El Perú Entero Comprende Lo Que Lee. Sueños De Un Educador.
JuanCarlos21 de Noviembre de 2014
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Es la tarde del Miércoles 28 de Julio del 2021 (1). El presidente entrante, al medio día, terminó su mensaje a la nación. Las vivas y las hurras de las tribunas no dejan de sonar. Han habido muchos proyectos de ley del nuevo presidente y muchos logros alcanzados por el presidente saliente. Pero sin duda alguna, el último logro fue aplaudido en costa, sierra y selva, resonando como un tambor gigante que al unísono llenó de patriotismo el pecho que estaba henchido de emoción. Por fin, lo que soñaron nuestros próceres, nuestros pensadores, nuestros historiadores, nuestros viejos maestros ya es una realidad. Se informa al país que “ya todos los peruanos entre los 6 y los 80 años, que tienen uso de razón, comprenden totalmente lo que leen”.
Recuerdo que hace tan solo 8 años, en el 2013, cuando ocupábamos la triste estadística de ser los últimos en comprensión de lectura entre los 65 países según el Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (2) y (3), sentí vergüenza. Maldije a los que nos colocaron en ese triste lugar. Los malos políticos y las malas autoridades y sus promesas falsas sonaban como un platillo, metal contra metal, en mis oídos. Veía que mis parientes más jóvenes, no comprendían lo que leían y eso me entristecía mucho. Decían en los periódicos que había un gran crecimiento económico, que habían muchas nuevas construcciones, que habíamos puesto hasta satélites orbitando el planeta, que ganábamos concursos de canto internacionales, que nuestras voleibolistas quedaban cuartas en el mundo, que esto y que aquello.
El boom de la construcción abría más y mejores centros comerciales en casi todas las ciudades. Pero también sentía mucha tristeza cuando un viejo amigo que se había ido del Perú en 1985 alejado por el flagelo del terrorismo, había vuelto ese 2013 y juntos leímos en el periódico esa casi humillante noticia, que nos puso la piel de gallina, que nos hizo sentir mentirosos, que nos hizo pensar que nada de lo alcanzado era real, si no lográbamos que los peruanos ”comprendiesen lo que leían”. Todo parecía un partido de póker, en una gran mesa redonda, con muchos apostadores y con el jugador que nos representaba, que era nuestro presidente. Y él apostaba su juego, con cartas sin ninguna figura, es decir lo que se conoce en el argot de los apostadores como “BLUFF”. Al final de ese juego, los demás apostadores vieron las cartas de todos y Oh sorpresa, nuestro presidente no tenía ninguna carta de valor. Así me sentí cuando leí esa triste estadística. Pero al pasar estos 8 años y leer en el mismo periódico de aquel 2013, en su versión digital, aprovechando la nueva tecnología de los teléfonos inteligentes y de las tablets, que ya en este 2021 usan dispositivos de tipeado en forma de hologramas, me emocioné casi hasta las lágrimas, regocijándome que todos mis paisanos que tienen uso de razón, comprendían perfectamente lo que leían.
Mi padre, que murió en el 2005, me comentó lo triste que era el nivel educativo, sobre todo en nuestras serranías y en nuestros poblados selváticos más pobres. Ni siquiera nuestra pujante costa se salvaba de esa terrible realidad. Mi padre suspiraba y me comentaba su aspiración, que la educación mejorara en nuestra tierra inca. Ese anhelo de mi padre me torturaba como un yugo en el cuello y sentía dolor en mi pensamiento como educador. La gente, al no comprender lo que leía, no procesaba en su cabecita la información que recibía.
Era tan ajeno, era tan distante, era tan banal, que tuviéramos grandes escritores, incluso un premio Nobel de literatura, un gran compositor de música internacional, un gran cantante de ópera, un gran chef de reconocido prestigio, y muchos peruanos de buena voluntad, que hacían lo posible y lo imposible por hacer quedar bien el nombre del Perú. Sin embargo, era casi una ofensa que la mayoría de peruanos no comprendiesen lo que leían. ¿Acaso no era suficiente razón para sentir lástima por mis queridos paisanos del Perú?. ¿Acaso cualquier peruano bien nacido, no sentiría que los demás “nos pasaban por encima en el campo educativo”, como un tren a toda velocidad sobre el riel del entendimiento?. ¿De qué servía que hubieran más edificios, más grandes almacenes, más universidades, más institutos, más escuelas, si la mayoría de gente no comprendía lo que leía?. Incluso los padres de familia confiaban en cualquier tipo de colegio, universidad o instituto para sus hijos, y no se daban el trabajo de analizar con más eficacia y con más testimonios, si los educadores eran personas calificadas o no y se dejaban influenciar sólo por la publicidad en los medios de comunicación, pensando que “a más color y más musicalización del comercial del lugar a educar a sus hijos, supuestamente era mejor”. Si como fruto de sus estudios el alumno no comprendía lo que leía, jamás tomaría buenas decisiones en su vida familiar y laboral.
Los padres de familia estaban entusiasmados de poder costear una carrera a sus hijos, que mejor si salen “con un título universitario o un grado académico de algún instituto superior”. Que mejor oportunidad para salir de la pobreza. Se sentían ciudadanos con derechos iguales pues sus hijos accederían a la universidad o al Instituto….Pero, si lo analizamos a profundidad, ¿sus hijos progresarían si no entendían lo que leían?
Había sido indignante ver que la mayoría de los presidentes que habían usado la banda presidencial mintieron o por alguna razón no pudieron cumplir sus promesas para mejorar la educación peruana, pero las promesas quedaban en solo eso. . . promesas. Nadie se preocupó de ese tema a plena cabalidad… Los mejores esfuerzos de los ministros de educación, eran solamente para que leyeran y escribieran, es decir para tratar de erradicar el analfabetismo, pero casi nadie se preocupaba que comprendieran lo que leyeran. Parecía que ésto era a propósito. Era para justificar su forma de trabajar, o quizás tenían algún interés “oculto bajo la manga”. Quizás así plasmarían una ganancia de votos, y cuanto menos reflexión y más ignorancia hubiera, más fácil tendrían el camino del triunfo electoral.
Recordé una vieja película del gran comediante mexicano Mario Moreno Cantinflas, en su película “El Profe”, donde al pueblo lo tenían sumido en la ignorancia para que su “Cacique” y su Presidente municipal, se enriquecieran. De la misma forma en Perú, siempre se ganarían elecciones, sean locales, regionales y presidenciales. De pronto algo ocurrió entre el 2013 y el 2021. Algo supremo, algo magnánimo, algo casi mágico. Pareciera que el soplo divino hubiera inspirado a un nuevo candidato a presidente. Ese candidato, que luego fue presidente, cristalizó el gran deseo de mi padre. Utilizó lo humano y lo casi divino y logró imponer un nuevo estilo educativo.
Los viejos maestros, que no lograron que la gente comprendiera lo que leía, fueron reemplazados por nuevos maestros, con una mística distinta. Era forjar un nuevo tipo de educación en el Perú.
Pero ¿dónde estuvo el gran secreto para lograrlo? Después de mucho analizar, vi todo claramente, como San Juan el apóstol vio a través de sus revelaciones, las profecías del apocalipsis. Aquí mi visión casi “San Juanística":
En dicha visión, mi país había cambiado su forma de pensar. Pero sobre todo nuestras autoridades gubernamentales lo habían hecho. El campo educativo era la “clave del verdadero desarrollo”, más que las inversiones en grandes obras civiles e industriales y la inversión en armamento. Los verdaderos reemplazos de las “balas y bombas”, eran nuestros nuevos ciudadanos, llenos de nueva información, llenos de un legado de datos con un valor incalculable y sobre todo con una mejor autoestima que podía hacerlos competitivos con cualquier ciudadano del mundo. No bastaba con que la gente lea y escriba. Ahora era mucho más importante comprender. De ningún modo se iba a tolerar tener “dirigentes mediocres en el Sector educativo”, de esos que por politiquería absurda y nefasta, engañaban a la mayoría de los otros maestros, con promesas irreales y con amenazas permanentes a la estabilidad de los gobiernos. Y lo peor era que muchos de ellos, ni siquiera con las evaluaciones para concursar o permanecer en las plazas docentes, aprobaban sus exámenes. Habíamos visto pueblos enteros donde los maestros daban un triste espectáculo pues tenían notas desaprobatorias y muchos tenían la ridícula intención de “jalar a sus alumnos” pese a que ellos mismos no habían aprobado sus exámenes de evaluación.
En mi visión, esa época terminó. Atrás quedaron esas épocas de huelgas, muchas de ellas con sólo un afán de protagonismo, de acosos sexuales a los alumnos, de indiscriminadas peticiones de sobornos a los padres para que sus hijos “pasen al siguiente año o ciclo académico”, etcétera. Esa época era “la de antes”. Ahora había algo distinto. En mi visión, el nuevo maestro, era tan preocupado, que sin importar si le pagaban más, imponía su vocación más que su deseo económico. Ellos eligieron ser maestros. Nadie les impuso serlos. Si sólo hubieran querido ganar dinero, hubieran elegido otra profesión u oficio. Pero escogieron la más noble y sacrificada de las profesiones. El educar era formar. Educar era forjar gente del mañana.
Una vez más tuve la visión que una nueva era había llegado a mi Perú, que desde los Incas fueron una gran nación y cuya cultura luego de la conquista había declinado. Sin embargo esa mezcla de culturas entre lo hispano y lo incaico, no había resultado como el propio Dios hubiera
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