opción (a no ser que se encuentre en un estado hipnótico, sometido a la voluntad de otros), pero la guarda y la estropea... Hay cosas que se arruinan si no se usan, y una de esas cosas es la libertad...

Un discurso sobre la libertad queda incompleto si no tratamos también de la otra cara de la moneda: la responsabilidad. Cada vez que hacemos una opción, cada vez que escogemos, hemos de responder, hemos de dar cuentas de lo que hemos hecho, y nos sentimos “presionados” por otros o por una voz interior que nunca calla... Muchas veces serán personas de nuestro ambiente quienes nos pregunten: “¿por qué lo has hecho?” Cuando se ha producido un crimen uno de los principales elementos de intriga es precisamente descubrir el “intríngulis” que ha llevado a ese asesinato, la causa, el porqué. Pero otras veces es una voz interior, esa que llamamos “conciencia”, la que nos susurra al oído: “tienes que hacerlo” o “no lo hagas”; y luego, una vez que hemos actuado, nos dice “has actuado bien, ¡felicidades!” o “has sido un cobarde, un egoísta, un temerario: ¡no deberías haberlo hecho!” Hay momentos en los que la pregunta exterior nos duele y nos toca mucho más (como cuando procede, por ejemplo, de la esposa o del esposo, de un hijo o de los padres, de un amigo o de una autoridad judicial), y otros en los que no nos importa nada lo que se diga: nos alegra o nos hiere solamente la autorecriminación o la felicitación de la voz interior, que nos pide implacablemente una respuesta...

En el binomio libertad-responsabilidad entra en juego, por lo tanto, la conciencia. Y la conciencia puede tener muchos estados de desarrollo. Existe la conciencia inmadura, que se ha quedado con las pocas prohibiciones que nos hicieron cuando éramos pequeños, que sólo nos dice que no nos mordamos las uñas, que no peguemos al “hermanito”, que no manchemos el vestido de fiesta. Esa conciencia no ha crecido, quizá por culpa de otros, quizá, la mayoría de las veces, por culpa propia, pues son muchos los momentos en los que nace el deseo de preguntar, y a veces nos engañamos creyendo que sea mejor no hacerlo para poder seguir lo más fácil y placentero.

Existe también la conciencia “apaleada”. Un adolescente veía así su historia personal: “mi conciencia puede ser comparada a un perro guardián, que salía y ladraba cada vez que yo iba a hacer

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