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El barco turco


Enviado por   •  1 de Junio de 2015  •  Informes  •  692 Palabras (3 Páginas)  •  230 Visitas

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El barco turco

En esta crónica hay dos narraciones, dos voces, una es la de Toñito, el muchacho protagonista, y la otra es la de un adulto que quiere adoptarlo; este último introduce el relato, contando que en la región del Atrato chocoano, Toñito, tuvo que presenciar cómo un día unos hombres incendiaban sus casas sin razón aparente.

Toñito, después, en su voz propia, cuenta su infancia, sus juegos con trompos y su época de mandados en el pueblo. Todo era tranquilo hasta que su tío, Anselmo, quien había trabajado en el aserradero del río, denunció las diferencias de sueldo en empresas de este tipo, algo que no cayó en gracia para los que lo mataron.

En las cercanías al río Curvaradó, la gente vivía de la madera, pero un día el negocio terminó. La tranquilidad del lugar fue perturbada por los narcotraficantes que ofrecieron a los pobladores cultivar coca. En un principio el negocio pintó bien, pero pronto los sujetos armados redujeron la remuneración de los trabajadores. Quien estuviese en contra de ello, sencillamente era tildado de guerrillero, asesinado y arrojado al río. Sus familiares debían esperar varios días hasta que sus cadáveres hinchados flotaran sobre las aguas para poderles dar sepultura. En la crónica, las palabras tienen el poder de descripción suficiente para visualizar la vileza de tales actos:

“…Y alguien dijo que los muertos los habían tirado al río para que nadie los reconociera; que a unos los habían rajado para que nunca boyaran; que a otros los habían botado enteros y que éstos, al tercer día, salían a flor de agua en la Moya de los Chulos, que por eso así se llamaba. Decían que los chulos navegaban sobre los muertos inflados como vejigas, hasta que a picotazo limpio los reventaban y el difunto se profundizaba entre las aguas” (Págs. 81-82)

Los familiares esperaron a sus conocidos en la rivera hasta que esta “pesca de muertos” también fue prohibida por los alzados en armas. Todo en el pueblo quedó hecho trizas: la alcaldía, los bancos, la policía. Esto obligó a Toñito a marcharse rumbo a Turbo y de allí a Cartagena, un lugar en el que divisando el mar logró bañar un poco sus penas.

Toñito pertenecía a una familia de cuatro hermanos –tres del Chocó y uno de los Montes de María-; todos ellos, ya exiliados, vivieron en la calle, rebuscándose la vida vendiendo aceite de coco. Sin embargo, la indiferencia de las calles los llevó a iniciar el consumo de sacol como alternativa contra el frío y el hambre [1]. Toñito, recordando sus años en Mandela (barrio de Cartagena), explica lo siguiente:

“En el Mandela hay miles de familias. Todos han llegado de huída. Dejando el camino de los muertos. Pero quieren seguir viviendo y les toca aceptar la vida como viene. Uno no puede ponerse a regatear con el destino cuando le

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