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El Porque De Las Cosas


Enviado por   •  9 de Febrero de 2014  •  3.290 Palabras (14 Páginas)  •  232 Visitas

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Algunas reflexiones sobre el Dibujo

En unión del gesto y de la voz, el dibujo es un lenguaje antiquísimo y universal, mediante el cual se expresan y describen para su comunicación imágenes del mundo circundante, o bien inventadas en sus formas o en su asociación

El dibujo ha venido considerándose tradicionalmente como instrumento de perfeccionamiento del trabajo de pintores y escultores, teniendo lugar su aprendizaje en la Academia y en el taller. Al dibujar, primero se leen las formas y luego se describen.

Este ejercicio expresivo, que puede llegar a dominarse tras un período de aprendizaje y práctica, educa la inteligencia hasta el punto de que el artista que ha disciplinado su personalidad dibujando, afronta con esa misma disciplina y orden actividades en apariencia tan distantes como la expresión abstracta. Sin olvidar nunca que al artista joven se le deben dar lecciones y no recetas.

Si, en opinión de Hegel, la forma artística es la manifestación sensible de la idea, el dibujo es el lenguaje básico que posibilita esa manifestación.

En el dibujo de buena calidad, válido por sincero, el alma del artista se expresa no mediante formas, sino en las formas. La capacidad de crear formas calificará por añadidura el talento del artista, además de acreditar su habilidad profesional en la copia. La de dibujante es, por consiguiente, una profesión que se convierte en arte cuando desborda lo que es mera aptitud manual lo que se llama oficio, para transformarse en vehículo de sentimientos.

Está en la mano del dibujante dar el ritmo conveniente a su obra, destacando los apelativos estructurales para él más importantes y disminuyendo o incluso suprimiendo aquellos otros menos definitorios; el resultado será el dibujo logrado, con su ritmo, personalidad y mensaje implícitos.

Porque en un dibujo cada línea tiene una fuerza dimanante de la dirección que expresa su intencionalidad. El dibujante hábil sabe que puede dirigir la mirada (y con ella la atención) del espectador hacia un punto determinado con sólo hacer converger los varios vectores de fuerza formal que constituyen el juego de líneas. Aun cuando en un cuadro no aparezcan expresas las líneas dibujístico-estructurales (no las vemos como tales en la Naturaleza), subyacen escondidas ordenando las masas, las luces y las sombras. Estas líneas ocultas generan en el Barroco las llamadas "formas abiertas", en virtud de las cuales los argumentos se supone que se completan fuera del rectángulo del papel. Frente a éstas se hallan las "formas cerradas", conceptualmente más propias del siglo XVI.

La tarea de representar el entorno y los objetos, o de recrearlos y establecer asociaciones nuevas, que constituyen como queda dicho la esencia del dibujo, es actividad noble hasta el extremo de poder afirmar de ella, con palabras de Baltasar Gracián, que "no se puede negar arte donde tanto reina la dificultad".

Bosquejo histórico.

A lo largo y ancho de la Historia del Arte el dibujo aparece como principio ordenador de la pintura, escultura, arquitectura, esmaltes, cerámica, mosaicos, etc., unas veces poco evidente, como es el caso de los pintores impresionistas, que dibujaban directamente con los pigmentos; otras, con carácter muy marcado, cual sucede en el cubismo, que toma como valor representativo más sólido la "anatomía de los objetos", puesto que el color resulta engañoso al depender de la luz.

Desde las cuevas cántabras del paleolitico, hasta los abrigos rupestres levantinos, el dibujo aparece como lenguaje de comunicación de acontecimientos mágicos, como motivo ornamental, o inclusive con carácter no figurativo, en forma de pictografía aún por descifrar.

En el transcurso de los siglos, griegos y romanos impulsaron las artes de la pintura y escultura, supeditadas ambas siempre a la teoría inexcusable del dibujo. Que con posterioridad aparece en las exquisitas miniaturas medievales de códices y libros de horas, y, en la pintura parietal románica, describiendo pantócrators, ángeles y apostolarios de perfiles firmes y rotundos.

En las puertas del Renacimiento, Ghiberti (1378-1455) señala que "no se puede ser buen pintor ni escultor sin dominar la teoría -el razonamiento- del dibujo". El mismo autor aprueba el criterio de la Antigüedad que ponía la forma por encima del color. Para Ghiberti, "el dibujo es la base y la teoría".

Vasari (1511-1574) enumera ya cuáles son las "artes del dibujo": pintura, escultura y arquitectura, artes consideradas principales y unidas por el estudio de las formas. Las demás son "artes mecánicas". Masaccio y Mantegna hacen del dibujo instrumento descriptivo de unos personajes de recia presencia, con formas que "pesan".

Para Dolce (1508-1568), el dibujo es, en unión del colorido y la invención, una de las tres partes fundamentales de la pintura, con el matiz añadido del claro-oscuro, que crea el relieve.

Leonardo enseñaba a dibujar siguiendo tres etapas sucesivas: copia de dibujos, generalmente de Rafael o Miguel Angel; de yesos de figuras clásicas; y por último del natural: anatomía y perspectiva de hombres bien proporcionados.

Por su parte, Rafael advierte que la perfección de la pintura no está sólo en el dibujo que atiende a los cánones del desnudo, si no se complementa con la invención, la perspectiva y los ropajes, tomando así mismo como base el dibujo. No olvidemos que Rafael representa la pureza clásica de la línea, frente al expresionismo romántico y tumultuoso de Miguel Angel.

Reiteradamente se ha considerado que la cima y máxima perfección del arte de la pintura estaba en la asociación del dibujo de Miguel Angel con el colorido de Tiziano, según apunta, entre otras referencias, la teoría ecléctica de Paolo Pino.

Durero, Rembrandt, Goya y Picasso fueron extraordinarios grabadores merced a ser dibujantes excepcionales.

En el siglo XVI, con motivo principalmente de la construcción de El Escorial, vinieron a España artistas italianos, entre los que se contaban Federico Zúcaro y Luca Cambiaso, dibujantes que introdujeron en nuestro país técnicas y concepciones nuevas, como el parco empleo de la mancha de sepia muy diluida.

Dibujaron soberanamente bien Velázquez -de quien se dice que estuvo copiando del yeso y del natural durante 6 años, antes de obtener permiso para tomar los pinceles-, Alonso Cano, Carreño de Miranda, Claudio Coello, etc. Con Palomino como cualificadísimo teórico del dibujo.

Surgen en el siglo XVII las Academias de Roma, París, Florencia, Nápoles y Génova, entre otras. Más tarde, ya en el XVIII, las de Madrid y Londres.

La Academia Francesa llegaba al exceso de poner en manos de sus alumnos el librito de Le Brun titulado "Physiognomie", en el que se incluían las expresiones de miedo, ira, asombro, etc., evitando así que los educandos tuviesen que consultar la Naturaleza...

Por aquel entonces, en los gremios también se enseñaba a dibujar, pero a un nivel inferior al de las Academias.

En la Zaragoza de 1784 se crea la Escuela de Dibujo de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, elevada a la categoría de Real Academia de Bellas Artes en 1792.

Conviene señalar que en el Barroco los artistas "poussinistas" defendían la primacía del dibujo frente a la fuerza del color, del que hacían bandera los "rubenianos". Que el color exultante era insuficiente para determinadas mentes de la época, se refleja en la calificación que hace Chambry de "pintura libertina" a la que carece del orden y la disciplina del dibujo.

Estas tendencias las toma en consideración el teórico Pierre-Henri Valenciennes (1750-1819) al distinguir entre "pintores y dibujantes" y "pintores coloristas", recomendando no entremezclar ambas posturas. Aduce a este respecto que "cuando Rubens quiso dibujar mejor, coloreó peor; y cuando Rafael quiso colorear mejor, sus cuadros perdieron la finura de dibujo que hizo famoso a este autor".

Según el maestro Mengs, pintor áulico de Carlos III, para hacerse pintor hay que aprender las disciplinas pertinentes, y precisamente en este orden: 1º. dibujo, 2º claro-oscuro, y 3º colorido; luego añade la armonía, composición, gracia, y proporciones del cuerpo humano.

El gran Ingres, autor de la archifamosa frase "le dessin est la probité de l'art", afirma también: "Si yo tuviese que poner un anuncio sobre mi puerta, escribiría: Escuela de Dibujo, y estoy seguro de que crearía pintores". Ingres mereció el siguiente juicio de Baudelaire: "El dibujo de M. Ingres es el de un hombre convencido. Cree que la Naturaleza debe ser corregida, enmendada; que el engaño agradable, hecho para el placer de la vista, no es solamente un derecho, sino un deber".

La grandeza del dibujo la reconocía, igualmente, el gran Delacroix cuando decía: "Un buen dibujo no es una línea rígida, cruel, despótica, inmóvil, que encierra una figura como una camisa de fuerza; porque el dibujo debe ser como la Naturaleza: vivo y agitado", frase que pone bien de manifiesto la filiación romántica de quien la pronunció.

Es evidente que en pleno siglo XIX se repite entre Ingres y Delacroix la vieja pugna de dibujo versus color que ya existió entre Miguel Angel y Tiziano. Y es curioso que en ese mismo XIX sea Delacroix el único artista con categoría suficiente para enfrentarse en Francia con un soberbio dibujante: Daumier, autor de planchas magistrales.

A su vez, Seurat enunciará en las postrimerías del siglo su teoría simbolista de la línea, a saber: la línea ascendente indica alegría; la horizontal, calma; y la descendente, tristeza.

En el postcubismo el dibujo no ofrece la forma-imagen, sino la forma-realidad. Quiere esto decir que el dibujo contemporáneo no trata en buena medida de imitar la forma de las cosas, sino crear formas originales, "no imitar la vida, sino encontrar una equivalencia de la vida" (Fry); O, como también se ha dicho, no imitar la Naturaleza, sino rivalizar con ella en creatividad. Aunque aquí se incluya también la vida subjetiva, lo que nos llevará a los "paisajes interiores" de Klee, antesala del dibujo abstracto. Implica esto la absorción del concepto tradicional de lo bello por el más amplio del Arte integral (incluida la estética de lo feo, genial intuición de Goya), que es una de las características del Arte de hoy.

El dibujo ha ilustrado, por consiguiente, la evolución de la forma, que ha pasado de ser forma elemental a forma compleja o "constructiva", para terminar en el fenómeno abstracto.

En pleno siglo XX se repite el antagonismo Rafael-Miguel Angel (pureza clásica frente a apasionamiento temperamental) en el binomio Juan Gris-Picasso, el primero autor de un cubismo racionalísta casi cartesiano, y el segundo impulsivo y revolucionario hasta hacer saltar por los aires los conceptos de perspectiva y colorido imperantes en el mundo occidental desde el Renacimiento.

Los artistas plásticos españoles han venido dibujando mucho y bien a lo largo del tiempo. No es preciso citar nombres que están en la mente de todos, incluidos los escultores, que siguen la tradición de ofrecer también muestras de su capacidad dibujística. Con el hito añadido de la decisiva aportación al cómic internacional de los dibujantes españoles especializados.

El cómic, o arte secuencial, como prefiere llamarlo Will Eisner, desarrolla un argumento en imágenes sucesivas, con o sin la apoyatura de un texto escrito. España cuenta con una nómina excepcional de dibujantes de cómic, con figuras como Sió, Beá, Hernández Palacios, Segrelles, etc., creadores del "cómic de autor", estimado sobremanera en el mercado mundial, y particularmente en USA.

En la actualidad existe un núcleo de excelentes dibujantes en Aragón, entre los que cabe mencionar a Faustino Manchado, Natalio Bayo, Dino Valls, Postigo, Pascual Blanco, Castillo Seas, Mayayo, Samuel, Gay, y un extenso etcétera.

En cuanto a la historia del coleccionismo de dibujos, sirve ésta para ilustrar la importancia que en cada época se ha dado a este procedimiento artístico, especialmente a partir del siglo XVII.

"La escasez y desconocimiento de los dibujos españoles se debe sobre todo a la falta de un coleccionismo inteligente". Esta frase de Alfonso Pérez Sánchez, exdirector del Museo del Prado, explica en buena medida la escasa o nula importancia concedida hasta hace poco tiempo al dibujo por nuestras esferas culturales.

Conocida es la penuria de dibujos españoles anteriores al año 1500. A partir del siglo XVI la afición por el dibujo fue creciendo, hasta cuajar en un gusto decidido por este producto artístico. En el siglo XVII se formaron ya algunas colecciones importantes con finalidad didáctica e histórica, siempre a expensas de aristócratas ilustrados y burgueses cultos.

El coleccionismo alcanza gran popularidad entre las clases pudientes del XVIII. Es signo de buen gusto contar con una nutrida colección de estampas, que se guardan en una carpeta y se contemplan en familia o en compañía de amigos en momentos señalados.

Ya en el siglo XIX se constituyen colecciones a nivel nacional, como sucede con las del Museo del Prado, Biblioteca Nacional y Academia de San Fernando, si bien la Guerra de la Independencia nos privó de muchos dibujos sacados de España.

Se asiste actualmente a una resurrección del dibujo y de su hermano menor, el grabado. Buena prueba de ello es este singular Museo de Dibujo del castillo de Larrés, líder en España de lo que debe ser el coleccionismo inteligente y eficaz.

Sobre algunas modalidades de dibujo

El primer dibujo, registrado en yacimientos prehistóricos y luego cultivado con máxima frecuencia, es el llamado dibujo artístico, más o menos perfeccionado, coloreado o no. Es el estilo lineal que luego habían de practicar el Beato de Liébana, Ingres o el mismo Hergé en su "línea clara", caracterizado por captar los apelativos táctiles de contornos y superficies, representando expresamente los límites de los objetos. El apurado de las calidades y texturas, lo que equivale a profundizar en la realidad, con un mejor conocimiento de la misma, nos lleva al hiperrealismo. En el otro extremo de la exactitud representativa están los bocetos, ensayos de dibujos que Jusepe Martínez denomina "dibujos de idea" en su libro "Discursos practicables".

El dibujo geométrico alcanza su cima última en el op-art. Mientras Mondrian recoge en sus dibujos rectangulares el orden subyacente en la Naturaleza, Vassarely consigue impresiones visuales nuevas con la repetición de módulos en sus dibujos. El dibujo constructivista procede, asimismo, a la peculiar ordenación de líneas y planos.

Afín al geométrico es el dibujo industrial, que utiliza un sistema convencional de representación objetual, basado principalmente en las perspectivas cónica y oblicua y en proyecciones ortogonales. El dibujo como proyecto representa la abstracción de los elementos cuantitativos de una máquina, un objeto o un edificio en términos puramente geometrizados.

En la esfera comercial hay que incluir logotipos y carteles. El logotipo es una forma de comunicación visual utilizada en lugar de descripciones escritas; en él hay contenidos unos signos gráficos y un mensaje. El cartel representa la función del dibujo en el arte del siglo XX; funciona como medio de comunicación vehiculador de un mensaje que va desde un emisor a un receptor y se caracteriza por su gran tamaño y por el gran número de ejemplares que reproducen la imagen dibujada.

En el dibujo expresionista los contornos de las personas y cosas vibran con un pálpito de vida propia y se deforman, sin dejar de ser reconocibles. Se ha dicho que las deformaciones fruto del amor son más verdaderas que la mayor exactitud representativa. Porque si una cosa se dibuja con amor, jamás será falsa. Tal sucede en el retrato que el niño dibuja de su padre, o el de la Virgen dibujada por la monja inocente e indocta. La culminación de este dibujo entrañable, por lo común muy detallista, es el dibujo naïf.

El cómic es un género que ha alcanzado auge insólito en nuestro siglo, oscilando entre la etapa clásica americana de los años 30, con Raymond, Hogarth y otros nombres importantes, hasta los alaridos imaginativos que son los dibujos refinados y virtuosístas de Frazetta, Rowena o Vallejo, que nos descubren mundos nuevos, o la carga de contracultura que supone el cómic "underground" de los años 60.

En los campos de la critica social (Daumier, Grosz), costumbrista (Sancha, Esplandiu) y del humor gráfico y la caricatura (Xaudaró, Mingote, Serafin, Ibáñez, Escobar) el dibujo pone de manifiesto su riqueza expresiva y posibilidades cuando es utilizado con talento como instrumento de comunicación.

El dibujo coloreado a la aguada o acuarela sigue practicándose mayormente en términos tradicionales. Hay que citar como principal aportación renovadora la obra informal de Fernando Zóbel, que ha conferido una original dimensión al género, revitalizándolo.

Por último, el dibujo también toma nombre del material con que se realiza, hablándose de dibujos al grafito, a la tinta china (mancha o plumilla), carboncillo, sanguina, pirógrafo, y, en la actualidad, inclusive del dibujo cibernétíco.

Todas estas modalidades de dibujo, y algunas más, las encontrará representadas el visitante en el Museo de Dibujo de Larrés.

El Museo de Dibujo "Castillo de Larrés"

Tras la lectura de los puntos anteriores, se comprenderá la gran importancia que tiene para la Cultura de Aragón y de España la creación de un Centro que aspire a reunir en sus salas una muestra integral de esa manifestación humanística que es el dibujo.

Sin incurrir en exageración, puede afirmarse que el padre, conservador, trujamán, guardián celoso y propagandista infatigable de este museo es Julio Gavín, Presidente de la Asociación "Amigos de Serrablo", de la que este museo tal vez sea su más trascendental logro, al lado de la benemérita restauración de las iglesias prerrománicas del Serrablo. Me consta que la modestia de este hombre se sentirá herida por estas menciones, pero las considero inexcusables por justas y definitorias.

El inmueble es un castillo de finales del siglo XIV, situado en el pueblecito oscense de Larrés, a orillas del río Aurín. Al traspasar sus umbrales, dos sentimientos se apoderan inmediatamente del visitante: la sorpresa por la cantidad y calidad de los fondos expuestos -el museo cuenta en la actualidad con más de 500 originales-, y la admiración por la acertada tarea de conservación ambiental desarrollada en la restauración de esta edificación medieval. Los techos de vigas de madera a la vista, como corresponde a la época, y los suelos de cantos rodados, de enrevesada filigrana, son ejemplos, entre otros mil detalles, del mimo con que se ha llevado a cabo la recuperación. La colocación de los dibujos en los muros se ha resuelto con eminente sentido práctico; en cuanto a la iluminación, detalle que malogra tantas muestras, es muy cuidada.

Por añadidura, pocos museos habrá en el mundo con el regalo, añadido por el cielo, de unas panorámicas como las del Pirineo agreste y majestuoso que se divisan desde la torre de la fortaleza, paisajes grandiosos, de regusto taumatúrgico, que cautivan la vista y apaciguan el espíritu. Lugar, en suma, donde se conciertan la belleza de un continente excepcional con la de un precioso contenido.

Participando del criterio imperante en los más modernos museos del mundo, éste de Larrés proyecta la renovación periódica de las obras expuestas, a expensas de unos fondos -todos ellos donación de sus autores- que sorprenden, como queda dicho, por el volumen alcanzado en el relativamente breve plazo en que se ha gestado, realizado (1984-1986) e inaugurado (1986) el Museo de Dibujo, empresa acogida con el máximo calor por la clase artística española.

Con esta política de renovación periódica de la obra expuesta, instaurada y practicada con enorme éxito v. gr. por el Museo Metropolitano de Nueva York, se cumplen dos objetivos: 1º, exhibir todas las obras existentes en el museo, sin dejar a ningún autor inédito y confinado en los sótanos del establecimiento; 2º, la certeza por parte del visitante de que, si vuelve a Larrés al cabo de uno o dos años, tendrá oportunidad de admirar obras distintas.

A esto se une la aspiración a reordenar y mejorar paulatinamente la disposición de las obras en las salas, atender a crear colecciones temáticas o de procedimiento, es decir, prestar al museo el estilo vivo y dinámico propio de la concepción funcional que hoy día debe imperar en estos centros de cultura.

Quien desee, pues, conocer cuál es el momento actual del dibujo español contemporáneo, desde la Escuela de Madrid al Grupo Azuda 40, desde el Dau al Set hasta El Paso, desde los últimos residuos academicistas finiseculares hasta las vanguardias más avanzadas, pasando por el cómic y el dibujo industrial, que peregrine a Larrés, cuyo Museo de Dibujo, auténtica perla del Serrablo, le gratificará ampliamente del leve desvío que su visita supone en la ruta del Pirineo aragonés, desde Sabiñánigo o Jaca camino de Ordesa y Panticosa.

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