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El Teatro Argentino

carla_cabrera2218 de Abril de 2015

4.570 Palabras (19 Páginas)167 Visitas

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Profesora: Cecilia Carballo

Alumnos: Osvaldo Martínez

Christian Sciamparelli

Melody Quesada

Alejandra Paoletti

Carla Cabrera

2013

Los orígenes del teatro se remontan a varios siglos antes del nacimiento de Cristo concretamente en los siglos VII i VI.

Orígenes del teatro occidental

La historia del teatro en occidente tiene sus raíces en Atenas, entre los siglos VI y V A. C. Los atenienses celebraban los ritos en honor Dionisio; un personaje importante de la mitología griega, él simboliza el ciclo de la vida. Estas primitivas ceremonias rituales irían luego evolucionando hacia el teatro, constituyendo uno de los grandes logros culturales de los griegos.

Los romanos, grandes admiradores de los griegos, establecieron sus propios " juegos oficiales" desde el año 364 a. C. Los romanos vieron en el teatro un aspecto pragmático y político que no habría comprendido los atenienses. Para los romanos el teatro era un lugar de reunión conveniente para el entrenamiento y la ostentación. En consecuencia, las primitivas estructuras de madera modeladas en el siglo V a. C. por los griegos fueron pronto reemplazados por edificios de piedra que son grandes e imponentes. Los romanos también hicieron uso de escenografías pintadas en forma realista; en verdad el tratado escenográfico más antiguo que existe fue escrito por el romano Vitruvio alrededor del año 100 a. C. Estos amplios y nuevos edificios teatrales eran lugares excelentes para reunir al pueblo y autoridades romanas pronto advirtieron sus posibilidades políticas, estableciendo que todas las ciudades del Imperio debían incluir un teatro en su proyecto urbanístico. Con la creación de estas cadenas de teatro, los actores romanos vieron asegurada una buena manera de ganarse la vida si decidían hacer giras por las provincias y en efecto muchos lo hicieron.

Hay dos tipos de obras que se representaban en el teatro griego: la tragedia, las cuales trataban sobre leyendas históricas utilizando a los dioses y la comedia satírica por medio de las cuales cristicaban a los políticos utilizando el humor como recurso.

Todas obras estaban escritas en verso y utilizaban máscaras.

En aquel entonces, la gente, cuya representante era Aristóteles, creía que la tragedia y la comedia eran dos tipos totalmente diferentes, por eso no había ni un teatro que contaba con caracteres de los dos. Sin embargo, después apareció el teatro de sátiro, que generalmente pertenece al grupo de tragedia pero usaba manera de comedia y palabras vulgares para ser más divertido. Me parece eso es el origen de tragicomedia.

El teatro de la colonia

El teatro nacional argentino parte de la Revolución de Mayo 1810, puesto que esta es el verdadero origen de la “nueva” y gloriosa nación.

Los primeros espectáculos formalmente teatrales que se conocieron en Buenos Aires, datan de principios del siglo XVIII. De mediados de ese mismo siglo (año 1747) llegan documentos, que certifican la realización de grandes festejos en honor al nuevo rey.

PERÍODO HISTÓRICO MOVIMIENTO TEATRAL PRINCIPALES

AUTORES PRINCIPALES DIRECTORES PRINCIPALES ACTORES

TEATRO EN LA COLONIA Sor Juana Inés de la Cruz,

PRINCIPIO DE SIGLO

DÉCADA DEL ‘60 Carlos Gorostiza

Griselda Gambaro

German Rozenmarcher

DÉCADA DEL ‘80 Beatriz Catani

Marta Degracia

Sergio Lobo

El teatro argentino: historias, personajes, épocas

Teatro en la colonia.

A partir de la época colonial, el teatro se basó completamente en los modelos europeos. A finales del siglo XVII, destacó en México sor Juana Inés de la Cruz, autora de Los empeños de una casa, comedia de enredo con influencia calderoniana cuya acción transcurre en Madrid y con personajes típicos de las comedias de la época; Amor es más laberinto, en la cual recurre a personajes de la mitología griega y El cetro de José y El divino Narciso (1688), autos sacramentales en los cuales intervienen personajes mexicanos.

Aunque nacido en Taxco, México, Juan Ruiz de Alarcón realizó sus estudios y su trabajo en España. Escrita bajo una concepción moral a la manera griega clásica, su obra se diferencia de la de sus contemporáneos en una mayor meticulosidad en la preparación de la trama y los versos, así como en la aguda observación psicológica del carácter. En sus obras los vicios son condenados, a diferencia de las comedias de Lope de Vega, en las cuales el final feliz, a toda costa, es el fin perseguido. Sus personajes no son como los de Lope, derivados de las necesidades de la trama o simbólicos como los de Calderón de la Barca. Ruiz de Alarcón construye la acción a partir del carácter de los personajes, que sirve de impulso para proyectar el mundo interior y el mecanismo de cada obra. Entre sus obras más importantes están: Las paredes oyen (1628) y Ganar amigos (1634).

En 1902 fue fundada la Sociedad de Autores Dramáticos que se interesó por organizar lecturas de obras de autores mexicanos, esto, fomentó la aparición de dramaturgos tenían que competir con el teatro llegado de España. Fue en 1928 se inició un movimiento de vanguardia y renovación teatral encabezado por Xavier Villaurrutia y Salvador Novo, quienes, junto con Rodolfo Usigli, se dedicaron a la traducción de obras de importantes autores contemporáneos como Henrik Ibsen, August Strindberg, Luigi Pirandello, Henri-René Lenormand, Bernard Shaw, Antón Chéjov, Eugene O'Neill y otros muchos. Más tarde en 1932 se formó el grupo del Teatro Orientación, fundado por el dramaturgo Celestino Gorostiza preocupado por las innovaciones escénicas. Fue este grupo el que introdujo las técnicas de directores teatrales como Gordon Craig, Max Reinhardt y Erwin Piscator.

En los años 1950, Salvador Novo funda el Teatro la Capilla y presenta las obras de Samuel Beckett y Eugène Ionesco, más tarde surgio el teatro universitario y la carrera de Literatura Dramática y Teatro de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Los tres, junto con Celestino Gorostiza, formaron importantes generaciones de actores, directores y dramaturgos y gracias a ellos el teatro mexicano comenzó a adquirir personalidad y a tratar problemas propios tomando como punto de partida la realidad del espectador a quien va dirigido.

La llegada a México del director teatral japonés Seki San, supuso una influencia de primera mano del realismo como técnica de dirección y actuación. Fue su montaje de Un tranvía llamado deseo, del autor estadounidense Tennessee Williams, lo que influyó definitivamente en la formación de una generación de dramaturgos con un sólido conocimiento y dominio de la técnica teatral: Emilio Carballido, con Rosalba y los llaveros (1950) o Rosa de dos aromas (1985), que en la década de 1980 alcanzó cinco años de temporada y más de 2.500 representaciones; Luisa Josefina Hernández, Los frutos caídos (1957); Héctor Mendoza, La danza del Urogallo múltiple (1970), Oriflama y Zona templada (1991) son sólo algunas de las obras importantes de su extensa producción y Sergio Magaña con Los signos del zodíaco (1951) y Moctezuma II (1954), cuyas obras inauguraron un nuevo ciclo en el teatro mexicano y el conjunto de su obra es hoy modelo de creación, debido a su perfección técnica, libertad estructural, diversidad temática y profunda observación de su sociedad.

Es digno de mencionar el movimiento de teatro campesino surgido en un esfuerzo por acercar al teatro a los indígenas residentes en la selva de Tabasco. Su espectáculo más conocido ha sido Bodas de sangre (1933), de Federico García Lorca en el cual participó la comunidad entera en el montaje de un espectáculo en el que todos eran actores y el mismo pueblo la escenografía.

La gauchesca

La gauchesca nace con el designio de tener que ser el género nacional por excelencia.

Martín Fierro, gracias a Lugones, pasa a ser el poema nacional. Juan Moreira, con la versión de los Podestá, el inicio del teatro nacional. Y el protagonista de todas estas historias rurales, «un gaucho vago y mal entretenido», la esencia del ser nacional.

La gauchesca es poesía, canción, narrativa y teatro. Esa suma alimenta la condición de género emblemático.

Sin embargo, al igual que los géneros posteriores, sus rastros se pierden en la literatura universal. Y la gauchesca, épica o lírica según lo que cuente y cómo lo cuente, dejará entrever rasgos románticos, rasgos barrocos y rasgos de aquello que es profundamente clásico.

El gaucho, héroe y antihéroe al mismo tiempo, se presta para la epopeya, para la tragedia y para el drama.

Fierro o Moreira, como cualquier criollo en desgracia, sellan el destino oscuro del hombre argentino. Su suerte será la suerte de los que vengan después en tono asainetado, grotesco, arltiano, realista o absurdo. Y sus antagonistas (Chirino, el Negro de la payada, Sardetti, el viejo Vizcacha, el alcalde mayor, el gringo que agoniza en el charco o el cuerudo) serán las formas inconclusas y deformadas de ese hombre del país que se nos mitifica en la desolación de Fierro, en el coraje de Moreira o en la sabiduría de Don Segundo Sombra.

La figura del gaucho será la forma irremediable de la nación primitiva, rural, virgen. Y la gauchesca, el costado poético de esa historia nacional que se fue haciendo en batallas y entreveros.

El gaucho «vago y mal

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