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El Sastrecillo Valiente


Enviado por   •  24 de Julio de 2012  •  3.411 Palabras (14 Páginas)  •  524 Visitas

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El Sastrecillo Valiente

Cierta mañana de verano estaba un sastrecillo trabajando junto a su mesa a la orilla de la ventana, y se sentía con tan buen espíritu que cosía a lo que más podía.

En eso pasó por allí una señora campesina anunciando en voz alta:

-"¡Buenas mermeladas, deliciosas mermeladas! ¡Baratas, a muy buen precio, llévenlas!"-

Eso alertó complacidamente los oídos del sastre, y asomando su delicada cabeza por la ventana gritó:

-"¡Hey, buena señora, suba acá y saldrá de toda su mercancía!"-

La mujer subió los tres pisos hasta el taller del sastre y éste la hizo desempacar todas sus jarras. Él las inspeccionó una a una, las levantaba y las acercaba a su nariz, hasta que por fin expresó:

-"Me parece que las mermeladas están muy buenas, así que por favor, déme 200 gramos, estimada señora, y si fuera un cuarto de kilo, estaría bien".-

La dama, que esperaba tener una buena venta, le entregó lo que pidió, pero salió toda enojada y murmurando, por haber creído que realmente iba a venderlas todas. Y el sastrecillo contento gritó:

-"Ahora, Dios bendiga la mermelada para mi satisfacción, y me dé salud y fortaleza".-

Y fue y sacó el pan de la canasta, cortó una pieza en dos partes y colocó la mermelada a todo lo largo.

-"De ninguna manera que esto estará amargo" - se dijo, -"pero primero terminaré este abrigo antes de darle un mordisco".-

Puso el pan con la mermelada hacia arriba, cerca de él, y siguió cosiendo, y en su alegría, hacía más grandes y más grandes las puntadas. Mientras tanto, el aroma de la dulce mermelada ascendía por la pared hasta donde había gran cantidad de moscas, y éstas fueron atraídas y cayeron en puños sobre ella.

-"¡Hola!, ¿Quién las invitó?" - dijo el sastrecillo, y espantó a las moscas.

Las moscas, que no entendían aquel lenguaje, no se fueron lejos, sino que regresaron y cada vez con más compañía. El sastrecillo por fin perdió la paciencia y tomó un trozo de tela de la caja que tenía debajo de la mesa diciendo:

-"Esperen y verán lo que sucede" - y dio un solo golpe con la tela sin misericordia sobre ellas.

Cuando terminó el golpe, miró y contó que no había menos de siete, bien muertas y patas para arriba.

-"¿Has visto a un tipo semejante?", - se dijo, y no dejaba de admirarse de su proeza.

-"¡Todo el pueblo deberá saber de esto!" -

Y el sastrecillo se hizo para él mismo una cinta, la bordó con grandes letras que decían "SIETE DE UN GOLPE", y se la ciñó al pecho.

-"Pero ¿Cómo que sólo el pueblo?"- continuó diciendo.

-"Todo el mundo entero debe de saberlo"- y su corazón oscilaba de contento como la cola de un corderito.

Ya con su cinta ceñida al pecho decidió ir adelante hacia el mundo, porque pensó que su taller era demasiado pequeño para su valor. Antes de salir, miró en la habitación para ver si había algo que pudiera llevarse consigo. Sin embargo no encontró nada, excepto un viejo queso que puso en su bolso. En frente de la puerta de salida observó un pequeño pájaro enredado entre unas ramas. Y quedó el pájaro acompañando al queso en el bolso. Tomó la calle con optimismo, y se marchó corriendo y saltando, sin sentir ninguna fatiga. El camino lo llevó hasta la cumbre de una montaña, y ahí encontró a un poderoso gigante que miraba a su alrededor sentado muy confortablemente. El sastrecillo se acercó bravíamente, y le habló diciendo:

-"¡Buen día camarada, así que estás ahí sentado viendo tranquilamente el ancho mundo! Yo estoy exactamente en camino a recorrerlo, y deseo probar mi suerte. ¿Te gustaría acompañarme?" -

El gigante contempló desdeñosamente al sastre y dijo:

"¡Tú, monigote!, ¡Tú, criatura miserable!"-

"¿De veras?" - contestó el sastrecillo, y desabotonando su chaqueta le mostró al gigante su cinta.

"Ahí puedes ver la clase de hombre que soy".-

El gigante leyó, "SIETE DE UN GOLPE", y pensó que se trataba de gigantes que había matado, por lo que comenzó a sentir un poco de respeto por el pequeño individuo. Pero antes que nada, deseaba probarlo primero, y tomó una piedra en su mano y la oprimió de tal manera que hasta salió agua de ella.

-"Haz algo semejante", - dijo el gigante, -"si es que tienes tal fuerza".-

-"¿Es eso todo?" - dijo el sastre, -"eso es un juego de niños para mí" -

Y metió su mano en el bolso, sacó el pedazo de queso y lo presionó en su mano hasta que salió abundante líquido de él.

-"Ves"- dijo el sastre, -"estuve mejor que tú".-

El gigante no sabía que decir y no podía creer lo que hizo aquel pequeñín. Entonces el gigante tomó una piedra y la lanzó tan alto que fue difícil seguirla con la vista.

-"Ahora, hombrecito, haz algo semejante."-

-"Buen tiro"- dijo el sastre, -"sin embargo después de todo la piedra cayó al suelo. Yo tiraré ahora una que nunca caerá de nuevo."-

Y metió de nuevo la mano en su bolso, tomó al pájaro y lo lanzó al aire. El pájaro encantado con su libertad, levantó vuelo y se fue lejos sin volver jamás.

-"Qué te pareció, compañero"- preguntó el sastre.

-"Ciertamente que puedes lanzar"- dijo el gigante, -"pero ahora veamos si eres capaz de cargar algo con propiedad".-

-Y llevó al sastrecillo a un grueso roble que estaba caído en el suelo y le dijo:

-"si eres suficientemente fuerte, ayúdame a sacar este árbol del bosque".-

- "Claro"- dijo el hombrecito, -"echa

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