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El autoritarismo docente

Vi11Ensayo7 de Marzo de 2019

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Carta de lector:[pic 1]

Autoritarismo docente versus inclusión educativa

              Sabemos que la práctica docente implica una relación de asimetría respecto al conocimiento, entre quien enseña y quienes aprenden, y que la misma se sustenta en la lógica de saber-poder. También reconocemos que la autoridad genuina de un docente frente a su clase es imprescindible para lograr los objetivos de enseñanza-aprendizaje propuestos.

               Sin embargo, cuando la práctica del docente se erige exclusivamente en base a concepciones tradicionalistas, y el comportamiento de los estudiantes debe, necesariamente, adaptarse a lo esperado por el profesor, nos encontramos ante el problema del autoritarismo docente. Dicho autoritarismo, puede manifestarse de distintas maneras mediante el posicionamiento adoptado por el docente respecto a los alumnos y a su propia práctica. La manifestación más directa y explícita de ese autoritarismo se refleja en el orden establecido dentro del aula, en la imposición de la disciplina, en la intimidación a los estudiantes, en el sometimiento de los mismos y en el acatamiento incondicional de las órdenes o consignas recibidas, pero también a través de acciones más sutiles…

                Así, tanto en el nivel secundario como en el superior, existen docentes que en su práctica educativa, ya sea de forma consciente o inconsciente, ejercen el poder de una manera autoritaria, y como consecuencia de ello, los  alumnos se sienten intimidados e inseguros de lo que saben y hacen, o peor aún, de lo que son capaces de hacer y de aprender, reflejando su angustia mediante expresiones de malestar, impotencia, desinterés, apatía, y en casos extremos, a través de la violencia.  Esto ocurre cuando la heterogeneidad de perspectivas e intereses que debería ser respetada y fomentada como medio de construcción democrática de conocimientos y de buenas relaciones educativas, que abren espacio al diálogo, a la crítica y a la reflexión, son obturados por la posición reaccionaria que sostienen algunos docentes al considerar que jamás pueden equivocarse, que los estudiantes deben aprender de ellos y que si hay alguien que se equivoca, siempre es el alumno.

               En esta situación, es en el profesor donde se centra todo el poder y todo el saber, y por ende, no hay espacio para la generación del vínculo educativo,  ya que la “enseñanza” impartida por este tipo de docente es de carácter unilateral y no le interesa demasiado si los estudiantes aprenden o no, si realmente comprenden lo que se ve en clase, puesto que lo más importante es terminar el programa. A su vez, cuando eso no resulta posible, estos profesores se quejan de los alumnos y los rotulan de pasivos, negligentes, dependientes y los reprenden por no estudiar lo suficiente, sin preguntarse o reflexionar si ellos como profesores brindan las herramientas, la orientación y, principalmente, la confianza necesaria para que los estudiantes aprendan a aprender.

               Entonces, cuando siendo estudiantes de una carrera de formación docente, en el marco de una institución pública y pretendidamente inclusiva, donde se nos enseña cómo ser buenos docentes y que una buena educación debe ser equitativa y democrática para todos, aún experimentamos en nuestras cursadas situaciones de autoritarismo orientadas a frustrarnos y a excluirnos, surgen inevitablemente, interrogantes del tipo: ¿Dónde está el cambio de paradigma pedagógico que nos proponen difundir?, ¿Cuándo el estudiante ocupará el lugar más importante en el proceso enseñanza-aprendizaje?, ¿Para qué estudiar sobre tantas teorías progresistas sobre educación inclusiva, si es tan difícil ponerlas en práctica?.

                Todos estos problemas que enfrentamos desde nuestro rol de estudiantes se proyectan como desafíos frente a los cuales, desde nuestra formación actual, debemos asumir una posición activa, reflexiva y crítica que nos permita desnaturalizar los conservadurismos elitistas excluyentes a los fines de acortar la distancia que existe entre las teorías de inclusión educativa y las prácticas autoritarias que persisten dentro de nuestras aulas.

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