El Liderazgo Del Educador Como Una Herramienta Fundamental Para Favorecer Prácticas Inclusivas Dentro Del Aula

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Convención sobre los Derechos del Niño y la “Declaración Mundial sobre educación para todos”, aprobada en Jomtiem, Tailandia, en 1990, instituye la primacía de satisfacer las necesidades básicas de aprendizaje de todos los niños, en el marco del reconocimiento y el respeto por las diferencias, no importando cuales, la “Declaración y Marco de Acción de la Conferencia Mundial sobre Necesidades Educativas Especiales, Acceso y Calidad”, celebrada en Salamanca (España, 1994) en colaboración con la UNESCO, indicaron el nuevo camino que debía tomar la educación. Por tanto se hace evidente el interés a nivel mundial por tratar el tema de la inclusión en el sector educativo, reflejado a través de los procesos de reforma a los que se están enfrentando la mayoría de los países, pero que sin embargo muchas veces quedan en el discurso y no forman parte del quehacer educativo, pues el transito en la concepción de prácticas de integración a las de inclusión han sido lentas. En este sentido es fundamental reconocer como factor transversal e influyente la creciente diversidad que se presenta en las escuelas, debido a los continuos cambios sociales, lo que provoca que surjan una serie de demandas para poder actuar frente a las necesidades.

Es en este contexto que emerge el movimiento de escuelas inclusivas, tras la necesidad de disminuir las desigualdades y valorar la diversidad al interior del aula, “considerándose como oportunidades de aprendizaje para todos, en un ambiente de cooperación“ (Ainscow, M. 2001). Pues cada estudiante aporta al proceso, al trabajo en equipo desde sus posibilidades de participación. Una publicación reciente de Ofsted señala que :“Una escuela inclusiva desde el punto de vista educativo, es aquélla donde se considera que la enseñanza y el aprendizaje, los logros, las actitudes y el bienestar de todos los jóvenes son importantes. Las escuelas eficaces son escuelas educativamente inclusivas”. En este sentido es fundamental no dar por sentado la inclusión educativa, si no que evaluar constantemente las prácticas que se realicen a favor de ellas y el progreso de los alumnos, para conocer en que medida estas acciones están siendo beneficiosas.

Cabe entonces destacar que las escuelas que desarrollan prácticas inclusivas, según una investigación dirigida por Cristina Jenaro, es tremendamente positiva, ya que el beneficio es para todos los alumnos, tanto para los niños discapacitados y sin discapacidad. Pues se potencia una valoración por la diversidad, se generan redes de apoyo entre los compañeros y se fomenta el logro de metas comunes, la confianza y el respeto por el otro.

Frente a los antecedentes expuestos, luego de conocer la mirada global que se tiene hoy de la educación inclusiva, y reconociendo que es responsabilidad de toda la comunidad educativa generar prácticas a favor de ella, pero fundamentalmente de los cambios que produzca el docente en aula para generar transformaciones que promuevan la inclusión de todos los estudiantes y no la integración de ellos en un sistema impuesto, es por ello que emerge la necesidad de conocer en que medida el rol del educador incide en las prácticas inclusivas al interior del aula, surgiendo la siguiente interrogante ¿Es fundamental el liderazgo del educador para la promoción de prácticas inclusivas?. para comenzar a desarrollar la siguiente problemática se partirá de la premisa de reconocer que “el liderazgo del educador como una herramienta fundamental para favorecer la inclusión de todos los estudiantes dentro del aula” . Las investigaciones encontradas sobre este tema coinciden en sus conclusiones al afirmar que “...el camino hacia modelos escolares inclusivos está íntimamente relacionado con el desarrollo de culturas escolares innovadoras, con un fuerte liderazgo inclusivo y vinculadas con la comunidad” (Ortiz González y Lobato Quesada, 2003). Dentro de la misma línea Bolívar (1996) menciona que “la cultura escolar debe basarse en la colaboración y por lo tanto sus prácticas apuntarán hacia la innovación, se tendrán altas expectativas tanto de los alumnos como de los profesores, haciendo referencia a los valores, buscando apoyo del entorno e instando a los profesores a asumir roles de liderazgo” . Por tanto el trabajo a nivel de comunidad educativa, y las redes de apoyo que se generen, serán fundamentales para crear una cultura escolar donde se respeten y se tomen en cuenta las particularidades de cada miembro de la comunidad escolar.

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