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Elementos De La Expresión Plástica


Enviado por   •  11 de Noviembre de 2014  •  1.676 Palabras (7 Páginas)  •  261 Visitas

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La Línea

En la prehistoria, la línea tuvo una función imitada de la forma y un sentido dinámico. Los dibujos de Altamira o de Tassili causan admiración por la agudeza con que está captada y la impresión del movimiento.

En el Renacimiento, encontramos una tendencia lineal, de dibujo muy limpio, en la escuela florentina, que se propone una idea de pureza clásica; y otra, representada por la escuela Veneciana, de contornos más flexibles, subordinados al color y a la luz.

La línea se rompe francamente y se tuerce en el Barroco, buscando la doble sensación de espacio y movimiento. El color, las sombras, los contrastes, la luminosidad se hacen elementos mucho más importantes que los perfiles.

Con el Neoclasicismo y el Academismo, la línea recobra su antigua dignidad, pero el Romanticismo, que surge a principios del siglo XIX, exalta otros valores y la línea desciende a un papel secundario. Tampoco los pintores impresionistas tienen ningún respeto por la línea, pues su objeto no es la pintura de las cosas, sino el fluido luminoso, aéreo y cambiante en que las cosas están envueltas. Es decir, la atmósfera y la luz.

En las artes contemporáneas, no puede decirse que haya predominio de un determinado elemento plástico. La multiplicidad de corrientes y de estilos y la libertad de que goza el artista para expresarse, suponen el manejo por igual de todos los medios de expresión, sometidos sólo al gusto y a la necesidad del artista. Pero en general, la línea tiene en las artes actuales una gran responsabilidad constructora y creadora.

La luz y el valor

En las artes tridimensionales, la luz es un elemento natural, sin el cual la obra no tendría existencia. En la arquitectura, escultura y relieve, en todos los pueblos y épocas, la luz ha sido, y es, causa obligada de los contrastes que construyen las formas.

También está presente, como realidad física y operante, en los vitrales góticos, cuya percepción sólo es posible por gracia de la luz, que atravesando la materia transparente de que están hechos, recorta vigorosamente las siluetas e incendia los colores.

El planteamiento de la luz en las artes bidimensionales ha pasado por diferentes etapas, pero siempre con un carácter convencional que se presupone su ficción. La luz en el cuadro solo puede fingirse.

En las pinturas prehistóricas, el interés se afinca sobre la forma, sin ninguna intención de iluminación. Tampoco la hay en las artes preclásicas, y ni siquiera los griegos, aunque las referencias literarias digan otra cosa, parecen haberse preocupado de la luz. Pero en Roma, en las pinturas al fresco, si se ve un acercamiento a la impresión luminosa.

Este interés en la Edad Media, que devuelve su poder constructivo a la línea, haciendo las formas planas y sin sombras. Aunque haya una alusión a la luz, de carácter más bien simbólico, en los fondos dorados de Santos y Madonas.

En el Renacimiento, con Giotto, primero, y con Masaccio, después, la luz empieza a tomarse en cuenta como medio expresivo capaz de infundir a la obra pictórica un determinado carácter. Pero, sobre todo, se hace un medio revelador de valores y, por tanto, adecuado para la ilusión del volumen y la profundidad. La luz renacentista, proyectándose desde un punto elevado y remoto, es solo una claridad suave y difusa, que se esparce por toda la escena de la pintura creando sombras matizadas de gran delicadeza

En el Barroco, en cambio, la luz se hace próxima y concentrada en un punto, lo que produce cortes rápidos entre partes iluminadas y partes oscuras, con efecto de gran dramatismo. Los tenebristas del siglo XVII exageran los contrastes entre luz y sombra haciendo ésta densa y profunda y llevando aquella hasta casi el blanco puro. El neoclasicismo y el Academismo retornan a la preocupación renacentista por fingir la luz, pero como realizadora de valores que producen la ilusión tridimensional. Hasta el siglo XIX, la luz es elemento necesario del pintor para el modelado de las formas y el fingimiento de la profundidad.

Más importancia va a alcanzar con los pintores impresionistas, que, empeñados en pintar las cosas, no como son en su configuración geométrica, sino como se presentan a la vista modificada por la atmósfera, aspiran, en último término, a la pintura de la luz misma.

La pintura moderna, ha prescindido de toda representación naturalista del mundo y ha sustituido el concepto de iluminación, que se supone la aceptación convencional de una fuente luminosa supuesta, por el de luminosidad, que es la propiedad que tienen los colores de irradiar claridad en virtud de su luz interna y de las relaciones que es establecen entre ellos.

Pero la luz vuelve a tomar posiciones de elemento activo en las artes cinéticas, en las que interviene como fuente de energía real, necesaria para la creación de la obra.

El Color

Los artistas han considerado siempre el color como un valioso elemento de expresión, aunque no dándole la misma importancia ni tratándolo del mismo modo. En general, puede decirse que el color ha sido empleado, a lo largo de la historia del arte, de dos maneras: una naturalista, para imitar la realidad; otra, simbólica como medio para expresar lo subjetivo.

Asimismo, ha habido épocas en las que la forma ha tenido más importancia que el color y otras en las que el color ha prevalecido sobre la forma, respondiendo a las oscilaciones entre razón y sentimiento. El color es sentimental, la forma, racional.

En las pinturas prehistóricas, el color como la línea, es realista. En el arte griego, su costumbre era de pintar las estatuas con colores

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