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El Recinto Sagrado De La Cocina


Enviado por   •  27 de Mayo de 2013  •  2.214 Palabras (9 Páginas)  •  287 Visitas

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Desde que el mundo es mundo y el hombre es hombre, el viento, los árboles, el agua, las flores... una semilla, la naturaleza en sí , juega, participa y se entremezcla de una u otra manera en su diario vivir. Cuando ambos entran en contacto: hombre y naturaleza, se crea un nuevo mundo dependiente entre sí

Sabemos que todo tiene un propósito, por eso, partiendo de esta afirmación podemos entender por qué existen los olores, los colores y las texturas, o por qué existen los frutos y las hierbas.

Como el hombre y la mujer sienten e interpretan lo que acontece a su alrededor, buscan circunstancias en las cuales puedan expresar sus sentimientos y emociones. Para que esto se lleve a cabo, la naturaleza antes mencionada juega un papel muy importante: la de proveer. Una de las vías más sencillas y sensibles es la cocina ... el recinto sagrado de la cocina.

¿Quién alguna vez no ha tenido la sensación, después de probar un alimento, que de pronto aparecen recuerdos indefinidos de situaciones pasadas?. En nuestra mente almacenamos hasta lo más ínfimo, sólo que trabajamos con aquello que es más “necesario” en nuestro acontecer. Del mismo modo ocurre también con los alimentos, con la diferencia de que éstos de una u otra manera alteran de tal forma nuestros sentidos que a veces el alimento no solamente sacia una necesidad vital, pues en ocasiones, sacia también una necesidad espiritual.

Desde que los primeros humanos pusieron sobre las brazas un cadáver de ciervo o de algún otro animal y celebró aquél ágape, se estableció una relación fundamental entre comida y ritual, pues muchas de ella eran la antesala de grandes y fastuosas ceremonias. Puede que de aquí halla nacido el culto a la cocina y que preparar un plato se convierta en toda una ceremonia en la cual el hombre la ejecuta con sus manos, pero pone en ella todos sus sentidos. Son éstos los que rigen al cuerpo y éste tiene que aprender, conocer, explorar y finalmente guiarse hacia un propósito.

El cuerpo es el receptor de lo que justamente captan los sentidos, el problema es que no siempre estamos dispuestos o pretendemos percatarnos de aquello, pues tendemos a ver el mundo fundamentalmente por medio de los ojos y los oídos y no les prestamos atención al resto de los sentidos, como por ejemplo el olor antes señalado; y a menudo suprimimos la conciencia sobre lo que nos dice la nariz, puesto que a muchos de nosotros nos han señalado que hay algo vergonzoso acerca de los olores. Sin embargo las madres pueden reconocer a sus bebés por el olor y los recién nacidos reconocen a sus madres de la misma manera. Pareciera entonces que los olores tienen un poder extraño para afectarnos.

“ Después que la gente ha muerto, después que las cosas se han roto y desparramado ... el perfume y el sabor de las cosas permanecen en equilibrio mucho tiempo, como almas ... resistiendo tenazmente, en pequeñas y casi impalpables gotas de esencia, el inmenso edificio de la memoria”.

( Ángel Proust.)

Existen también otras formas de relacionarnos con la comida y la cocina; otras formas de estimulación que provocan placer, recordar un momento agradable es placentero pero evocarlos y repetirlos es aún más.

A través de los sabores manifestamos nuestros sentimientos, y muchas veces son éstos los que nos ayudan a describir ciertas cosas, no en vano el aliento del hombre amado sabe a miel, la piel huele a fruta madura y las caricias tiene la textura aterciopelada del durazno. Del mismo modo comparamos también, las calientes gotas de aceite saltando en una sartén, con los latidos del corazón cuando se aproxima el primer encuentro amoroso, mientras que besar los labios se asemeja a morder un pepino blando, dulce, maduro y jugoso.

En esta confabulación, en esta especie de complicidad que se va creando, a veces, sin darnos cuenta, entre el hombre y la naturaleza, surgen los elementos necesarios para estimularnos o para erotizarnos. Éste, el erotismo, es estimulado a través de nuestros sentidos y su percepción del mundo externo, es decir lo que somos y cómo nos movemos en el mundo, así como nuestras fantasías y mundo interno, aquello que es inherente al ser humano, por ejemplo el gusto, el sabor. Por ello es que la estimulación por un sabor grato tendrá para la persona una connotación especial que no solamente cubre la satisfacción de una necesidad vital.

¿Qué relación se produce entonces entre lo que comemos y lo que sentimos? O ¿De qué manera se ve afectado nuestro espíritu y nuestro cuerpo?.

En la filosofía Tántrica, la aspiración del espíritu tiende a su realización a través de la unión carnal, en una fusión de los sentidos y del alma, en una sacralización de la carne. Es una filosofía mística y espiritual que exalta la unión de los opuestos en todos los planos, desde el cósmico hasta el más ínfimo y en el cual el hombre y la mujer son espejos de energías divinas. De acuerdo a esto lo que nos queda por pensar es que explorar el lenguaje del cuerpo es encarnar el misterio, ese misterio que se produce cuando los olores y los sabores nos unen, nos conectan con el otro, el mismo misterio que hace que la carne participe en la búsqueda de la develación incesante de los caminos de la vida.

En otro aspecto, se tiende a creer también que para que la fusión de los sentidos genere algún tipo de placer, en particular a través de la comida, se debe tener suficiente conocimiento de los llamados afrodisíacos: entendemos que éstos son aquellos alimentos que por su forma y condición, por ejemplo el plátano que se asemeja a un falo, pueden alterar los sentidos y proporcionar placer extralimitado, esto mismo se concibe para las ostras, el kiwi, el cacao transformado en chocolate y otras tantas rarezas como el polvo de cuerno

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